La dramática imagen de los bebés hacinados, abandonados por sus madres gestantes y sin poder ser adoptados como consecuencia de la pandemia, muestra el rostro auténtico de lo que oculta la gestación subrogada, que supone la fractura de la relación materno-filial, el abandono e instrumentalización de los bebés y la cosificación de la vida humana, convertida en un bien lujoso para la satisfacción del deseo de algunos.

Decenas de bebés esperan en una pequeña sala de un hotel de Kiev, la capital de Ucrania, hasta que puedan ser entregados a sus padres adoptivos que esperan en otros países y continentes (ver más).

Han nacido de madres que han alquilado sus vientres a través del Centro de Reproducción Humana BioTexCom de la capital ucraniana, y por las estrictas medidas de confinamiento impuestas en gran parte del mundo, deben esperar a que se abran las fronteras.

Ucrania, es uno de los países donde la subrogación es posible por un precio mucho menor de lo que cuesta en Estados Unidos. Alquilar un vientre en Ucrania tiene un precio promedio de entre 30.000 y 45.000 dólares, mientras que en EE.UU. puede superar los 100.000.

Las imágenes de los bebés esperando a ser rescatados por los padre comitentes para poder salir del país, han desatado la polémica. Estas fotografías se realizaron para tranquilizar a las parejas que habían contratado los vientres de alquiler, pero ya han dado la vuelta al mundo, no sin duras críticas que ponen en tela de juicio la eticidad de la maternidad subrogada, que trata a los niños como mera mercancía a la vez que mercantiliza el cuerpo de las mujeres.

Nuestra valoración

En primer lugar, en cuanto a la mujer gestante se refiere, la subrogación remunerada no parece éticamente aceptable, porque se la cosifica, al utilizar su cuerpo para una finalidad distinta de su propio bien, al tratarse como una mercancía, como algo que se puede comprar y vender, como una cosa, lo que es incompatible con la dignidad de las mujeres y sus propios derechos.

En segundo lugar, no parece éticamente admisible, por la injusticia social que la maternidad subrogada no altruista supone, dado que solamente la pueden ejercer aquellos con un elevado nivel económico; es decir, sería una explotación de las mujeres económicamente débiles por parejas o individuos económicamente fuertes.

En tercer lugar, no es defendible la eticidad de la maternidad subrogada porque rompe lo que se ha venido en denominar “apego materno filial”, ocasionando un trastorno traumático, físico o psíquico, entre madre e hijo, pues durante el embarazo se establecen lazos estrechos entre ambos, que son rotos en la maternidad subrogada al separarlos definitivamente. Esos lazos son biológicos, y por tanto ajenos a las intenciones por las cuales ese embarazo se promueva, por lo que también afectan a la maternidad altruista. Además, recientemente se ha podido constatar que el genoma de la madre puede influir, modificándolo, en el genoma del hijo durante la gestación. Esto añadiría una razón más de apego entre ambos. Si adicionalmente se conoce que las modificaciones genómicas del hijo pueden trasmitirse a su descendencia, el genoma de la madre subrogada seguiría estando presente, de alguna forma, en la descendencia del hijo gestado aún cuando el hijo procediera de ovocitos de una mujer distinta a la gestante, lo cual parece éticamente muy difícil de admitir.

En cuarto lugar, la valoración ética de la maternidad subrogada no altruista presenta dificultades objetivas porque los procesos de selección a las que a veces se las somete a las potenciales madres gestantes atentan directamente contra su dignidad, pues frecuentemente se les exigen requisitos personales muy estrictos para garantizar la calidad del producto que en ella se pueda gestar.

Epílogo

La dramática imagen de los bebés hacinados, abandonados por sus madres gestantes y sin poder ser adoptados como consecuencia de la pandemia, muestra el rostro auténtico de lo que oculta la gestación subrogada, que supone la fractura de la relación materno-filial, el abandono e instrumentalización de los bebés y la cosificación de la vida humana, convertida en un bien lujoso para la satisfacción del deseo de algunos.

 

*Fotos: BIOTEXCOM