Atribuir culpabilidad moral a las parejas que practican estos métodos, por presumir que pueden incrementar el riesgo de aborto al mantener relaciones en el día de la ovulación, no tiene fundamento alguno.
En un artículo publicado en 2006, Bovens proponía que la regulación de la natalidad mediante métodos como el del ritmo del ciclo menstrual, que identifica el periodo fértil de la mujer en base a los datos de los ciclos anteriores y estimando que el periodo entre la ovulación y la próxima menstruación se mantiene constante en torno a los 14 días, podría plantear dilemas éticos tan graves como los que se atribuirían a la píldora del día después, el DIU u otros anticonceptivos.
Para sostener su argumento, afirma, sin ofrecer datos científicos que avalen su tesis, que existen dos circunstancias en las cuales pueden producirse pérdidas embrionarias en mayor proporción, a saber, cuando un óvulo es fertilizado por un esperma “envejecido” o cuando es el propio óvulo el que lo está en el momento de la fecundación.
El primer caso correspondería al de una relación sexual mantenida al comienzo de la etapa fértil de la mujer, esto es, 4 ó 5 días antes de la ovulación. Esta sería la edad de los espermatozoides, que, en caso de fertilizar al óvulo, provocarían la aparición de un embrión con más probabilidades de morir prematuramente.
El segundo caso podría darse cuando la relación sexual se mantuviera en el mismo día de la ovulación o al día siguiente, circunstancia en la que la fecundación se produciría hacia el final de la corta vida del ovocito, que vive no más de 24 horas.
Es sabido que cuando se utiliza el método del ritmo para prevenir embarazos, en ocasiones, se utilizan para tener relaciones sexuales los días limite, próximos a la ovulación, o después de ésta por lo que en caso de embarazo, podrían producirse embriones menos viables.
La cuestión de los métodos naturales de control del ritmo
Según afirma Bovens, las parejas que usan este método de control natural de la natalidad, se exponen a mantener relaciones sexuales en los periodos inmediatamente anteriores o posteriores al delimitado por la ventana fértil del ciclo menstrual de la mujer, esto es, cinco días antes y uno después de la ovulación.
En caso de fallo del método, por un error en el cálculo o una variación en el ritmo del ciclo menstrual, la relación sexual podría darse dentro de los dos periodos, anterior y posterior, citados por Bovens, como aquellos que producirían gametos envejecidos en el momento de la fecundación.
Esta circunstancia provocaría mayores pérdidas embrionarias o abortos espontáneos, que, según el autor, plantearía una carga moral sobre aquellos que practican los métodos naturales de control de la natalidad.
¿Son nuevas las tesis de Bovens?
Los planteamientos de Bovens no son nuevos. En 1976, el teólogo y bioético Bernard Häring ya apuntaba en la misma dirección. La entonces recién aparecida encíclica Humanae vitae, solo concedía licitud moral a los métodos de abstinencia periódica –reducidos en aquel momento al método del ritmo ya mencionado- como métodos de control de la natalidad. El artículo de Häring cobró amplia y rápida difusión, alimentada por los numerosos críticos de las tesis que defiende la Encíclica, en un ambiente en el que la irrupción y generalización de los métodos anticonceptivos hormonales experimentaban un fuerte auge.
Como pormenoriza Herranz en un interesante artículo , el trabajo de Häring adolece del rigor científico exigible, y extrae conclusiones erróneas, construidas sobre premisas sesgadas o inexactas. La contundencia de la evidencia científica que defendía Häring para argumentar su tesis, no resultó ser tal, según la opinión de otros investigadores contemporáneos.
¿Qué hay de cierto en el envejecimiento de los gametos y el incremento del riesgo de pérdidas embrionarias?
No existen evidencias científicas que demuestren que un esperma “envejecido”, esto es, con cuatro o cinco días de vida en el momento de fecundar al óvulo, pueda dar lugar a la aparición de un embrión con cromosomopatías que pudieran comprometer su evolución posterior.
En cuanto a la posibilidad del óvulo “envejecido”, un trabajo publicado en 1998 , encontraba mayores tasas de pérdidas embrionarias en embarazos fruto de una relación sexual mantenida en el día de la ovulación, respecto de aquellos en los que la relación se produjo en los días previos a esta.
¿Podría este hallazgo legitimar las tesis de Häring y Bovens, formuladas con treinta años de diferencia?
El método del ritmo y las pérdidas fetales
Si diéramos por buenas las anteriores tesis, podríamos concluir que concentrar las relaciones sexuales en el periodo inmediatamente posterior a la ovulación, multiplicaría el riesgo de concebir embriones menos viables que los concebidos en la fase preovulatoria.
Un estudio ha establecido la probabilidad de que una pareja tenga relaciones sexuales dentro de la ventana fértil del ciclo menstrual , y afirma, basándose en una revisión de varios trabajos publicados, que son precisamente los días de la ovulación y los próximos a ésta (dos antes y uno después) aquellos con mayor probabilidad de que se den las relaciones sexuales.
Sin embargo, los métodos de abstinencia periódica definen claramente estos días como días fértiles en los que debe ser evitada una relación sexual cuando se quiere evitar un embarazo. Atribuir una culpabilidad moral a las parejas que practican estos métodos, por presumir que pueden incrementar el riesgo de aborto al mantener relaciones en el día de la ovulación, no parece, pues, tener fundamento.
Así lo confirman varios autores que han contestado las tesis de Bovens, mostrando la imposibilidad real de establecer una relación entre la utilización de los métodos naturales y el incremento en el número de pérdidas fetales. No existen datos que lo corroboren.
Métodos anticonceptivos y regulación natural de la natalidad
Los métodos anticonceptivos basados en tratamientos hormonales o implantes de DIU, pueden provocar pérdidas de embriones por interferir en su proceso implantatorio en el endometrio. Esta constituye una consecuencia conocida de la utilización de un método artificial que altera el equilibrio natural que rodea a la fertilidad humana.
Cuando en una relación sexual no se emplean métodos artificiales para evitar la fecundación, ni se altera de modo voluntario el equilibrio biológico del proceso reproductivo, las posibles pérdidas embrionarias que pudieran producirse fruto de una relación sexual, no podrían atribuirse en ningún caso a una intervención deliberada que presentase responsabilidad moral. No puede afirmarse lo mismo del caso anterior, en el que la responsabilidad ética sí debe valorarse sobre el acto de interferencia artificial sobre el equilibrio del proceso reproductivo, cuyo fin es evitar el embarazo tras una relación sexual -que puede resultar fértil-, mediante diversos mecanismos, entre los que se encuentra la interferencia en el proceso implantatorio del embrión.
No obstante lo anterior, actualmente el método del ritmo como método natural exclusivo de control de natalidad ha sido desplazado por los métodos que combinan ritmo, temperatura basal y moco cervical (sintotérmico), así como otros en los que se cuantifican niveles urinarios de distintas hormonas con el fin de identificar la etapa fértil del ciclo, que ofrecen mayor fiabilidad, dificultando, por tanto, aún más que una pareja que los utilice pueda mantener relaciones en el día de la ovulación, como afirmaba Bovens.
Julio Tudela
Miembro del Observatorio de Bioética
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