Una viva  polémica sobre este asunto ha sido publicada recientemente en “Los Angeles Times”, a raíz de un artículo de opinión firmado por Malcolm Potts1, profesor de Obstetricia y Ginecología de la Universidad de Berkeley, en California (EEUU) (publicado  en dicho periódico el 30-I- 2014), y de un grupo de lectores que se refieren a sus comentarios en el mismo periódico unos días después (6-II-2014). En dicho artículo, Potts critica abiertamente la oposición mostrada por un grupo de monjas del estado de Colorado (EEUU) para cumplir con el precepto gubernamental del Presidente Obama referido a la obligatoriedad por parte de las empresas de financiar los métodos contraceptivos que utilicen sus empleados. Potts sostiene la conveniencia de que las propias monjas, que se oponen por razones de conciencia a promover el uso de estos métodos entre el personal contratado, los utilizaran como modo de reducir el riesgo de aparición de ciertos tipos de cánceres genitales.

El autor afirma que, en poblaciones de mujeres que han tenido escasos o ningún embarazo, al haber completado muchos más ciclos menstruales ovulatorios –dice que mujeres multíparas con largos periodos de lactancia materna, pueden haber tenido no más de 40 ciclos ovulatorios en su vida fértil, frente a los 400 que pueden darse en mujeres sin hijos- el riesgo de padecer cáncer de ovario o útero se ve significativamente incrementado. Potts es un defensor del derecho al aborto y fue el primer director de salud de la influyente “Planned Parenthood Federation” americana orientada hacia la planificación familiar. El autor comienza ofreciendo una información científica –sesgada, como ahora expondremos- para pasar a hacer una valoración moral demoledora sobre el Magisterio de la Iglesia acerca de los métodos anticonceptivos y la sexualidad humana. Pero, ¿son ciertas las afirmaciones vertidas por Potts, acerca del incuestionable beneficio que supone la utilización de contraceptivos orales en el caso de mujeres sin hijos para reducir su riesgo de padecer cáncer? En un artículo de réplica al autor2, la doctora Rebecca Peck, profesora de la Universidad de Daytona Beach, en el estado de Florida (EEUU), objeta que las afirmaciones vertidas por Potts son ciertas, pero solo en parte. Según Peck, los cánceres de ovario y útero son mucho menos frecuentes que el de mama. Se estima una prevalencia del cáncer de útero en 1 de cada 39 mujeres a lo largo de su vida, y en 1 cada 72 mujeres en la caso del cáncer de ovario. Sin embargo, el cáncer de mama aparece en 1 de cada 8 mujeres. Potts cita como fuente para sostener su afirmación, al Instituto Nacional del Cáncer, la principal agencia estadounidense de investigación de esta enfermedad. Pero lo que no considera es que la misma agencia informa que, al contrario que en el caso de los cánceres de útero y ovario, el riesgo de padecer cáncer de mama, cuello de útero o hígado se ve incrementado con el uso de contraceptivos orales3 4.

El cáncer de mama es más frecuente en las mujeres que comenzaron a utilizar los contraceptivos orales en la etapa adolescente. En mujeres sin hijos, y, por tanto, que no han tenido lactancia materna, la prevalencia de cáncer de mama es superior a la de las madres que han amamantado a sus hijos. Por tanto, la utilización de contraceptivos orales en este caso, como el de las monjas a las que nos referimos, elevaría aún más el riesgo de padecerlo. Además hay que tener en consideración que los contraceptivos orales pueden predisponer a padecer problemas tromboembólicos. A este respecto, nosotros hemos publicado recientemente un trabajo en la revista  American Journal Obstertrics and Gynecology5 sobre este tema, y existen informes relacionados en el fondo documental de la web del Observatorio de bioética6. Desde nuestro punto de vista, creemos que el balance riesgo/beneficio médico, no apoya el uso preventivo de anticonceptivos en mujeres célibes, como las monjas a las que se refiere el artículo, para reducir el riesgo de padecer cáncer de útero y ovario, aunque naturalmente esto, al final, hay que someterlo a la voluntad de las usuarias, siempre y cuando estén médicamente bien asesoradas. Lo que parece más claro es que, si con seguridad no van a tener relaciones sexuales, moralmente no existe inconveniente mayor para que puedan tomar anticonceptivos orales con fines médicos, siempre y cuando los fármacos que utilicen sean prácticamente cien por cien anticonceptivos.

Referencias.-  [1]http://www.latimes.com/opinion/commentary/la-oe-potts-catholic-nuns-birth-control-20140130,0,4138959.story#axzz2ru1N9l27 2 http://www.catholicnewsagency.com/news/la-editorial-wrong-on-birth-control-catholic-women-charge/ 3 http://www.cancer.gov/cancertopics/factsheet/Risk/oral-contraceptives 4 Burkman R, Schlesselman JJ, Zieman M. Safety concerns and health benefits associated with oral contraception. American Journal of Obstetrics and Gynecology 2004; 190(4 Suppl):S5–22 5 Aznar J, Cerdá G. Factor V Leiden carriers taking oral contraceptives have an increased risk of thrombosis. American Journal of Obstetrics and Gynecology. 2013;209(2):156 6 http://www.observatoriobioetica.com/pp/10-1.html#5

Justo Aznar y Julio Tudela

Observatorio de Bioética UCV