Cualquier avance importante causa un periodo inicial de euforia, cierta decepción y un progreso sólido que puede cambiar la vida. Parece que el campo de las células madre sigue esta pauta. A mediados de noviembre la industria biofarmacéutica se sorprendió por el anuncio de Geron, líder de la investigación con células madre embrionarias, de que retiraba un ensayo clínico que tenía en marcha. La noticia fue recibida con comentarios negativos de forma general: «La investigación con células madre, en tela de juicio» (ABC News) o «¿Por qué iba yo a querer invertir en un campo donde una de las empresas más prometedoras abandona?» (San Francisco Business Times). Este anuncio significa en realidad el comienzo de una nueva era para las células madre, en la que prevalecerá el realismo sobre la desinformación.
A partir de la década de 2000, las campañas de los defensores de los ensayos con células embrionarias intentaron equiparar la imagen pública de toda la investigación con células madre. El debate polarizó a las comunidades pro-choice y pro-life, con declaraciones como «si no apoyas las investigaciones con células embrionarias no estás apoyando la curación de terribles enfermedades, como la diabetes, el Parkinson y el Alzheimer» o, por el contrario, acusaciones de que» los investigadores de células embrionarias son asesinos de bebés».
El debate ignoró un hecho importante: las células madre embrionarias son extremadamente inmaduras y tienen propensión para formar teratomas tumorales. Al margen de cuestiones éticas, se ignora además lo mucho que cuesta económicamente derivar productos clínicos de estas células. Pero eso no impidió la burbuja de promesas curativas y la sobrevaloración de las empresas implicadas.
Desde 2006, en universidades y laboratorios también se han estado desarrollando líneas de células madre pluripotentes inducidas como alternativa a las embrionarias. Pueden derivarse del propio paciente, evitando así el problema de incompatibilidad, pero comparten muchos de los problemas asociados a las células embrionarias, como la formación de teratomas, dificultad en la maduración y la inducción de altos costes de su aplicación clínica, ya que deben reprogramarse.
De forma paralela a ambos tipos celulares, científicos y médicos que trabajan con células madre adultas se han dado cuenta del papel que éstas juegan en actuar como reparadoras endógenas. Después de un ataque cardiaco o un derrame cerebral, el cuerpo activa sus propias células madre adultas para tratar de curar el tejido dañado. Pero en ranchos casos el organismo no tiene suficientes célula madre para curar esas heridas.
Varias compañías han entrado en el campo de la terapia con células madre adultas con el fin de cultivarlas e insertarlas. En contraste con las embrionarias, las células adultas son baratas y tienen un excelente historial de seguridad, diferencias desconocidas para el público, por lo que la salida de Geron ha sido erróneamente interpretada como un «abandono de la investigación con células madre». Nada más lejos de la verdad. El mismo día en que Geron comunicó su retirada, la compañía Mesoblast anunció los resultados de un estudio doble ciego que muestra un beneficio significativo en pacientes con insuficiencia cardiaca que reciben células madre adultas. Desde una perspectiva financiera, grandes compañías ya se han dirigido a las células adultas, incluyendo el acuerdo de 1.700 millones de dólares entre Mesoblast y Cephalon, la alianza de 1.300 millones entre Osiris y Genzyme, y la de Celgene y Anthrogenesis. En esta nueva era las empresas juzgarán las posibilidades financieras y clínicas de este ámbito, no la exageración ni la manipulación de la emoción pública. (Journal of Translational Medicine 9; 218, 2011. Traducido por DM y publicado el 22-XII-2011).
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