1. Financiación de las experiencias realizadas con embriones humanos a cargo de fondos públicos de la Unión Europea.
2. Creación de embriones para la donación de células o tejidos.
3. No a la experimentación con embriones.
4. Células madre y embriones humanos.
5. La investigación con embriones humanos.
6. ¿Investigación con embriones humanos?: Una muestra más de la política anti-vida que se practica en España”.
7. Los embriones del Centro de Investigación Príncipe Felipe.
8. Un grupo de científicos españoles hace una declaración favorable a la defensa de la dignidad del embrión humano.
9. Cómo se valora la investigación con embriones humanos en las distintas religiones.
1. Financiación de las experiencias realizadas con embriones humanos a cargo de fondos públicos de la Unión Europea.
La utilización de embriones preimplantatorios para investigaciones biomédicas, y algunas prácticas con ello relacionadas, como pueden ser la creación de embriones por transferencia nuclear somática, la llamada clonación terapéutica, o la utilización para estos fines experimentales de los embriones congelados sobrantes de fecundación in vitro, están siendo objeto de regulación legislativa en diversos países y en determinados organismos internacionales. En este sentido, recientemente, las Naciones Unidas, tras una reñida votación, decidieron posponer una moratoria de dos años para definirse sobre la clonación terapéutica, como se comenta en este mismo número de Provida Pres.
En la Comunidad Europea, también se ha debatido si las investigaciones realizadas con material biológico procedente de embriones humanos sobrantes de fecundación in vitro, debieran o no financiarse con fondos públicos de la Unión. En este sentido se han dado una serie de pasos, que vamos a tratar de resumir brevemente.
La Unión Europea aprobó en septiembre de 2002, el VI Programa Marco de ayudas económicas para la investigación científica, con un presupuesto de 17.500 millones de euros, que debía cubrir las necesidades de investigación entre 2002 y 2006.
Este Programa europeo debía soportar económicamente las experiencias realizadas con embriones humanos, especialmente aquellas orientadas a la obtención de células madre, con la finalidad de conseguir, orientados a partir de ellas, células de distintos tejidos para ser utilizadas en la medicina regenerativa y reparadora.
Dada la enorme carga social de estos proyectos investigadores, ya que pueden afectar a enfermedades tan importantes como Alhzeimer, Parkinson, diabetes, infarto de miocardio o lesiones medulares traumáticas, este debate ha trascendido el ámbito de lo estrictamente técnico, para suscitar una polémica de amplia repercusión social.
El primer problema que se planteó fue saber si estas experiencias deberían o no ser financiadas con fondos públicos europeos, acogidos al VI Programa Marco. Ante la imposibilidad de conseguir un amplio consenso de lo que se debería hacer, los Quince acordaron posponer la discusión sobre el apoyo financiero a estas actividades científicas hasta finales de 2003.
Con vistas a esta última decisión, el Comisario para la Investigación preparó un borrador, que fue aprobado por la Comisión por 298 contra 211.
Continuando con el normal proceso legislativo, el pasado 19 de noviembre, el Parlamento Europeo aprobó por 300 votos a favor, 210 en contra y 19 abstenciones, el texto legal redactado por la Comisión, que daba vía libre a la financiación con fondos públicos de la Unión, a cargo del VI Programa Marco, de proyectos de investigación con células madre humanas embrionarias. Sin embargo, esta propuesta de la Comisión, aprobada por el Parlamento, debería posteriormente ser ratificada por el Consejo de Ministros de la Unión Europea.
La propuesta del Parlamento Europeo era más permisiva que la que inicialmente había elaborado la Comisión Europea, ya que proponía permitir la utilización de embriones sobrantes de fecundación in vitro, obtenidos antes del 27 de julio de 2002 (hay que recordar que el informe de la Comisión solo permitía utilizar los obtenidos a partir de esa fecha), admitiendo además la posibilidad de experimentar con embriones obtenidos por abortos espontáneos o provocados, sin establecer ninguna restricción de fechas para ello.
Esta propuesta parlamentaria no es vinculante para los distintos Estados que componen la Unión Europea, quedando supeditada a las legislaciones que sobre esta materia existen en cada uno de ellos y a que no hubieran otras alternativas para conseguir los fines de investigación que se persiguen, especialmente los que pudieran realizarse con células madre adultas. En este sentido, conviene recordar que dichas investigaciones no son legales en Alemania, Irlanda, Austria y Polonia (que se incorporará en la Unión en mayo de 2004) y sí en el Reino Unido y Suecia. En España la reforma de la Ley de Reproducción Asistida de 1988, aprobada por el Parlamento el 21 de noviembre de 2003, permitirá este tipo de investigaciones, con restricciones similares a las propuestas por la Comisión Europea, es decir que los embriones sobrantes de procesos de fecundación in vitro, producidos antes del 27 de julio de 2002, puedan ser utilizados para investigaciones biomédicas, pero no los conseguidos a partir de esa fecha. Posteriormente habrá que decidir si esta ley tiene carácter retroactivo, es decir si permitirá financiar proyectos de investigación con embriones humanos sobrantes de fecundación in vitro obtenidos en cualquier momento o solamente aquellos que se obtuvieron a partir del 27 de julio de 2002.
El debate parlamentario previo a la aprobación de este proyecto fue muy vivo. Con relación al mismo nos parece de interés destacar la opinión sustentada por la representante de los verdes en el Parlamento Europeo, que afirmó que “no se trata de saber si estamos a favor o en contra de la investigación con células madre, sino de su financiación a cargo de un programa comunitario”. En este debate fue Alemania quien con más firmeza se opuso a la financiación de estos proyectos de investigación. Su posición fue apoyada por Austria, Luxemburgo, Portugal y España; mientras que el Reino Unido y Suecia respaldaron la financiación de este tipo de experiencias.
En esta votación, cuatro parlamentarios españoles del Partido Popular, María Antonia Avilés, Alejo Vidal Cuadras, Salvador Garriga y Cristina Gutierrez-Cortinas, votaron a favor del texto final, que aprobaba la utilización de fondos comunitarios par estos fines experimentales.
El pasado 3 de diciembre el proyecto de ley, que se comenta, propuesto por la Comisión, y aprobado ya por el Parlamente Europeo, no fue aprobado por el Consejo de Ministros de la Unión, al no poder llegarse en la votación a una mayoría cualificada. Con el objeto de tratar de encontrar una solución de compromiso, la presidencia italiana propuso limitar el uso de los fondos a los proyectos que empleasen líneas celulares ya extraídas y almacenadas, de tal forma que no se sufragase la obtención de nuevas líneas de células madre embrionarias, que conllevaran la destrucción de los embriones a partir de los cuales se obtuvieran. Esta propuesta fue aprobada por Alemania, Austria, Portugal y Luxemburgo y se abstuvieron Reino Unido, Suecia, Finlandia, Países Bajos, Dinamarca y Grecia. Pero, como no se pudo llegar a una propuesta de consenso, se acordó reanudar el debate durante el primer trimestre de 2004, bajo la presidencia irlandesa.
Hay que señalar que esta decisión de aplazamiento va a producir un importante vacío legal, ya que la moratoria que la Unión mantiene sobre la utilización de fondos del VI Programa Marco de Investigación, expira el 31 de diciembre de 2003.
2. Creación de embriones para la donación de células o tejidos.
El pasado día 24, la Comisión Nacional de Reproducción Asistida, emitió un informe, no vinculantes, dirigido a la ministra de Sanidad, Elena Salgado, para redactar el texto definitivo de la Ley de Reproducción Asistida, que debe sustituir a la homónima de 1988, y que debe regular en nuestro país importantes problemas relacionados con la vida de los embriones.
Con este motivo hemos elaborado un informe en el que de una forma general se trata el tema de la creación de embriones para ser utilizados con fines exclusivamente terapéuticos, uno de los aspectos que aborda el referido informe de la Comisión Nacional de Reproducción Asistida.
Cuando alguno de los miembros de una pareja padece una enfermedad hereditaria, para evitar que se transmita a sus hijos se puede utilizar la fecundación in vitro, junto con el diagnóstico genético preimplantatorio (DGP). Esencialmente, el DGP consiste en tomar una célula (blastómero) de un embrión de 2/3 días, de los creados por fecundación in vitro, y en ella, por técnicas de biología molecular, determinar si ese embrión es portador o no de la enfermedad genética que padecen sus padres. Si no la padece se implanta en el útero de su madre y si es portador de la misma se elimina por el sencillo procedimiento de no implantarlo.
El DGP se usa desde hace más de 10 años y ha sido utilizada en alrededor de mil ciclos. En el momento actual hay más de 100 enfermedades hereditarias en las que puede ser aplicada.
El DGP surgió como una alternativa al diagnóstico prenatal, también utilizado para detectar enfermedades genéticas en los fetos, pero que al realizarse en una etapa más avanzada del embarazo, si se diagnosticaba alguna anomalía congénita, había que recurrir al aborto si se quería evitar que no naciera un niño enfermo. Los promotores del DGP sostienen que al utilizar éste, si hay que desechar un embrión, por no haberse aún implantado en el útero materno, la dificultad ética sería menor. Algo a nuestro juicio insostenible, pues la catalogación moral negativa que merece terminar con una vida humana es independiente del momento evolutivo en que la misma se encuentre. Desde un punto de vista moral es igualmente punible terminar con una vida humana al primer día, a los dos meses o a los dos años.
Desde un punto de vista médico se puede decir que el DGP se puede utilizar con dos finalidades distintas, la primera es la anteriormente comentada, directamente dirigida a la obtención por fecundación in vitro de niños sanos a partir de progenitores que padecen una enfermedad genética. La segunda, es la posibilidad de crear niños, asimismo sanos y que además, sean inmunológicamente compatibles con otro niño, generalmente un hermano, que padece una enfermedad de carácter genético y que requiere ser tratado con células madre sanguíneas. Para ello, lo más fácil es crear, por fecundación in vitro, un hermano que sea histocompatible con el niño enfermo, es decir, que sus células en caso de que sean transplantadas no serán rechazadas por el niño que las recibe. Para conseguirlo, se crean, utilizando los gametos de los padres, uno de los cuales es el portador de la enfermedad hereditaria, varios embriones. Después, se determina, utilizando el DGP, cual de ellos es sano y compatible inmunológicamente con el hijo enfermo. Este embrión se implanta en el útero de su madre. Tras el nacimiento se pueden obtener del mismo, generalmente del cordón umbilical, las células madre útiles para tratar al niño enfermo. En todo este proceso, los embriones sanos o enfermos, que no son inmunológicamente compatibles con el niño que hay que tratar se desechan. Esta técnica, se ha utilizado para tratar niños con diversas enfermedades sanguíneas hereditarias, especialmente la anemia de Fanconi.
Recientemente, su uso se ha ampliado al tratamiento de enfermedades de la sangre graves que no son de carácter hereditario, como se comunica en un trabajo publicado en JAMA (291: 2079; 2004), realizado en el Instituto de Genética de Chicago, por Verlinsky y su grupo, en el que se describe como el DGP se ha aplicado para tratar a niños de 9 familias distintas que padecen una enfermedad hematológica grave, que no es de causa genética. Para ello, como anteriormente se ha comentado, se crean por fecundación in vitro un elevado número de embriones obtenidos a partir de gametos (óvulos y espermatozoides) de los padres de los niños enfermos. Después se determina utilizando el DGP, que embriones son inmunológicamente compatibles con los niños enfermos y se implantan en las correspondientes madres biológicas. Los restantes embriones se desechan. De los nacidos, se podrá obtener el material biológico necesario para ser transplantado a los niños enfermos. En este caso concreto, los niños enfermos habían sido diagnosticados de leucemias agudas linfoides o mieloides y de la enfermedad de Diamond-Blackfan, una anemia grave, que para ser tratada requiere el transplante de células madre sanguíneas. En esta experiencia en concreto se crearon 199 embriones, de ellos 45 (23%) fueron compatibles inmunológicamente con alguno de los niños enfermos. De estos 45 embriones, se implantaron 28, consiguiéndose 5 embarazos de un solo embrión, de los que nacieron 5 niños sanos, inmunológicamente compatibles con los enfermos, por lo que las células de su cordón umbilical podrían ser útiles para tratar a los niños enfermos. De todas formas, aún no se han realizado los transplantes, pues todos los niños enfermos se hallaban en remisión (la enfermedad no estaba activa) en ese momento.
Ahora, en España también se quiere aplicar esta tecnología. En efecto, diez parejas, dos de la Comunidad Valenciana, cinco de Andalucía, una del País Vasco y dos de Italia, que padecen distintas enfermedades graves de la sangre, como pueden ser beta-talasemia o anemia de Fanconi, y que tienen algún hijo afectado por dicha enfermedad, han solicitado al Instituto Valenciano de Infertilidad la posibilidad de crear embriones sanos por fecundación in vitro combinada con DGP, con la finalidad de obtener, a partir de éstos, material celular para ser transplantado a los niños enfermos. También otros quieren utilizar esta misma técnica para tratar a un hijo que, en este caso, padece una enfermedad hematológica grave que no es de carácter hereditario. Esta segunda opción sería similar a la realizada por el Instituto de Genética de Chicago. Comentando esta posibilidad, la directora del Instituto Valenciano de Infertilidad, Amparo Ruiz, comenta que no sabe si será legal utilizar el DGP por parejas que no necesitan utilizar la reproducción asistida, al no tener ningún problema de esterilidad y, además, no tener ningún riesgo de transmisión de enfermedades congénitas a sus hijos, que son los dos supuestos que contempla la Ley de Reproducción Asistida de 1988, que regula estas prácticas en nuestro país (Las Provincias 7-V-2004).
Aunque el procedimiento desde un punto de vista clínico es atractivo, hay que considerar que un embrión humano, es un ser humano. Por ello, nunca puede ser utilizado como medio para conseguir cualquier fin, por muy útil que éste sea. Es decir, el embrión humano no se puede utilizar como una cosa, que se crea para obtener material biológico utilizable para un fin médico.
Por otro lado, al juzgar éticamente estas prácticas, hay ineludiblemente que tener en cuenta el excesivo número de embriones que se pierden en las mismas, 194 en las realizadas por el equipo de Chicago, pues de los 199 embriones creados, sólo 5 llegaron a desarrollarse hasta un nacido vivo.
Desde un punto de vista legal, el DPG, utilizado con la finalidad de obtener niños inmunológicamente compatibles para usar sus tejidos para otro hermano, no está regulado en la mayoría de los países, incluido Estados Unidos. En efecto, en este país la Asociación Americana de Medicina Reproductiva, apoya el uso del DPG para prevenir el nacimiento de niños con una enfermedad hereditaria grave, pero no ha difundido ninguna directriz concreta para regular el uso de esta técnica. Solamente Gran Bretaña y Australia tienen normas legales al respecto. En ambos países se permite este tipo de experiencias, pero sólo si el embrión que se va a generar tiene el riesgo de nacer enfermo. Sin embargo, las autoridades sanitarias de ambos países se oponen al uso de órganos obtenidos de estos niños
3. No a la experimentación con embriones.
Dos noticias relacionadas con los embriones y fetos humanos han concitado en estos últimos días la atención de la opinión pública. La primera, la obtención de las primeras líneas celulares desarrolladas en nuestro país a partir de embriones humanos congelados excedentes de fecundación in vitro, conseguido por investigadores del Instituto Valenciano de Infertilidad. La segunda, la divulgación por la televisión inglesa de unas fascinantes imágenes tridimensionales que permiten ver la realidad humana de fetos de tan sólo 12 semanas, fetos que serán destruidos en gran número, si se prueba la ampliación de la ley del aborto propuesta por el Gobierno, pero que ahora ya se están eliminando al amparo de la legislación vigente.
En relación con la primera noticia, llama en primer lugar la atención, la vinculación que se ha establecido entre la obtención de estas dos líneas celulares y la posibilidad de tratar diversas enfermedades incurables. Así presentado, es difícil que nadie se atreva a disentir sobre la bondad de estas experiencias. ¡Quién puede negar la legitimidad de unos trabajos de investigación encaminados a curar enfermos afectos de tan graves enfermedades! Sin embargo, conviene dejar constancia que la opinión unánime de todo el mundo científico, es que, al menos habrán de transcurrir entre cinco y diez años, para que las células madre, no las embrionarias, sino las adultas, puedan ser utilizadas en la práctica clínica para curar algunas de estas enfermedades. De las células madre obtenidas de embriones humanos, ni se especula cuando podrán ser aplicadas con finalidad curativa. Por ello, unir este hecho experimental con el tratamiento de enfermedades incurables, para garantizar su aceptación social, me parece que es intentar utilizar el dolor de los enfermos para justificar unas experiencias biomédicas que ineludiblemente llevan unida la destrucción de un elevado número de embriones humanos, algo difícil de admitir desde un punto de vista ético. En efecto, en el comunicado emitido por los responsables de estas experiencias científicas, se especifica que “se empezaron las mismas con 16 embriones, de un total de 40 embriones congelados que llegaron al nivel de blastocisto”. Es decir, que estas dos líneas celulares no se obtuvieron de embriones de 4 a 6 células recién descongelados, cuya viabilidad podría ser incierta, sino que tras la descongelación, estos embriones se cultivaron hasta la fase de blastocisto, embriones de 60 a 100 células, por supuesto totalmente viables, y de ellos es de donde se obtuvieron las dos líneas celulares, lo que significa que, al menos, se requirió la destrucción de 40 embriones humanos para poder obtener las dos líneas comentadas. Pero lo que no conocemos es de cuantos embriones se partió para obtener los 40 blastocistos útiles. Probablemente de más de un centenar, cifra acorde con la opinión científica mayoritaria que sostiene que para obtener una línea celular de adecuada calidad, para poder ser utilizada en difíciles y costosas experiencias biomédicas, hay que partir de entre 100 y 200 embriones humanos de buena calidad. Hay investigadores, como los que han llevado a cabo estas experiencias, a quienes, sin duda, les parecerá éticamente correcto destruir 100 embriones humanos para obtener una línea de células madre embrionarias para sus investigaciones básicas biomédicas, pero a mí me parece que esto es una torpeza ética injustificable desde cualquier punto de vista que se considere. Sin duda, la investigación básica de todo lo relacionado con las primeras etapas de la vida embrionaria humana es muy importante, pero habría que buscar otros medios para lograrlo, utilizando metódicas experimentales que no lleven aparejada la destrucción de embriones humanos, tan dignos de respeto como cada uno de nosotros, incluidos los propios investigadores. Pero además de todo lo anterior, conviene no olvidar, que para poder curar a un enfermo concreto hay que utilizar células madre obtenidas de embriones clonados a partir de material genético del propio enfermo que se quiere tratar. Es decir, hay que producir un ser humano clónico del paciente, cosa que hasta ahora no se ha conseguido, y que por supuesto no se da en las experiencias realizadas en el Instituto Valenciano de Infertilidad. Nunca las células madre obtenidas de embriones congelados excedentes de fecundación in vitro, como es el caso que se comenta, pueden ser útiles para curar directamente a un paciente, aunque si para realizar experiencias que es posible que en un futuro aporten alguna luz para este tipo de tratamientos, pero en el momento actual no se puede afirmar que con estas dos líneas celulares se van a poder tratar patologías humanas hasta ahora incurables. Esto es desinformar a la opinión pública y crear en los pacientes falsas expectativas de curación.
Un tercer aspecto de esta noticia al que quiero referirme es a su difícil encaje en el macro legal que actualmente regula este tipo de experiencias en nuestro país. Como bien se sabe, la ley que debe regular la utilización de embriones congelados sobrantes de fecundación in vitro para experiencias biomédicas, fue aprobada por el Parlamento el pasado 23 de noviembre; pero para su aplicación definitiva debía redactarse un reglamento que regulase, entre otras cosas, las condiciones por las que los padres biológicos de los embriones deberían autorizar su uso, reglamento que todavía no ha visto la luz, por lo que en el momento actual no existe una legislación específica que regule en España este tipo de experiencias. Pero, además, los mismos responsables de estas investigaciones, han manifestado que éstas se iniciaron hace dos años y medio. Es decir, se iniciaron mucho antes de que se aprobara la ley, por supuesto antes de que se publicara, cosa que aún no se ha hecho, el reglamento regulador. De todas formas, no es que no crea necesario que estas experiencias se desarrollen dentro del marco legal, pero aún creo más importante que lo hagan dentro de un marco ético, pues hay acciones que aún siendo legales, no son éticamente admisibles, como puede ser todo lo relacionado con la actual práctica del aborto. Pero en este caso, las experiencias que se comentan, no solamente son éticamente inadmisibles, sino también ilegales desde cualquier punto de vista que se considere, algo que habrá que tener muy en cuenta al emitir un juicio sobre ellas (ABC, Alfa y Omega, 8-VII-2004).
4. Células madre y embriones humanos.
Nunca podré congratularme de los logros que hayan necesitado para ser alcanzados manipular seres humanos, que en muchas ocasiones no han merecido ni el respeto que hoy se reclama para los animales de experimentación. Por ello, no puedo sentirme identificado con una investigación científica que para su consecución ha requerido terminar con numerosas vidas humanas. Esta es en síntesis mi evaluación sobre las experiencias que estos días se han difundido en diversos medios de comunicación social, especialmente de nuestra Comunidad, con motivo de la obtención de dos nuevas líneas celulares a partir de embriones humanos congelados excedentes de fecundación in vitro. Pero trataré de argumentar mi opinión.
1. No hay ninguna duda que para la consecución de estas líneas celulares se han destruido vidas humanas embrionarias. En este caso concreto, según declaración de los propios responsables de la investigación, a este mismo periódico, se crearon más de 40 blastocistos (embriones humanos viables de entre 60 y 100 células) de los que solo se obtuvieron dos líneas celulares útiles, luego los otros 38 se desecharon sin haber llegado a dar ninguna línea celular, aunque indudablemente, todos los embriones obtenidos se destruyeron. Pero además, para obtener estos 40 blastocistos, con toda seguridad se partió de un número superior de embriones humanos congelados, por lo que sin ninguna duda nos estaremos acercando a los 100 a 200 embriones destruidos, cifra acorde con la opinión de la gran mayoría de los científicos, que sostienen que es necesario este número aproximado de embriones para conseguir una sola línea celular útil.
2. Las experiencias se han presentado como directamente dirigidas a tratar enfermedades graves hoy día incurables. Nada más alejado de la realidad. Aduciré sólo dos razones.
a) Para curar a un paciente que padece una grave enfermedad, degenerativa o traumática, hay que partir de células de ese mismo paciente, para evitar problemas de rechazo inmunológico, por lo que habría que crear, por transferencia nuclear somática, la denominada clonación terapéutica, un embrión clónico del propio paciente, para de él extraer las células madre embrionarias que después habría que cultivar adecuadamente para generar las células del tejido lesionado de ese paciente, útiles para el trasplante celular. Consecuentemente, a partir de células madre de embriones congelados sobrantes de fecundación in vitro, se pueden realizar experiencias biológicas básicas, con toda probabilidad importantes, que a la larga es posible que pudieran servir para dar luz a alguno de los múltiples problemas existentes alrededor de graves enfermedades ahora incurables, pero nunca ser utilizadas directamente para tratar a un enfermo. Por tanto, no parece ético apoyar estas investigaciones aduciendo que son ineludiblemente necesarias para curar graves enfermedades, cuando se sabe que ello no es posible. Estas, son experiencias biomédicas básicas, por lo que sus autores tendrían que tener el coraje ético de presentarlas así, defendiendo que las realizan porque las consideran de tal interés, que a su juicio, el bien que con ellas se va a conseguir es muy superior al mal que supone destruir decenas de vidas humanas embrionarias. Después cada uno que juzgue lo que le parezca más adecuado.
b) Pero adicionalmente a todo lo anterior, es opinión unánime de los más destacados investigadores en este campo, que la posibilidad de poder aplicar células madre adultas, para tratar algunas de esas graves enfermedades que comentamos, no se podrá realizar antes de cinco o diez años. Sobre la posibilidad de poder utilizar células madres embrionarias con fines curativos, nadie se ha atrevido ni siquiera a pronunciarse. De entre las múltiples declaraciones que hay en este sentido, solo voy a referirme a las de Juan Carlos Izpisúa, propuesto precisamente para dirigir el Centro Nacional que va a coordinar este tipo de experiencias, quien recientemente manifestaba que “es lamentable escuchar a determinadas personas que con las investigaciones con células madre embrionarias se van a curar enfermedades como la diabetes, el parkinson o el alzheimer. Esto es jugar con el sentimiento humano y generar falsas esperanzas entre estos pacientes, sus familias y amigos”. Difícilmente se puede decir más, con menos palabras, por la que se quiere sea la máxima autoridad en nuestro país para coordinar este tipo de experiencias. Por ello, no parece de recibo utilizar el dolor de los pacientes, abriéndoles infundadas esperanzas de curación, para apoyar unas investigaciones que, hoy por hoy, solamente tienen una finalidad científica.
3. Otro aspecto que hay que considerar es la afirmación de que los que no apoyan la utilización de embriones humanos para obtener células madre, están frenando las posibilidades de curación de un gran número de pacientes. Nada más alejado de la realidad.
a) La posibilidad más inmediata para la puesta en práctica de la terapia celular pasa ineludiblemente por el uso de células madre adultas, incluso más, por la estimulación de las células madre del propio paciente. En relación con ello, son muchos los protocolos clínico-experimentales en marcha. Como botón de muestra recordaré que el pasado día 16 de junio, se reunieron en el Departamento de Cardiología del Hospital Monte Sinaí de Nueva York, que dirige el Dr. Valentin Fuster, algunos de los más destacados responsables de líneas clínico-experimentales dirigidas a tratar el infarto de miocardio con células madre adultas. Se presentaron entre 30 a 40 protocolos experimentales que ya están en desarrollo en todo el mundo. Entre ellos alguno español. Sin embargo, los expertos reunidos en Nueva York, mostraron su opinión unánime de que, a pesar de los grandes avances realizados en este campo, aún se tardará no menos de cinco años para que esta realidad experimental sea una verdadera posibilidad de tratamiento para estos enfermos. Y ello naturalmente utilizando células madre adultas, no embrionarias.
b) Finalmente, no hay que olvidar, que hoy por hoy, no esta solucionado el problema de la teratogenicidad (producción de tumores) de las células madre embrionarias, pues se sabe que en no menos de un 30 % de las ocasiones, se producen tumores cuando éstas se trasplantan, un riesgo que las hace absolutamente inservibles para uso clínico.
4. Finalmente, con independencia de la valoración ética que éstas experiencias merecen, es indudable que, en el momento actual, no es fácil asegurar su legalidad. En efecto, la ley que debe regular la utilización de embriones congelados sobrantes de fecundación in vitro para experiencias biomédicas, fue aprobada por el Parlamento el pasado 23 de noviembre; pero para su aplicación definitiva debía redactarse un reglamento que regulase, entre otras cosas, las condiciones por las que los padres biológicos de los embriones deberían autorizar su uso, reglamento que todavía no ha visto la luz, por lo que en el momento actual no existe una legislación específica que regule en España este tipo de experiencias. Pero, además, los mismos responsables de estas investigaciones, han manifestado que éstas se iniciaron hace dos años y medio. Es decir, empezaron mucho antes de que se aprobara la ley. Además, la ley que se comenta admite la utilización de embriones no viables para experiencias biomédicas, pero en ningún caso revitalizar embriones descongelados, circunstancia que no se cumple en las experiencias a que nos estamos refiriendo, pues dichos embriones fueron descongelados y después cultivados hasta la fase de blastocisto, es decir hasta desarrollar un embrión viable si se le hubiera implantado. Por ello, es difícil garantizar que estas experiencias se hayan desarrollado dentro de un marco legal. De todas formas, no es que no crea necesario que cualquier experimentación se desarrolle dentro de la legalidad, pero aún creo más importante, que se realice dentro de un marco ético correcto, pues hay acciones que, aun siendo legales, no son éticamente admisibles, como puede ser todo lo actualmente relacionado con la despenalización de la práctica del aborto en España.
Por ello, a mi juicio, las experiencias que estamos comentando, no solamente son éticamente inadmisibles, sino también, con toda probabilidad, ilegales, algo que los responsables de las mismas y los que institucionalmente las apoyan deberían tener muy en cuenta (Las Provincias, 20-VII-2004).
5. La investigación con embriones humanos.
No cabe ninguna duda que el embrión humano es un ser biológico en peligro. En efecto, en su etapa de embrión preimplantado, que no de preembrión, es objeto en el momento actual de importantes ataques contra su vida, algunos de ellos planteados desde un marcó legal difícilmente compatible con la valoración ética negativa que estas acciones merecen.
Una de las causas que favorecen dichos ataques es la posibilidad de obtener, a partir de estos jóvenes embriones, células troncales, células madre en el lenguaje coloquial, para ser usadas en experimentaciones biomédicas.
Los embriones utilizados para obtener las células madre pueden ser generados de tres formas distintas: por fecundación natural, por transferencia nuclear somática (clonación) o por fecundación in vitro. Evidentemente, la primera, la fecundación natural, no es una fuente de células embrionarias utilizable, pues no se tiene acceso al embrión cuando aún está ubicado en las trompas de Falopio de sus madres. Por lo tanto, con finalidad de obtener células madre embrionarias para ser utilizadas en investigaciones biomédicas, sólo se pueden utilizar las otras dos fuentes.
Nos referiremos primero, aunque brevemente, a los embriones humanos obtenidos por clonación, es decir por transferencia nuclear somática, pero de entrada conviene señalar que, por el momento, esta fuente de células madre embrionarias tiene escaso interés práctico, especialmente si se refiere a su uso terapéutico. En efecto, para obtener células madre embrionarias por esta vía la primera e ineludible premisa es haber obtenido por clonación un embrión humano. Esto, al parecer, solamente se ha conseguido una vez por un equipo de investigadores de Corea del Sur, experiencias que fueron difundidas en los medios de comunicación el pasado mes de febrero. Según los responsables de dichas investigaciones, los embriones clonados fueron destruidos cuando llegaron a fase de blastocisto, embriones de 60 a 200 células, cosa que se consigue a los 5 a 7 días después de que el embrión haya iniciado su andadura vital. Por lo tanto, si hasta la fecha no se ha obtenido ningún otro embrión humano clonado, difícilmente esta fuente ha podido ser utilizada para obtener células madre embrionarias humanas. Sin embargo, es posible que en un futuro, más o menos próximo, si que pueda utilizarse, ya que por primera vez en Europa, se ha autorizado a un equipo de investigadores del Reino Unido, de la universidad de Newcastle, permiso para clonar embriones humanos con finalidad experimental, es decir, para poder utilizar sus células como material biológico para experimentaciones biomédicas, aunque ello conlleve ineludiblemente destruir la vida de esos embriones. También hace escasos días el equipo de investigación de Ian Wilmuth, el investigador que dirigió el equipo que produjo la oveja Dolly, el primer mamífero clonado del mundo, también ha solicitado autorización para clonar embriones humanos con fines experimentales, aunque todavía no se le ha concedido. En el momento actual solamente está legalizada la clonación de embriones humanos con fines experimentales en Singapur, China y Corea del Sur. Por tanto, la opción de obtener células madre embrionarias humanas para fines experimentales o terapéuticos, a partir de embriones humanos clonados no parece ser, por el momento, de interés práctico, por lo que no vamos a insistir más en ella.
La tercera posibilidad es la fecundación in vitro. Esta es la que está siendo realmente utilizada, por lo que a ella nos vamos a referir más detenidamente. En efecto, los embriones humanos congelados sobrantes de la fecundación in vitro, son los ahora utilizados para la obtención de las células madre.
Para asegurar una mayor eficiencia de las técnicas de procreación asistida, en cada ciclo de estimulación ovárica al que la mujer es sometida, se obtiene un número elevado de ovocitos, que tras ser fecundados dan lugar a un número, asimismo elevado de embriones, normalmente más de tres. De los embriones obtenidos, un cierto número se implanta en la mujer y el resto se congelan por si pueden ser utilizados con posterioridad. Esta práctica presenta dos problemas éticos importantes. El primero es que si se implanta un elevado número de embriones para hacer más probable el embarazo, en muchos casos se consigue éste, pero se obtienen gestaciones múltiples, en ocasiones de cinco o más embriones. Estas gestaciones múltiples son peligrosas para madre e hijos, por lo que muchas veces se recurre a la denominada reducción embrionaria, que llana y simplemente consiste en destruir algunos de esos embriones dentro del vientre de su madre, para permitir que solamente dos o tres de ellos continúen gestándose. Creo que no es necesario insistir en la negativa valoración ética que esta práctica merece.
El segundo problema ético que se plantea es que hay que congelar los embriones humanos sobrantes, práctica en sí misma rechazable, pues requiere considerar al ser humano como un producto manipulable. Además, un problema añadido es que, ineludiblemente, con el tiempo se va generando un banco de embriones congelados, a los que es difícil darles una salida acorde con su dignidad humana. En el momento actual, en nuestro país, pueden existir más de 200.000 de estos embriones congelados, pues según declaraciones recientes de uno de los codirectores del Instituto Valenciano de Infertilidad, el Dr. Remohí, solamente en su clínica hay más de 20.000 embriones congelados. Pues bien, de estos embriones congelados sobrantes de fecundación in vitro es de donde se están obteniendo en el momento actual las líneas celulares a partir de las cuales se consiguen las células madre embrionarias útiles para investigaciones biomédicas. Por ello, a estos embriones congelados y a su manipulación técnica vamos a referirnos más detenidamente.
Dos son los principales problemas relacionados con estos embriones congelados. El primero cómo evitar que sigan almacenándose y el segundo qué hacer con los actualmente existentes.
Para evitar que haya que almacenar nuevos embriones congelados, el anterior gobierno aprobó la ley de Reproducción Asistida el 23 de noviembre de 2003, que venía a sustituir a la del mismo nombre de 1988. En la nueva ley se proponía que no se pudieran obtener más de tres ovocitos en cada ciclo de estimulación ovárica, que se deberían fecundar todos los ovocitos obtenidos, y que no se podrían implantar más de tres embriones. Si verdaderamente se implantaran todos los embriones generados y por otro lado su número nunca fuera superior a tres, se habrían solucionado los dos problemas anteriormente comentados existentes alrededor de la utilización de embriones sobrantes de fecundación in vitro, la reducción embrionaria y la generación de bancos de embriones congelados.
Sin embargo, en el mismo proyecto de ley se incluía la posibilidad de que pudieran existir casos excepcionales en los que se permitiera generar e implantar más de tres embriones. Dichas excepciones deberían ser reguladas por un reglamento posterior que debería haber sido propuesto por la anterior ministra de Sanidad, Ana Pastor. Este proceso legal, como otras muchas cosas de nuestro país, fue violentamente interrumpido por el desgraciado acontecimiento del 11 de marzo de 2004. Sin embargo, desde el 23 de noviembre de 2003 hasta el 11 de marzo se fueron marcando algunas de las directrices que regularían las excepciones a la ley de 23 de noviembre.
Ya muchos nos temíamos, y así lo manifestamos por escrito en diversos medios de comunicación social, que el número de excepciones iba a ser tan amplio que prácticamente se podrían generar, fecundar e implantar más de tres embriones en la mayoría de los casos, por lo que la nueva disposición legal prácticamente quedaría vacía de contenido.
Con la llegada del nuevo Gobierno, fue retomado el tema, escuchándose con especial atención la opinión de la Comisión Nacional de Reproducción Asistida, por supuesto favorable a que el número de excepciones fuera muy amplio. Por fin, en el Consejo de Ministros de 26 de julio de 2004, último antes de las vacaciones estivales, el tan esperado reglamento vio la luz, y como se preveía, la opinión de la nueva ministra, Elena Salgado, prevaleció, y las excepciones fueron incluso más amplias, de las que, aun con una perspectiva bastante negativa, se esperaban. Prácticamente, estas excepciones eran tan generosas que incluían a la mayoría de las circunstancias por las que una pareja sin hijos pudieran solicitar la fecundación in vitro. Además, en cada caso, la última palabra la tienen los especialistas de reproducción asistida, sin duda, los más interesados en asegurar la eficiencia de sus técnicas, para lo cual el camino más fácil es aplicar la máxima liberalidad en el número de óvulos que legalmente se puedan obtener y fecundar, y el de embriones que se permita implantar. Por fin, el 30 de octubre se cerró el ciclo legal, al aprobar el Consejo de Ministros un real decreto por el que se establecen los requisitos y procedimientos para que los distintos grupos de investigación interesados puedan solicitar el iniciar investigaciones con células madre de embriones congelados sobrantes de fecundación in vitro.
Por todo lo anteriormente referido, la gran paradoja es, que una ley que nació fundamentalmente para solucionar el problema de los embriones congelados, no ha hecho sino dar apoyo legal para que dichos embriones se puedan seguir generando, por lo que el problema no solamente no se ha resuelto sino que, en el orden práctico, se ha agravado, pues a partir de ahora la congelación de embriones tendrá cobertura legal. ¡Pobres embriones humanos, que trato os damos en una sociedad que presume de estar construida sobre la piedra angular de los derechos humanos!
Pero una vez admitido que se van a generar embriones humanos congelados, cuyo uso para fines experimentales biomédicos fue autorizado por primera vez en nuestro país por la ley de 23 de noviembre de 2003, es necesario detenerse en los problemas éticos que esta realidad conlleva.
Los embriones congelados pueden tener cuatro destinos: a) ser descongelados e implantados en su madre biológica; b) ser descongelados e implantados en una madre de adopción; c) ser descongelados y utilizados para experimentaciones biomédicas; d) descongelarlos y dejarlos que mueran en paz, dándoles después el trato que un ser humano merece. Pero, sin duda, el destino más real de los embriones congelados existentes en nuestro país va a ser su utilización para fines experimentales, pues las dos primeras soluciones, aunque éticamente correctas, parece que en la práctica tienen pocas posibilidades de ser aplicadas, y para la última no parece existir voluntad de llevarla a cabo por los responsables actuales del destino de estos embriones congelados.
Admitido que fundamentalmente los embriones congelados van a ser utilizados para experimentaciones biomédicas, parece necesario realizar la valoración ética de su uso. Sin duda, el primer y gran problema es definir el estatuto biológico del embrión, es decir, ponernos de acuerdo sobre lo que ese embrión es. Sin entrar en una pormenorizada disquisición sobre esta pregunta, cabe decir que hoy día no se puede dudar razonablemente de que el embrión humano es un ser vivo de nuestra especie, y que precisamente por su carácter humano merece todo el respeto. Desde un punto de vista biológico cabe afirmar que este embrión dispone de la dotación genética completa y necesaria para su ulterior desarrollo. Que posee las capacidades biológicas requeridas para autorregular su propia evolución. Que su cualidad de ser vivo organizado, regulador de sus propias funciones biológicas, está determinada desde la primera división celular. Que gran parte de estas funciones biológicas son dependientes de interacciones celulares reguladas genéticamente por los propios blastómeros embrionarios. Que desde el cigoto, pasando por el embrión y el feto, no existe solución de continuidad en ese proceso biológico que justifique que una etapa de su desarrollo es diferente de otra. Todo ello, parece confirmar la naturaleza biológica de ser vivo organizado de ese embrión de pocos días, incluso aunque sea el embrión de una sola célula, el cigoto.
Pero una vez definido esto conviene conocer la naturaleza biológica del embrión congelado y las circunstancias que acompañan a su descongelación. Normalmente, en las clínicas de reproducción asistida, los embriones obtenidos por fecundación in vitro se implantan en el estadio evolutivo de 4 a 8 células, por lo que también los embriones sobrantes tienen este mismo número de unidades celulares. Sin embargo, para obtener las células madre embrionarias es necesario utilizar el embrión en fase de blastocisto, es decir, cuando tiene entre 60 y 200 células. Por tanto, partiendo de la base que la gran mayoría de los embriones al descongelarlos tienen entre 4 y 8 células, tras la descongelación hay que cultivarlos, revitalizarlos, para permitir que se desarrollen hasta la fase de blastocisto, para sólo entonces, como anteriormente se ha comentado, obtener las células madre embrionarias. Esta práctica, ineludiblemente requiere la destrucción de los embriones, circunstancia que matiza negativamente cualquier tipo de experimentación que se pueda realizar con las células obtenidas a partir de esos embriones destruidos, es decir, no parece de recibo la justificación ética de cualquier experimentación que presuponga la destrucción de esa vida humana, por muy importantes que sean los fines que se piensen conseguir.
Para tratar de armonizar estas dificultades éticas con el uso de los embriones congelados para fines experimentales, que no terapéuticos, algunos investigadores favorables a la defensa de la vida humana han propuesto la posibilidad de utilizar las células del blastocisto inmediatamente después de su descongelación, aduciendo que en estas circunstancias es muy probable que el embrión estuviera ya muerto y que en cambio sus células aún estuvieran vivas, y consecuentemente pudieran ser útiles para la creación de líneas celulares a partir de las cuales se pudieran obtener las células madre necesarias para experiencias biomédicas. Sin embargo, a mi juicio, esta postura tiene objetivos inconvenientes que estimo la hacen prácticamente inaplicable en la realidad médica. En efecto, en primer lugar, en el momento actual es imposible definir con seguridad si el embrión descongelado está muerto y que, sin embargo, algunas de sus células estén vivas, ya que el principal criterio para establecer el carácter de ser vivo de ese embrión es cultivarlo y comprobar su capacidad de desarrollo, cosa imposible de llevar a cabo si rápidamente se requiere utilizar sus células. Además, cuando se está decidiendo sobre la vida humana, no parece de recibo apoyarse sobre argumentos que no puedan ser claramente establecidos. Creo que bastaría la duda de que ese embrión descongelado pudiera estar vivo para excluir toda posibilidad de utilizarlo para fines distintos de su propio bien.
Pero además de todo lo anterior, existen importantes incertidumbres sobre las propiedades biológicas de estos embriones. Así, en una reciente publicación (Fértil Steril 79:1063,2003) se indica que no más del 3% de los embriones descongelados serian útiles para experimentaciones biomédicas, lo cual implica que con todos los embriones congelados actualmente existentes en Estados Unidos, no se podrían crear más de 275 líneas celulares útiles, algo absolutamente insuficiente para las necesidades de investigación que ese país tiene planteadas (Lancet 364:115,2004). Sin duda, debe ser ésta la razón última por la que la obtención de líneas celulares a partir de embriones congelados haya tenido tan poco aceptación en el Reino Unido, uno de los países europeos en donde estas prácticas están legalizadas. Incluso más, se han escuchado voces entre los investigadores de esta área de la medicina (www.hfea.gov.uk/Fortalients Guideto IVF Clinics, Junio 29-2004) que mantienen que estos embriones congelados no son de suficiente garantía para realizar experiencias a partir de sus células, pues son de baja calidad, y ésto por dos razones, la primera porque han sido previamente elegidos con un criterio de selección negativo, ya que los mejores embriones se utilizaron para ser implantados con fines reproductivos y los congelados son los de peor calidad. Por otro lado, estos embriones siempre han sido obtenidos de parejas con problemas de fertilidad, circunstancia que no sabemos en qué medida podría afectar a las células obtenidas a partir de estos embriones. Por ello, voces autorizadas han sugerido que únicamente podrían ser útiles las líneas celulares obtenidas de embriones que se produjeran a partir de gametos de personas sanas, es decir, que tanto los ovocitos como los espermatozoides, se consiguieran de este tipo de donantes. Todo lo anterior, confirma las dudas biológicas, que además de las éticas, existen alrededor de la utilización de embriones congelados sobrantes de fecundación in vitro para la obtención de líneas celulares útiles para experimentaciones biomédicas.
Otro aspecto que hay que considerar es la falsedad de la afirmación que se realiza cuando se dice que el uso de células procedentes de embriones descongelados va a permitir salvar a numerosos pacientes afectos de graves enfermedades como pueden ser Parkinson, Alhzeimer o diabetes, lo que sin duda favorecería la posibilidad ética de utilizarlos. Conviene, dejar bien establecido, como anteriormente ya se ha señalado, que con fines terapéuticos únicamente se pueden utilizar las células madre obtenidas a partir de embriones clonados generados con material genético del paciente que requiere el trasplante celular. Esto, como también antes se ha comentado, no se ha realizado hasta el momento actual, por lo que es absolutamente injustificado, más bien falso, afirmar que con estas experimentaciones se van a curar enfermos afectos de graves dolencias. Con estas experimentaciones lo que sí se puede es avanzar en el conocimiento biomédico de las primeras etapas del desarrollo humano, con las consecuencias indirectas que ello pueda tener en el campo terapéutico, pero no son útiles para su aplicación directa en la medicina regenerativa o reparadora. Es por ésto, por lo que al valorar éticamente las experiencias que se comentan, hay que dejar bien sentado que las mismas tienen finalidad experimental, lo que condiciona que su juicio ético global deba establecerse entre la conveniencia de realizar dichas experimentaciones y la ineludible realidad de que se está terminando con la vida de los embriones que dan base a las mismas. Este dilema, sin duda puede estar abierto al debate ético, pero desde mi punto de vista, ninguna experimentación biomédica, por importante que sea justifica la destrucción de una vida humana (Zenit.org-veritas, 20-XI-2004).
Los pasados 20 y 21 de octubre, se debatió en la Asamblea General de las Naciones Unidas el proyecto de convención internacional contra la clonación humana. Prácticamente todos los países están de acuerdo en prohibir la clonación reproductiva. Sin embargo, el debate sobre la llamada clonación terapéutica despierta un fuerte enfrentamiento entre los países que defienden esta opción y los partidarios de prohibir cualquier tipo de clonación. Los que están a favor defienden la propuesta de Bélgica, que quiere que se deje abierta la puerta para que cada país establezca su propia regulación. La otra opción defiende la propuesta de Costa Rica y Estados Unidos en el sentido de prohibirla totalmente. También el Vaticano se ha dirigido a la ONU para pedir que se prohíba cualquier tipo de clonación humana.
España, que se había manifestado a principios de año en contra, prefiere esperar ahora a que se inicie el debate en la Asamblea General para definir su postura. Por otra parte, la ministra de Sanidad, Elena Salgado, anunciaba a finales de septiembre que se estaba ultimando el decreto que hará posible que la investigación con células madre embrionarias sea legal y que, a finales de octubre, se podrá poner en marcha. Salgado explicaba entonces que la intención de su ministerio es que este tipo de investigaciones empiece a desarrollarse «en todo el Estado al mismo tiempo». Previamente, el 9 de julio, el Gobierno central daba luz verde a los proyectos de abrir un centro en Barcelona, el Centro de Investigación en Medicina Regenerativa, y otro en Granada, el «Nodo Central del Banco Nacional de Líneas Celulares», destinados ambos a los estudios con embriones para la obtención de células madre. El presupuesto asignado para estos centros es de 9 millones de euros para cada proyecto hasta el 2007.
Cabe recordar que los embriones para extraer células madre pueden provenir de los embriones clonados exclusivamente con fines terapéuticos (clonación terapéutica), de los bancos de embriones congelados de las clínicas de reproducción asistida y de los embriones fecundados in vitro con la finalidad de investigar. Sin embargo, en ningún caso estas investigaciones han conseguido obtener resultados terapéuticos satisfac-torios. Los únicos estudios que han podido aplicarse terapéuticamente en algunos casos con excelentes resultados son aquellos que emplean células madre adultas, especialmente los que utilizan células extraídas del propio paciente.
Para hablar sobre este tema y sobre una evidente contradicción, la que permite al Gobierno socialista invertir grandes cantidades de dinero en investigaciones que manipulan y destruyen embriones humanos, ignorando al mismo tiempo los resultados obtenidos con las células madre adultas, nos hemos puesto en contacto con el Jefe del Departamento de Biopatología Clínica del Hospital Universitario La Fe de Valencia, el doctor Justo Aznar. Sus respuestas pueden ayudar a entender una cuestión que despierta un intenso debate en la sociedad y que tiene un especial interés para todas las personas afectadas por enfermedades degenerativas, que esperan resultados de este tipo de investigaciones y que también exigen el máximo de transparencia en la información que se publica respecto a este controvertido tema.
– A pesar de que sólo las células madre adultas han resultado eficaces en ciertos tratamientos terapéuticos, como la regeneración cardiaca en casos de infartos, científicos de 67 países han apoyado recientemente la clonación terapéutica y piden a la ONU que sólo prohíba la reproductiva. ¿Qué opinión le merece esta decisión?
– Ciertamente, la clonación terapéutica se podrá utilizar a medio o largo plazo para su uso en la medicina regenerativa y reparadora, pero en el momento actual esto dista mucho de poder ser una realidad pues, para poder hacerlo, habría que obtener un clon del paciente al que se quieran transplantar las células hipotéticamente generadas. Como se sabe, hasta el momento solamente se ha clonado un ser humano, al que se le permitió vivir 14 días, según los autores coreanos que lo generaron. Sin embargo, para conseguirlo tuvieron que realizar un gran número de experiencias previas que fracasaron. Por este motivo, en el momento actual, es impensable aplicar una técnica tan poco eficiente para un uso clínico. Estimo que lo que se debe apoyar y es lo que a mi juicio ya están haciendo en los últimos meses algunos foros científicos de gran nivel, es el uso de las células madre adultas para poder reparar tejidos lesionados que deban ser sustituidos.
– La ONU está debatiendo la posibilidad de prohibir, o no, cualquier tipo de clonación humana. Países como Costa Rica y Estados Unidos se decantan por prohibirla totalmente, mientras otros quieren reglamentarla directamente desde sus respectivos países. ¿Cómo valora este debate, con posiciones tan opuestas?
– Indudablemente, las decisiones contradictorias que en este tema se generan son fruto de la disparidad de opiniones existente entre los investigadores y gran parte de la sociedad, debido fundamentalmente a los aspectos éticos tan negativos que la clonación terapéutica conlleva. Para conseguir los objetivos científicos que con ella se persiguen hay que destruir gran cantidad de vidas humanas y, específicamente la del embrión clónico obtenido para conseguir las células que han de ser transplantadas. Esta dificultad ética hace que, a pesar del interés científico que las experiencias con embriones clonados pudieran tener, éstas no sean admitidas por la negativa carga ética que tienen.
-En el caso de España, ¿qué opina de la postura de las administraciones en general, más inclinadas a apoyar la investigación con embriones?
– Parece que en este momento, en España, queramos ser pioneros de cualquier actividad científica o actitud social que vaya en contra de valores reconocidos como propios de nuestra sociedad, como pueden ser el valor de la vida humana, la estabilidad matrimonial, la enseñanza religiosa en la escuela, el mantenimiento de los acuerdos entre el Estado y la Santa Sede, el uso de símbolos religiosos en las instituciones públicas, etc. Por ello, una muestra más de esta política es la promoción de la investigación con embriones humanos. Es un peldaño más en una escalera en la que al final lo que se pretende es despojar al ser humano de la intrínseca dignidad que como tal le corresponde, para poder utilizarlo como una cosa al margen de su propio bien.
-¿Y qué le parece el anuncio que hizo en su día el Gobierno español de que dotará con 18 millones de euros a los centros de Andalucía y Cataluña para investigar con embriones humanos?
– Sin duda, esto es un asunto político que a muchos ciudadanos nos llama la atención, pues no parece de recibo que se puedan destinar cantidades tan importantes a cargo de fondos públicos cuando tantas necesidades hay en la Sanidad. Unas necesidades que no hace falta enumerar, porque son de todos conocidas.
-En su opinión, ¿a qué se debe que también la mayoría de los medios de comunicación tiendan a informar más sobre los supuestos éxitos obtenidos en investigaciones con células madre embrionarias?
– Creo que la opinión de los científicos está variando sobre la conveniencia de utilizar células embrionarias para la medicina regenerativa y reparadora, pues sin duda existen datos fehacientes de que las adultas son más eficientes. Pero, sin embargo, los medios de comunicación siempre van por detrás de los avances de la ciencia. Estoy seguro que en los próximos meses vamos a ver manifestaciones objetivas en estos medios sobre el gran valor que las células madre adultas van a tener para la medicina de este siglo XXI.
-Y con respecto a la industria biotecnológica, ¿por qué cree que continúan apoyando la investigación con embriones?
– El problema del apoyo de la industria biotecnológica es un problema difícil de enjuiciar, pues es sabido que muchas de las empresas, y entre ellas la que financió las investigaciones para clonar a la oveja Dolly, han quebrado o cerrado por no considerar rentables económicamente a corto o medio plazo, los proyectos que habían propuesto.
-Desde su punto de vista, ¿qué futuro espera a ambas líneas de investigación y qué perspectivas de obtener resultados terapéuticos tienen?
– Sin duda, aún se tardará tiempo en poder utilizar las células madre adultas o embrionarias en la medicina regenerativa y reparadora, pero, así como con las primeras se prevé que en un plazo de 5 a 10 años puedan estar siendo aplicadas en protocolos clínicos habituales, con las segundas, con las embrionarias, la gran mayoría, por no decir todos los investigadores que trabajan en este área de la medicina, están de acuerdo que el plazo para su posible aplicación asistencial es por el momento impredecible.
-Que usted conozca, además de las intervenciones llevadas a cabo en la Clínica Universitaria de Navarra y otros hospitales españoles, con corazones infartados, ¿qué aplicaciones terapéuticas positivas se han obtenido con la utilización de células madre adultas?
– Existen otros campos de la medicina, además del que se refiere al tratamiento de los infartos de miocardio, en los que se están obteniendo esperanzadores resultados. Por ejemplo, el área de la reparación de las lesiones de ligamentos de rodilla, de córnea y epiteliales, aunque también se han conseguido en otras áreas de la patología médica.
-¿Qué les diría a los pacientes con enfermedades degenerativas y otras susceptibles de curarse en el futuro con células madre?
– Les diría que miren con esperanza el futuro que se avecina pues, sin duda, con el uso de las células madre adultas se van a dar espectaculares cambios en el tratamiento de enfermedades tan importantes como pueden ser, entre otras, el Alzheimer, Parkinson, diabetes, infarto de miocardio, lesiones traumáticas y degenerativas nerviosas. Forum Libertas, 23-XI-2004.
7. Los embriones del Centro de Investigación Príncipe Felipe.
El pasado 5 de diciembre el periódico Las Provincias de Valencia publicó un artículo en el que el Dr. Justo Aznar realizaba unas reflexiones sobre los límites éticos de la investigación con embriones humanos. Aunque el artículo estaba motivado por un problema local, suscitado en un centro de investigación de la ciudad, nos parece que los argumentos que en él se esgrimen pueden tener un valor general. Por ello lo transcribimos.
He leído con atención la noticia difundida por diversos medios de comunicación de nuestra comunidad, en la que se refiere que en el Centro de Investigación Príncipe Felipe de nuestra ciudad se han conseguido generar tres nuevas líneas celulares distintas a partir de un numeroso grupo de embriones humanos. Esto, que dicho simplemente así podría parecer un hecho esperanzador, a mi me ha llenado de profunda preocupación, por no decir de inmenso desasosiego.
Como en la prensa se especifica para conseguir estas cinco líneas celulares los investigadores valencianos han utilizado 184 embriones humanos congelados. Tras la descongelación sobrevivieron 73, el 40%, y finalmente 24 consiguieron llegar a blastocistos. De ellos es de donde se obtuvieron las tan deseadas líneas celulares.
Esto, que dicho así puede quedar oscurecido por un lenguaje científico no comprensible para gran parte de los lectores, quiere sencillamente decir que para conseguir estas líneas celulares ha habido que destruir 73 embriones, es decir 73 vidas humanas, 24 de ellas ya en fase de blastocisto. Y un blastocisto no es otra cosa que un embrión, en este caso un embrión humano, de unas 100 células, que está dispuesto, si se lo permiten, no ha ocurrido así en este caso, ha anidar en el útero materno. Es decir, un ser humano al que solo le falta para poder seguir desarrollándose poder implantarse en su madre. Todos hemos sido blastocistos que hemos podido llegar a ser lo que ahora somos porque nos permitieron seguir con nuestra andadura vital. A los 24 blastocistos del Centro de Investigación Príncipe Felipe este derecho, para mi inalienable, les ha sido injustamente denegado.
Soy un enamorado de la ciencia. Creo que eso nadie podrá ponerlo en duda, pues más de 500 trabajos de investigación por mi publicados así lo avalan. Pero más que a la ciencia amo a la vida. Por esto no puedo callar, no puedo hacerlo en conciencia, cuando contemplo como se alaba la destrucción de unos seres humanos de pocos días en aras de unas hipotéticas importantes investigaciones biomédicas, pues en este caso esos 24 blastocitos, y por supuesto también los 184 que fueron descongelados, fueron generados para ser destruidos, algo que ni el más prometedor proyecto investigador podría justificar.
Sin duda, se lo que supone conseguir publicar, pues lo he hecho, en una de esas cuatro o cinco revistas científicas, Nature, Nature Genetics, New England Journal of Medicine, Journal of Clinical Investigation, que están en la punta del iceberg de la investigación mundial. Sé lo que significa para un hombre de ciencia ver su nombre impreso en una de esas publicaciones, pero también se lo que vale una vida humana, y con toda firmeza he de afirmar, que cualquier trabajo científico queda oscurecido, queda degradado, si para conseguirlo hay que destruir una sola vida humana, aunque sea una vida tan incipiente como la de esos 24 blastocistos del Centro de Investigación Príncipe Felipe a los que no se les ha permitido vivir.
Tendríamos que reflexionar todos, pero especialmente quienes autorizan y soportan económicamente estas investigaciones. Hay que transmitir a la sociedad que no hay ninguna experimentación biomédica, por importante que parezca, que justifique terminar con uno solo de esos pequeños embriones, los más débiles de los débiles entre los seres humanos.
No cabe duda de que me alegro de los logros científicos de mis colegas valencianos, y les animo a seguir avanzando por ese no siempre fácil camino de la investigación científica, pero aún me alegraría más si en nuestros hospitales, si en nuestros centros de investigación, no se terminara con la vida de un ser humano más en aras de una pretendidamente importante investigación científica.
Animo a nuestros científicos a que continúen sus investigaciones por caminos que sean absolutamente respetuosos con la vida humana, a que su ciencia avance de la mano de la vida, para que cualquier vida, incluida la de los 24 blastocistos del Centro de Investigación Príncipe Felipe, sea respetada, y para que de ahora en adelante la muerte de un embrión sea considerada como la muerte de un ser humano y a la ciencia que haya que construir sobre la destrucción de una sola vida humana se la proscriba.
8. Un grupo de científicos españoles hace una declaración favorable a la defensa de la dignidad del embrión humano.
Más de 200 científicos y profesores universitarios hicieron público el pasado lunes 11 de diciembre un manifiesto en el que muestran su discrepancia con algunos de los contenidos del Proyecto de Ley de Investigación en Biomedicina, que se debatió el jueves día 14 del mismo mes en el Congreso de los Diputados de España y que fue aprobado por mayoría al ser apoyado por el grupo socialista.
El manifiesto -promovido por Luis Franco Vera, de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales y catedrático de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad de Valencia- ha sido firmado por 14 académicos, dos científicos galardonados con el Premio Jaime I, 39 catedráticos universitarios y más de 150 investigadores y profesores.
En primer lugar, y “desde un punto de vista estrictamente científico”, afirman que “no tienen sentido las distinciones semánticas, al llamar preembrión al embrión obtenido por fecundación in vitro”.
Los científicos señalan que hay datos que hacen «inadmisible desde un punto biológico identificar al embrión como una simple masa de células, ni siquiera en los días anteriores a su implantación», y añaden que el embrión es “un organismo individual de la especie Homo sapiens, ciertamente en estado incipiente de desarrollo, pero no por ello merecedor de un estatuto biológico distinto al del adulto”.
Sobre el uso terapéutico de células madre, quieren evitar la “creación de falsas esperanzas en el uso de células madre de origen embrionario”, ya que “esas células no han dado lugar hasta ahora a aplicaciones realmente terapéuticas en seres humanos”.
“Es más -añaden- la elevada tasa de proliferación de las células embrionarias provoca, en más de 60 % de los animales en que se implantan, la aparición de tumores”.
Sin embargo, apuestan por el empleo de las células madre de origen adulto, que “han dado lugar ya al tratamiento de más de 70 patologías humanas de diverso tipo y son numerosos los protocolos de experimentación clínica en marcha, con resultados prometedores en muchos casos”.
Mientras “son 544 los protocolos que utilizan células madre adultas, no se ha presentado ninguno con células de origen embrionario”, puntualizan.
Finalmente, hacen “un llamamiento para que la discusión científica se lleve a cabo con ánimo abierto, de modo que, basándose en argumentos científicos, cada uno pueda emitir rectamente un juicio ético sobre los diversos modos de actuar en la investigación biomédica”.
9. Cómo se valora la investigación con embriones humanos en las distintas religiones.
Es evidente que la valoración ética de las investigaciones científicas no debe ser dependiente de ningún juicio religioso, sino que dichas investigaciones, como cualquier acto humano, merecen una valoración ética por si mismas. Pero también es cierto que el juicio ético que las distintas religiones den a las experiencias científicas no puede ser desdeñado y debe ser considerado como un dato más, sin duda importante, cuando de establecer un juicio moral sobre ellas se trata.
En este sentido, nos parece muy interesante considerar la valoración ética que distintas religiones dan a la investigación con embriones humanos. Esto fue debatido en un Simposio, organizado por la “Progress Educational Trust”, una organización sin ánimo de lucro del Reino Unido, bajo el título de “Is The Embryo Sacrosant? Multi-Faith Perspectives”, que fue celebrado en Londres el pasado mes de noviembre, con participación de representantes de las principales religiones del mundo y por científicos y otros expertos sin adscripción religiosa alguna. Algunas de las conclusiones de dicho Simposio se han publicado en Nature Medicine (15; 4, 2009). De entre ellas sacamos lo específicamente referido a las células madre embrionarias.
Aunque se concluye que las células madre embrionarias pueden ser un adecuado material experimental para poder tratar importantes enfermedades como Alzheimer, Parkinson o diabetes, su uso tiene objetivas dificultades éticas, pues ellas solamente pueden ser obtenidas de embriones humanos de cinco días, el blastocisto, “en un proceso que requiere su destrucción”.
Además como existen muchos embriones sobrantes las técnicas de procreación asistida, muchos creen que estos se deberían utilizarse para investigaciones biomédicas antes de proceder a su destrucción, decisión que, en muchos casos, está influida por las creencias religiosas de los investigadores.
A nuestro juicio, aquí ya hay una grave objeción ética que hacer, pues indudablemente los embriones sobrantes de la fecundación in vitro, son destruidos si se utilizan para extraer de ellos células madre embrionarias, por lo que no vemos diferencia moral entre la destrucción de estos embriones o la de otros creados explícitamente para fines experimentales.
Ya con respecto al valor que las distintas religiones dan a la vida humana embrionaria, gran parte de ellas no le dan el mismo valor que a una vida humana adulta, incluso algunos creen que su transformación en una persona humana sólo ocurre cuando el embarazo progresa, generalmente con la animación del embrión. Este juicio moral no solamente difiere entre las distintas religiones, sino también entre los miembros de una misma religión. A pesar de ello, la gran mayoría de las religiones creen que el embrión humano de pocos días merece una cierta protección.
En la ley judía se considera que un embrión humano tiene una vida en potencia y por ello debería ser tratado con el mayor cuidado y atención. Sin embargo, esta valoración general parece poco definida, pues según se especifica en la Halacha (la ley religiosa judía) se pueden distinguir seis estadios en el desarrollo del embrión humano (Nature Medicine, 15; 238-239, 2009). En los dos primeros estadios, el de embrión preimplantado y el de embrión hasta los 40 días después de la fecundación, se podría experimental con él, pues según algunos expertos judíos, este embrión preimplantado por sí mismo, no tiene capacidad de desarrollarse a un ser humano adulto. Así pues, parece generalmente aceptado entre los judíos que el embrión preimplantado no tiene la misma sacralidad que un embrión implantado, por lo que podría ser utilizado para investigaciones biomédicas. Además, piensan que la creación de embriones por fecundación in vitro específicamente destinados para investigaciones biomédicas puede ser moralmente lícito. En oposición a ello, los embriones implantados no podrían ser utilizados para estas investigaciones, aunque la línea de separación entre preimplantación e implantación, lo que ocurre a los 14 días de vida, no está bien definida en la ley judía.
Un informe completo sobre la valoración moral del uso de embriones humanos para experimentaciones biomédicas, puede encontrarse en Assia Jew Med Ethics. 4; 34-54, 2004.
Para los musulmanes, abortar un embrión después de la animación, lo que consideran ocurre entre los 40 y 120 días después de la fecundación, es considerado un crimen, de acuerdo con los representantes musulmanes en el Simposio que estamos comentando.
Los anglicanos, según la opinión del Obispo de Swindon y miembro del “Gene Therapy Advisory Committe” del Reino Unido, hay que hacer la distinción entre las posiciones gradualistas y absolutistas. La posición gradualista es apoyada por los principales grupos de la Iglesia de Inglaterra, manteniendo que el embrión de menos de 14 días, es decir el embrión preimplantado, no puede ser considerado como una persona, mientras que para los absolutistas, un embrión es una persona desde el momento de la fecundación.
La Iglesia Católica defiende esta misma posición, por lo que un embrión humano es moralmente inviolable desde la fecundación, pues es portador de toda la dignidad atribuible a la persona humana. Esto queda claramente establecido en la última Instrucción de la Congregación para la Doctrina de la Fe, “Dignitas Personae”, hecha pública el pasado 12 de diciembre.
Finalmente en el Simposio se trató el tema de las células iPS, concluyéndose que su descubrimiento debía ser recibido con satisfacción, pues de ellas podrían obtenerse líneas celulares similares a las embrionarias sin tener que destruir embriones humanos, aunque según la opinión de los expertos podrían surgir nuevos problemas éticos, si los científicos pudieran encontrar el método para crear, a partir de las células iPS, células totipotentes, de las cuales pudiera generarse un embrión vivo. A esto nos hemos referido en el Informe que aparece en este mismo número de Provida Press.
Justo Aznar.