El ídolo caído
El genetista español Francisco J. Ayala[1], fallecido el 5 de marzo de 2023, nacionalizado estadounidense, ha sido uno de los científicos más reconocidos de los Estados Unidos en los últimos tiempos. Su nombre estuvo unido a la Universidad de California en Irvine, a la que prestigió e incluso financió con hasta 10 millones de dólares producto de los premios que recibió y el rendimiento de su propio negocio vinícola.
Después de estudiar Física y Filosofía en la Universidad de Salamanca, llegó a ser ordenado dominico, aunque antepuso su interés por la ciencia y decidió abandonar el sacerdocio en menos de un año. Se trasladó a Estados Unidos, doctorándose en genética bajo la tutela del conocido neodarwinista Theodosius Dobzhansky en 1964.
Así dio comienzo a una intensa y exitosa etapa como investigador, en la que se centró en el reloj molecular de la evolución y el estudio de determinadas enfermedades parasitarias, que compaginó con otras actividades: el fomento de la enseñanza en las escuelas de las teorías de la evolución; la publicación de numerosos artículos y libros; y dando conferencias e interviniendo en debates públicos en los que siempre defendió la compatibilidad de la ciencia con la religión. Ello le llevó a formar parte del consejo de gobierno de la Academia Nacional de Ciencias y presidente del consejo de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia. Fue asesor científico del presidente Bill Clinton y premiado con la Medalla Nacional de la Ciencia de EEUU, que le impuso George W. Bush en 2001. La Fundación que organiza la entrega de este galardón destacó así sus méritos:
“Por sus descubrimientos teóricos y experimentales sobre el origen de las especies, la diversidad genética y la dinámica de poblaciones, que condujeron a una nueva comprensión de la evolución biológica, y por sus distinguidas contribuciones a la educación, la promoción de la comprensión pública de la ciencia y la filosofía y ética de la empresa científica”[2].
También recibió la Medalla de Oro Honoraria Gregor Mendel de la Academia Sueca de las Ciencias y el premio Templeton, el premio mejor remunerado del mundo. Distinguido como doctor honoris causa por veinte universidades de todo el mundo y acogido como miembro de las Academias de Ciencias nacionales de Rusia, España, Italia y México.
El buen nombre y el reconocimiento público del que gozaba Francisco J. Ayala se vino abajo en 2018 cuando, a sus 84 años y estando activo en sus funciones en la Universidad de California Irvine, fue acusado de acoso sexual. Los investigadores de la Universidad afirmaron que algunas mujeres de su entorno se sintieron profesionalmente perjudicadas por su conducta y concluyeron que Ayala infringió las políticas de acoso sexual y discriminación por razón de sexo de la UC Irvine en los casos de tres de las cuatro mujeres que presentaron denuncias contra él. “A diferencia de muchos acosadores que tienen relaciones sexuales con estudiantes o las presionan directamente para tener sexo, Ayala no cruzó esos límites”, señala Ann Olivarius, especializada en acoso sexual y que revisó el informe de UC Irvine a petición de Science. “Pero es evidente que hizo que varias mujeres se sintieran degradadas. (…) Altos cargos de la universidad le advirtieron que dejara de actuar así, pero él continuó”[3].
La universidad le despidió de inmediato y el nombre de Ayala fue retirado de la Facultad de Ciencias Biológicas, así como de becas, programas académicos y cátedras subvencionadas. Y aunque más de cien académicos de la UCI y de todo el mundo firmaron una declaración en la que expresaban su preocupación, pues las sanciones constituían ”una reacción exagerada masiva”[4], ya nada cambió, para su buen nombre la suerte estaba echada.
La respuesta de los medios ante la noticia de su fallecimiento ocurrida el pasado 4 de marzo ha sido discreta. Por ello destaca el panegírico que le dedicó el físico teórico Lawrence M. Krauss, en las antípodas religiosas de Ayala, a quien califica de “Gran Científico, Erudito y Caballero”, resaltando lo que Wikipedia dice de él: “Es conocido por sus investigaciones sobre genética de poblaciones y evolutiva, y se le ha llamado el «Hombre del Renacimiento de la Biología Evolutiva». Sus descubrimientos han abierto nuevas vías para la prevención y el tratamiento de enfermedades que afectan a cientos de millones de personas en todo el mundo”[5].
Profundizó en el pensamiento de Darwin
Resaltó la importancia de la aportación de Darwin, destacando lo que fue su descubrimiento fundamental: que en la naturaleza hay un proceso que es creativo aunque no sea consciente. La selección natural implica que ciertos genes y combinaciones genéticas se transmiten a las generaciones siguientes en promedio más frecuentemente que sus alternativas. La selección natural no trata de obtener tipos de organismos predeterminados, sino sólo organismos que están adaptados a sus ambientes presentes. Las variables que determinan en qué dirección irá son el ambiente, la constitución preexistente de los organismos y las mutaciones que emergen al azar. Por tanto, la selección natural es un proceso creativo que puede explicar la aparición de novedad genuina. Pero no “crea” las entidades sobre las que actúa, sino que produce combinaciones genéticas adaptativas que de otro modo no hubiesen existido.
Por ello, afirma que Darwin completó la revolución copernicana al extender a la biología la noción de la naturaleza como un sistema de materia en movimiento que la razón humana puede explicar sin recurrir a agentes extranaturales.
Este poder creativo, que Ayala defiende que existe en la naturaleza, no se refiere a una creación “absoluta”. Como él explicó tantas veces, esa creación absoluta se da en el origen del universo y queda fuera del análisis científico: “La creación u origen del universo implica una transición de la nada al ser. Un fenómeno de transición sólo se puede investigar científicamente si tenemos cierto conocimiento sobre los estados y entidades a ambos lados de la frontera. La nada, sin embargo, no es objeto de investigación o comprensión científica.”[6]
“La constitución genética de una persona puede clonarse; el individuo, no.”
Cuando se habla de clonación[7] nos podemos referir a la clonación de genes, la clonación de células o la clonación de individuos, y todos estos campos han sido objeto de estudio y de interesantes aportaciones por parte de Ayala.
La clonación humana ha estado en el punto de mira de la imaginación popular y de la ciencia ficción, pero no solamente eso, sino que, en la medida que se han producido espectaculares avances en el conocimiento y la tecnología genética, también se han sugerido utópicas propuestas científicas para mejorar la raza humana. El profesor Ayala se ha encargado de rebajar estas expectativas afirmando de forma rotunda que el genoma no es suficiente para saber lo que somos, por lo que resulta imposible la clonación humana en sentido estricto. En efecto, hay que distinguir el genotipo o genoma, la constitución genética del individuo, en contraste con su fenotipo, lo que el individuo es.
El fenotipo de una persona incluye su morfología, fisiología, comportamiento, preferencias, valores morales, preferencias estéticas, creencias religiosas y, en general, todos los rasgos de su cultura adquiridos por imitación, aprendizaje o de cualquier otra manera, y que son parte de la evolución cultural. Y esto significa que el genotipo de esa persona tiene un número ilimitado, prácticamente infinito, de experiencias posibles. Está claro que el genotipo influye en lo que el individuo es, pero es algo igualmente claro que no lo determina en un sentido estricto. Las experiencias de un individuo humano a través de toda su vida, conscientes o no, influyen en lo que el individuo resulta ser. Por tanto, no hay razón alguna para esperar que los genomas de individuos con atributos excelentes produzcan, al ser clonados, individuos igualmente dotados de virtud o inteligencia. Genomas idénticos producen, en entornos diferentes, individuos que pueden ser muy distintos.
Es importante señalar que la tecnología de la clonación, la clonación del genoma, aún no se ha desarrollado hasta el punto de hacer posible la producción de un individuo humano sano, mediante clonación. Pero lo verdaderamente importante es que el individuo producido por clonación sería una persona muy diferente de aquella cuyo genotipo se clona.
La moralidad es un rasgo humano único
Darwin ya sostuvo que el sentido moral o conciencia es la diferencia más importante entre los humanos y los demás animales. Sin duda, es la doble faceta de filósofo y genetista lo que ha permitido a Ayala profundizar en la idea y proponer la capacidad ética como un atributo necesario de la naturaleza humana.
En primer lugar, Ayala define el comportamiento moral como “las acciones de una persona que tiene en cuenta de forma comprensiva el impacto que las acciones tienen en los demás.”[8] Y considera que la cuestión de si el comportamiento ético está determinado biológicamente puede referirse tanto a la capacidad para la ética (es decir, la propensión a juzgar las acciones humanas como correctas o incorrectas), como a las normas morales aceptadas por los seres humanos para guiar sus acciones. Para afirmar que la capacidad ética es un atributo necesario de la naturaleza humana, mientras que las normas morales son producto de la evolución cultural, no de la biológica.
Según Ayala, los seres humanos tienen sentido moral porque su constitución biológica determina la presencia de tres condiciones necesarias para el comportamiento ético: la capacidad de prever las consecuencias de las propias acciones, la capacidad de emitir juicios de valor y la capacidad de elegir entre cursos de acción alternativos. Estas capacidades derivan del elevado grado de inteligencia alcanzado por el ser humano en su proceso evolutivo. El comportamiento ético surgió en la evolución no porque sea adaptativo en sí mismo, sino como consecuencia necesaria de las eminentes capacidades intelectuales del hombre, y éstas sí que son un atributo directamente promovido por la selección natural. En efecto, el desarrollo de las capacidades intelectuales avanzadas se vio favorecido por la selección natural, porque la construcción y el uso de herramientas mejoraron la posición estratégica de nuestros antepasados bípedos, una vez liberadas las extremidades anteriores para la función locomotora.
El ser humano es Homo moralis porque es Homo rationalis. La capacidad de anticipar las consecuencias de los propios actos está estrechamente relacionada con la capacidad de establecer la conexión entre medios y fines; es decir, de ver un medio precisamente como un medio, como algo que sirve a un fin o propósito concreto. Esta capacidad de establecer la conexión entre los medios y sus fines requiere la capacidad de anticipar el futuro y de formarse imágenes mentales de realidades no presentes o incluso no existentes. La capacidad de establecer la conexión entre medios y fines resulta ser la capacidad intelectual fundamental que ha hecho posible el desarrollo de la cultura y la tecnología humanas.
Esta capacidad para la ética es el resultado de una evolución gradual, pero es un atributo que sólo existe cuando las capacidades intelectuales alcanzan un grado avanzado tal que la formación de conceptos abstractos y la anticipación del futuro son posibles, sin que seamos capaces de determinar cuándo se cruzó este umbral. Aunque sí que sabemos que fenómenos semejantes se dan en otros desarrollos evolutivos, por ejemplo: en los orígenes de la vida o la pluricelularidad; y también en el mundo físico, como es la transición del agua, que a los 100°C comienza la ebullición y el paso de líquido a gas se inicia de repente.
Corroborando su idea, Ayala cita al destacado psicólogo Steven Pinker cuando escribe que “la moralidad no es un tema cualquiera de la psicología, sino que está cerca de nuestra conexión con el sentido de la vida. La bondad moral es lo que nos da a cada uno de nosotros la sensación de que somos seres humanos dignos.”[9]
Su legado permanecerá
Su nombre ya no luce en la entrada de la que fue su Escuela, pero sus descubrimientos seguirán beneficiando a millones de personas y sus enseñanzas permanecerán, nos ha hecho ver la diferencia de ser humanos.
Manuel Ribes
Instituto Ciencias de la Vida
Observatorio de Bioética
Universidad Católica de Valencia
[1] Lawrence M. Krauss Francisco Ayala, March 12, 1934 – March 3, 2023, Scientist, Scholar, and Religious Defender of Science Critical Mass Mar 5 2023
[2] Sara Grossman Francisco J. Ayala National Medal of Science – National Science and Technology Medals Foundation
[3] Meredith Wadman Report gives details of sexual harassment allegations that felled a famed geneticist | Science Science News 20 Jul 2018
[4] Teresa Watanabe Banishment of an acclaimed UC Irvine professor sparks debate over whether #MeToo can go too far Los Angeles Times oct 13, 2018
[5] Lawrence M. Krauss Francisco Ayala, March 12, 1934 – March 3, 2023, Scientist, Scholar, and Religious Defender of Science Critical Mass Mar 5 2023
[6] Francisco J. Ayala En el centenario de Darwin Ludus Vitalis, vol. XVII, num. 32, 2009, pp. 1-16.
[7] Ayala, F. J. (2019) ¿Clonar humanos? Límites de la eugenesia Arbor, 195 (792): a502
[8] Francisco J. Ayala. The difference of being human: Morality PNAS. May 5, 2010 107 (supplement_2) 9015-9022
[9] Ibid.
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