En los últimos años, Corea del Sur se ha situado entre los países con menor tasa de fertilidad del mundo. En 2018 alcanzó valores que se situaban por debajo de 1, es decir, menos de 1 hijo por mujer en edad fértil, y desde entonces, las cifras de nacimientos no han dejado de descender.
Según nuevos registros de 2022, la tasa de fertilidad del país asiático ha vuelto a caer, convirtiéndose en el país que registra menos nacimientos por mujer del mundo, 0,78 bebés por mujer. Según la agencia Bloomberg, este hecho está agravando aún más los desafíos del envejecimiento demográfico para la economía.
La República de Corea presenta ahora una pirámide poblacional de tipo regresiva (o bulbo), con una base más estrecha que la central y un porcentaje de personas mayores significativo.
Este tipo de pirámides son típicas de países desarrollados que presentan una tasa de natalidad y mortalidad bajas, con un crecimiento natural bajo, dando lugar a una población envejecida con tendencia, en este caso, a serlo cada vez más.
Las causas
Según distintas fuentes, las causas de la disminución de fertilidad se deben a distintos factores como el alto costo de la vida, la presión económica o la desigualdad entre hombres y mujeres en el ámbito laboral.
Según la corresponsal de la BBC en Seúl Jean Mackenzie, “el país tiene la mayor diferencia salarial entre hombres y mujeres de todos los países ricos y muchas de ellas se ven en la tesitura de elegir entre tener hijos o una carrera profesional”.
En países como Corea del Sur hay un contexto social basado en la producción de riqueza que empuja cada vez más a la adicción al trabajo y al crecimiento profesional. Esto afecta al envejecimiento poblacional, generándose consecuencias económicas negativas como un mayor gasto público derivado del aumento de las necesidades médicas de las personas de edad avanzada y las pensiones, o la disminución de la mano de obra.
Pero también hay que destacar cómo afecta en el estilo de vida de las personas, el hecho de retrasar o rechazar la formación de una familia o el cambio de los hogares compartidos por los compuestos por una sola persona. Tal como explicamos en otra ocasión en el Observatorio de Bioética, un estudio publicado en la revista médica The British Journal of Psychiatry identificó que el aislamiento, la falta de apoyo social o el no poder comunicarse con otra persona aumentan considerablemente las tasas de depresión y suicidio a niveles preocupantes.
El pasado 8 de marzo, el presidente surcoreano Yoon Suk Yeol insistió en la necesidad de tomar medidas para afrontar estas alarmantes cifras. También el primer ministro de Japón, Fumio Kishida, ha anunciado que combatir la baja tasa de natalidad será la principal prioridad de su Gobierno. Para ello pretende implantar un paquete de medidas «sin precedentes» para fomentar la natalidad, recurriendo a fuentes financieras estables según ha anunciado la televisión pública japonesa NHK.
Como se muestra en el siguiente gráfico del Instituto de estadística de la UNESCO, son muchos los países que presentan tasas de natalidad muy por debajo de las necesidades de relevo generacional, con las desastrosas consecuencias actuales, pero sobre todo futuras que ello conlleva. La paulatina pérdida del valor de la familia, lugar privilegiado para la transmisión de la vida, la crianza y la educación de los hijos, debe tenerse en cuenta como una de los factores más determinantes del colapso demográfico al que conducen las sociedades que se construyen sobre el afán de riqueza, de inspiración hedonista, que fomentan el individualismo y la insolidaridad.
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