Cuantificar la creatividad en los trabajos de investigación
La sociedad tiene asumido que los avances científicos revolucionarios y la innovación constituyen el motor de la prosperidad, y, por ello, a lo largo de los años se han ido incrementando los recursos destinados a la investigación. En Estados Unidos, los fondos destinados a este capítulo se han multiplicado por más de diez, descontada la inflación, en el período desde 1955 a 2020. Y, según registros de la Unesco, en los últimos años la inversión en investigación a nivel global ha crecido más rápido que la economía. Los países más adelantados dedican más del 3% de su PIB a investigación.
Por ello es relevante preguntarse por la salud de la actividad investigadora y cómo van evolucionando sus resultados, o sea, si el aumento de la financiación y del número de científicos se ha traducido en un aumento proporcional de los descubrimientos científicos.
Un estudio publicado en Nature[1] el pasado mes de enero se centra en esta cuestión, es decir, en cómo definir si un artículo científico define nuevas direcciones de investigación y cómo cuantificar esta característica de creatividad en la producción científica a través del tiempo, constatando “un marcado declive de la ciencia y la tecnología disruptivas a lo largo del tiempo”. Russell J. Funk, coautor del artículo, aclara que la ciencia disruptiva es “un trabajo que rompe con el statu quo y traza nuevas direcciones para la investigación científica”.[2]
Un estudio original
El documento titulado Los artículos y las patentes se están volviendo cada vez menos disruptivos, firmado por profesores de las Universidades de Minnesota y Arizona, estudia cómo discernir las contribuciones científicas que simplemente mejoran las corrientes de conocimiento existentes de aquellas que trastornan el conocimiento actual, dejándolo obsoleto e impulsando la ciencia y la tecnología en nuevas direcciones. Y cómo cuantificar la evolución a través del tiempo.
Los autores razonaron que, si un estudio era muy rompedor, las investigaciones posteriores tendrían menos probabilidades de citar las referencias del estudio y, en cambio, citarían el propio estudio. A partir de este concepto se crea un nuevo indicador que mide la capacidad disruptiva, el índice CD. Con ello han analizado 25 millones de artículos científicos, en todos los campos de la ciencia, lo que supone cientos de millones de citas, y 3,9 millones de patentes, abarcando un período de más de 60 años, desde 1945 a 2010.
En el mismo estudio se señala que los artículos disruptivos también pueden identificarse a partir de un análisis del lenguaje. Mientras en los artículos disruptivos se utilizan palabras que evocan descubrimiento o creación («producir», «determinar»), en los artículos más basados en la consolidación se utilizan términos que evocan la mejora de un proceso existente («potenciar», «mejorar», «asociar»). El propio lenguaje delata el carácter más o menos innovador del trabajo.
Los autores concluyen que, en todo el período analizado, se observa una fuerte disminución del carácter disruptivo de la investigación, los estudios verdaderamente revolucionarios, mantenida a lo largo del tiempo, y un predominio de las investigaciones que avanzan de forma incremental.
Se confirma lo que ya se sabía
No es este el primer análisis que trata de explorar cómo evoluciona la actividad innovadora, alcanzando parecidos resultados. Como en el propio artículo se indica, existen “estudios (que) documentan un descenso de la productividad de la investigación en semiconductores, productos farmacéuticos y otros campos”. Un extenso estudio realizado en 2020 por un grupo de investigadores de la Universidad de Northwestern y la Universidad de Chicago[3] sobre 1.800 millones de citas entre 90 millones de artículos de 241 temas afirmaba que “una idea novedosa que no encaje en los esquemas existentes tendrá menos probabilidades de ser publicada, leída o citada” y constatan que “ahora se necesita mucho más esfuerzo de investigación y dinero para obtener los mismos resultados científicos: la productividad está disminuyendo considerablemente”. Otro artículo publicado también en 2020 por un grupo de investigadores de la Universidad de Stanford y el MIT[4] determinaba: “Nuestra sólida conclusión es que la productividad de la investigación está cayendo bruscamente en todas partes”.
Sin acuerdo sobre las causas
Pero mientras se afianza la idea de una importante y duradera regresión en la innovación, no existe una explicación de consenso sobre sus causas. Los autores del trabajo publicado en Nature atribuyen esta tendencia a “la dependencia de los científicos e inventores de un conjunto más reducido de conocimientos existentes”, pues basarse en parcelas más reducidas del conocimiento no beneficia al progreso científico en general.
Otros aducen, por ejemplo, el aumento de la cantidad de conocimientos que deben adquirir los nuevos científicos para el desarrollo de su trabajo.[5] También se atribuye a la tendencia generalizada al crecimiento de los equipos de investigación en detrimento de los investigadores solitarios y pequeños equipos. Investigadores de la Universidad Northwestern y la Universidad de Chicago, que han analizado 65 millones de artículos en un período de los últimos 60 años, demuestran que los equipo pequeños han tendido a la aportación de nuevas ideas y resultados más revolucionarios, mientras que los equipos más grandes han tendido a desarrollar las teorías ya existentes.[6]
Existe una mayor coincidencia en señalar como factor determinante de este retroceso el sistema imperante de asignación de fondos para la investigación. La revisión por pares es el principal mecanismo responsable de la evaluación y gestación de la investigación científica y lo viene siendo desde hace décadas. Este es el sistema de reparto de financiación de los miles de millones de dólares que sostienen la investigación en todo el mundo.
El buen funcionamiento de este mecanismo de asignación de la financiación está en el punto de mira de muchos científicos y organizaciones, que detectan multitud de defectos. Como señaló Richard Smith, director de United Health Europe, “la revisión por pares es un proceso imperfecto, lleno de defectos fácilmente identificables y con pocas pruebas de que funcione. Sin embargo, es probable que siga siendo fundamental para la ciencia y las revistas porque no hay una alternativa obvia”, algo que resulta “comparable con la democracia: un sistema lleno de problemas pero el menos malo que tenemos”.[7]
Anna Meier concreta la causa de este descenso en lo que define como “cultura de la subvención”: la búsqueda incesante de financiación para investigar, que resulta ser un freno para proponer objetivos que rompan con el statu quo, ya que cuando “hay que conseguir una subvención y la competencia para obtenerla es tan grande, uno propone el proyecto que tiene más probabilidades de obtener financiación. Proponer algo fuera de lo común supone un enorme riesgo en tiempo y energía potencialmente desperdiciados.”[8]
Porque, efectivamente, es una realidad que las ideas o proyectos que se apartan del canon resultan menos favorecidas, como confirma un documentado trabajo bajo el título Mirando a través y mirando más allá de la frontera del conocimiento: distancia intelectual, novedad y asignación de recursos en la ciencia[9] firmado por Kevin J. Boudreau y otros, publicado en 2016 en Management Science. En él se concluye, “que las propuestas más novedosas se asocian a evaluaciones más bajas”. Su razonamiento les lleva a señalar que “los expertos que extrapolan más allá de la frontera del conocimiento para comprender propuestas novedosas son propensos a cometer errores sistemáticos, malinterpretando el trabajo novedoso. Esto implica que, en lugar de recibir evaluaciones imparciales (con errores de media cero), las propuestas novedosas se descartan en relación con su verdadero mérito, calidad y potencial”.
Algo hay que cambiar
El artículo de Park, Leahey y Funk está teniendo una importante repercusión, ya que han conseguido medir, a partir de datos, esa negativa sensación que se tiene de que la comparación con el siglo pasado en cuanto a descubrimientos que realmente cambien el mundo está siendo ciertamente desfavorable. Y si efectivamente el número de descubrimientos disruptivos no desciende en número es porque se está permanentemente redoblando el esfuerzo inversor en la investigación.
La disminución de los trabajos innovadores es probablemente el producto de muchos factores, algunos que podemos controlar y otros que no. Y sin duda entre ellos tiene un peso importante el hecho de que la ciencia actual se dedica más a publicar artículos y buscar financiación que a realizar el tipo de trabajo en profundidad que conduce a los avances.
Puesto que la ciencia es el motor de la productividad y la prosperidad, este problema se traslada a la economía real de las naciones. En el trabajo anteriormente citado redactado por un grupo de investigadores de la Universidad de Stanford y el MIT[10] se concluye que sólo para mantener un crecimiento constante del PIB por persona, Estados Unidos debe duplicar el esfuerzo de investigación cada trece años, para compensar así la creciente dificultad de encontrar nuevas ideas.
Resulta evidente que hay que cambiar cosas en el modo como se conduce la investigación científica.
Manuel Ribes
Instituto Ciencias de la Vida
Observatorio de Bioética
Universidad Católica de Valencia
[1] Park, M., Leahey, E. & Funk, R.J. Papers and patents are becoming less disruptive over time. Nature 613, 138–144 (2023). https://doi.org/10.1038/s41586-022-05543-x
[2] Colleen Flaherty The Decline of ‘Disruptive’ Science Inside Higher Ed January 17, 2023 https://www.insidehighered.com/news/2023/01/17/study-disruptive-science-decline
[3] Johan S. G. Chua, and James A. Evans Slowed canonical progress in large fields of science. PNAS 2021 Vol. 118 No. 41 e2021636118
[4] Nicholas Bloom et al. Are Ideas Getting Harder to Find? American Economic Review 2020, 110(4): 1104–1144 https://doi.org/10.1257/aer.20180338
[5] Derek Tompson, The Consolidation-Disruption Index Is Alarming, The Atlantic JANUARY 11, 2023
[6] Wu, L., Wang, D. & Evans, J.A. Large teams develop and small teams disrupt science and technology. Nature 566, 378–382 (2019).
[7] Smith R. Peer review: a flawed process at the heart of science and journals. J R Soc Med. 2006 Apr;99(4):178-82. doi: 10.1177/014107680609900414. PMID: 16574968; PMCID: PMC1420798
[8] Colleen Flaherty The Decline of ‘Disruptive’ Science. Inside Higher Ed. January 17, 2023
[9] Boudreau KJ, Guinan EC, Lakhani KR, Riedl C. Looking Across and Looking Beyond the Knowledge Frontier: Intellectual Distance, Novelty, and Resource Allocation in Science. Manage Sci. 2016 Oct;62(10):2765-2783. doi: 10.1287/mnsc.2015.2285. Epub 2016 Jan 8. PMID: 27746512; PMCID: PMC5062254.
[10] Nicholas Bloom et al. Are Ideas Getting Harder to Find? American Economic Review 2020, 110(4): 1104–1144 https://doi.org/10.1257/aer.20180338
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