Tras la administración de las vacunas contra la COVID-19 y ante la persistencia de la pandemia, llega la era de nuevos fármacos para combatirla.

Desde el 28 de marzo ya están disponibles en España las primeras pastillas de Pfizer contra la COVID-19, aunque están autorizadas por la Agencia Europea de Medicamentos (EMA) desde el 27 de enero. Según los datos aportados por la compañía, este tratamiento es eficaz en un 89% de los casos en que la enfermedad es grave si se administra en los primeros cinco días desde la aparición de los síntomas.

El medicamento, llamado Paxlovid, es un antiviral oral que bloquea la actividad de una enzima que necesita el virus para propagarse. A diferencia de Remdesivir, un antiviral para la COVID-19 cuyo uso es hospitalario, Paxlovid se administra por vía oral, se suministrará de forma ambulatoria bajo prescripción médica tanto por el médico de familia como por cualquier especialista.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha recomendado el uso de Paxlovid “en pacientes con formas no graves de la COVID-19 que corren un riesgo alto de evolucionar hacia formas graves de la enfermedad y de ser hospitalizados, como los pacientes no vacunados, mayores o inmunodeprimidos”.

Sin embargo, Paxlovid presenta diversas interacciones con fármacos cuya eliminación es por el hígado y/o riñón y está contraindicado en pacientes con patología hepática y/o renal. El hecho de que tenga una fuerte interacción con otros fármacos, limita su uso a la población más vulnerable, como son ancianos, inmunodeprimidos o pacientes que toman inmunosupresores, con cáncer, trasplante o enfermedades sistémicas. Será el médico que prescribe Paxlovid el que decida que pacientes son candidatos o no a recibir el medicamento.

Durante esta pandemia hemos conocido la alta morbi-mortalidad de este virus, debido a su afectación sistémica e incluso sintomatología post COVID-19. Existe un interrogante sobre la prescripción de este nuevo fármaco de manera generalizada, ya que, tal y como precisa Jesús Sierra, portavoz de la Sociedad Española de Farmacia Hospitalaria, “no es un tratamiento para todo el mundo, la población debe estar bien informada sobre cómo se accede. Su uso encaja solo allí donde la vacunación no ha dado resultado o en personas no vacunadas con mucho riesgo” (ver más) De hecho, la OMS ha desaconsejado su uso en pacientes de riesgo bajo, ya que los estudios han mostrado beneficios insignificantes en estos casos.

Otras cuestiones éticas que pueden plantearse ante el uso de este medicamento atañen al principio de justicia. La OMS ha señalado que “uno de los obstáculos para los países de ingresos bajos y medianos es que el medicamento solo puede administrarse en las etapas iniciales de la enfermedad; por tanto, la realización de pruebas rápidas y precisas es esencial para la eficacia del tratamiento. […] la tasa media diaria de pruebas en los países de ingresos bajos es ochenta veces inferior a la de los países de ingresos altos. Mejorar el acceso a las pruebas y el diagnóstico tempranos en los entornos de atención primaria de salud será fundamental para la distribución mundial de este tratamiento”.

Además, la OMS insta a Pfizer a mejorar la transparencia de sus precios y acuerdos y a ampliar el alcance geográfico de su licencia con el Medicines Patent Pool, ya que actualmente el número de países que pueden beneficiarse de la producción genérica del medicamento es limitado.

 

 

Rocío Marín Martínez

Natalia Escorial Castaño

Fernando Hadad Arrascue

Alumnos del Master Universitario en Bioética

Universidad Católica de Valencia