El comportamiento de bebés de ocho meses ante una conducta agresiva, es estudiado por investigadores japoneses, cuyo resultado han publicado en un artículo en la prestigiosa revista “Nature Human Behaviour”.
El objetivo principal del estudio era investigar si en la primera infancia puede establecerse un comportamiento moral en los bebés analizados evaluando su capacidad para mostrar rechazo ante actitudes agresivas hacia terceras personas y determinar si los bebés preverbales castigan y cómo castigan a los agentes antisociales que no los han dañado directamente.
Este comportamiento es exclusivo de los seres humanos y parece ser universal en todas las culturas.
Aunque el estudio evidencia este comportamiento moral en bebés de ocho meses, se desconoce en qué momento del desarrollo aparece esta capacidad en los humanos.
Antecedentes
Investigaciones previas señalan que los niños menores de 19 meses están dispuestos a castigar a las personas antisociales, evitan interactuar con ellos y esperan que las acciones antisociales sean castigadas. Además de castigar a los antisociales, también priorizan ayudar a las víctimas.
A los seis años, para castigar a un transgresor que ha actuado injustamente, son capaces de sacrificar sus propios recursos. Hasta ahora no se habían realizado experimentos de este tipo en niños preverbales.
En qué consistió el experimento
Los autores del estudio han desarrollado un paradigma cognitivo participativo utilizando técnicas de contingencia de la mirada, en las que los bebés pueden usar su mirada para señalar a los agentes que se muestran en un monitor.
En este paradigma, la fijación de la mirada en un agente desencadena que una piedra lo aplaste. A lo largo de cinco experimentos realizados con una muestra de 120 participantes, se revela que los bebés de ocho meses aumentaron la frecuencia de sus miradas selectivas al agresor después de observar interacciones agresivas y castigaron a otros que también mostraban comportamientos antisociales.
Además, tres experimentos de control excluyeron interpretaciones alternativas de su mirada selectiva, lo que sugiere que la toma de decisiones relacionada con el castigo influyó en el comportamiento de fijar la mirada selectivamente.
Estos hallazgos indican que una disposición para el castigo de personas que muestran comportamientos antisociales sobre otros individuos, no sobre los bebés del estudio, surge en la primera infancia y enfatizan la importancia del castigo sobre terceros como recurso en la interacción humana cooperativa. Esta tendencia conductual puede ser un rasgo humano adquirido a lo largo de la evolución.
Experimento 1
En la fase práctica, las primeras seis pruebas sometieron a los bebés a un control de la fijación de su mirada en un solo objeto (un círculo rojo o azul colocado alternativamente a la izquierda o a la derecha), que mantenida durante 500 ms resultó en la caída de una piedra y el aplastamiento del objeto. Esta fase se estableció para reducir el sesgo de mirada lateral. En cuatro ensayos posteriores, a los bebés se les presentaron dos objetos uno al lado del otro (un círculo rojo y un círculo azul) en lugar de un solo objeto. Cuando se fijaron en cualquiera de los dos objetos durante 500 ms, cayó una piedra y lo aplastó.
En la siguiente prueba previa, los bebés experimentaron eventos con control de fijación de la mirada idénticos a los de la fase práctica, con la diferencia de que los objetivos eran dos agentes geométricos con ojos (por ejemplo, cuadrados verdes y naranjas, como se muestra en la Fig. 1a). La posición presentada de los agentes geométricos (izquierda o derecha) fue dispuesta de modo que se obtuviera consistencia en los resultados entre la prueba previa y la prueba posterior entre los participantes.
En la fase de la película, a los bebés se les presentó una animación de interacción agresiva (20 segundos de duración) que mostraba una figura geométrica golpeando y chocando contra otra figura geométrica (Fig. 1b y Video complementario 2). Los roles de las figuras geométricas (agresor o víctima) fueron alternados entre los participantes. Después de la fase de la película, los bebés completaron una fase idéntica a la de la prueba previa.
Experimento 2
La fase de película del Experimento 2 usó aparatos y animaciones idénticos a los del Experimento 1. Los eventos sobre los que se analizada la fijación de la mirada en el Experimento 2 también fueron idénticos a los del Experimento 1, pero el contacto entre objetos y piedras o entre figuras geométricas y piedras parecía menos negativo: los materiales que caen suavemente golpean objetos o agentes con menos fuerza que en el Experimento 1.
Experimento 3
La fase de la película del Experimento 3 usó aparatos y animaciones idénticas a las del Experimento 1. Los eventos sobre los que se fijó la mirada en el Experimento 3 también fueron idénticos a los del Experimento 1 excepto que, durante la fase práctica, a los bebés se les presentaron dos objetos uno al lado del otro (un círculo rojo y un círculo azul) en las diez pruebas. Esta modificación fue para implementar una probabilidad de refuerzo del 50%. En la fase práctica, antes y después de la prueba, cuando los bebés se fijaron en uno de dos objetos, la mitad de los eventos sobre los que se fijó de la mirada involucraron al objeto (o agente) que miraban, mientras que la otra mitad involucró al objeto (o agente) que no miraron. La orden de refuerzo se aleatorizó entre los bebés; sin embargo, un evento dado de fijación de la mirada no se repitió más de tres veces.
Experimento 4
El Experimento 4 usó el mismo aparato que el Experimento 1. Los eventos sobre los que se fijó la mirada en la prueba previa y posterior, así como las animaciones en la fase de la película, también fueron idénticos a los del Experimento 1 con las siguientes excepciones: dividimos los ojos de ambas características geométricas en partes blancas y partes negras, con el objetivo de eliminar la ‘animación o agencia’ perceptible; también eliminamos la capacidad de autopropulsión de los objetos y cualquier distorsión al contacto.
Experimento 5
Igual que el Experimento 1.
Discusión
Después de observar una interacción agresiva, bebés de hasta ocho meses de edad fijaban su mirada en el agresor con más frecuencia, con la aparente intención de castigarle (Experimento 1).
Tres experimentos de control excluyeron interpretaciones alternativas de estos aumentos en las miradas selectivas al agresor: mirada preferencial a los agentes (Experimento 2), expectativa de que el agente sería castigado (Experimento 3) y percepción de las colisiones como un evento físico negativo en lugar de una agresión. (Experimento 4).
Finalmente, los investigadores replicaron el Experimento 1 para confirmar que sus hallazgos indicaban fenómenos psicológicos sólidos (Experimento 5).
Aunque muchos estudios del desarrollo han revelado que los bebés pueden evaluar las acciones morales de los demás, el comportamiento moral de los bebés preverbales hacia los demás no ha sido investigado previamente. Los hallazgos establecen una conexión entre la evaluación moral y el comportamiento moral entre los bebés preverbales, acercándonos a dilucidar la conducta moral temprana. En general, los bebés de ocho meses parecen castigar a personas antisociales en contextos de relación hacia terceras personas, no hacia el propio bebé, usando su mirada, lo que indica que el castigo hacia terceros surge mucho antes de lo que se pensaba.
Además, Los hallazgos de los investigadores indican que las motivaciones del castigo son probablemente intrínsecas, más que resultados extrínsecos del aprendizaje cultural.
No obstante, investigaciones previas que utilizaron técnicas de fijación de la mirada demostraron que los bebés de la misma edad mostraban conductas relacionadas con la mirada para el control intencional en el monitor. Además, los tres experimentos de control confirmaron que el comportamiento de mirada selectiva implica decisiones relacionadas con el castigo; los bebés aumentaron sus miradas selectivas hacia el agente específico (es decir, el agresor) solo cuando su mirada estaba asociada con un evento negativo (es decir, castigo; Experimento 2) que ocurría consistentemente (es decir, 100% de refuerzo; Experimento 3) y cuando el evento proporcionó información social sobre los agentes (es decir, quién fue el agresor o la víctima; Experimento 4). En otras palabras, los bebés cambiaron su comportamiento para lograr su objetivo solo cuando percibieron cuáles eran los medios para castigar, tenían un sentido de autocontrol para el comportamiento punitivo y estaban en una situación que requería castigo. No cambiaron su comportamiento si faltaba alguno de estos tres elementos. En consecuencia, los comportamientos relacionados con la fijación de la mirada infantil eran probablemente decisiones tomadas con la intención de castigar.
Conclusión
El abordaje desde la neuroética del origen del comportamiento moral en humanos ha sido ampliamente estudiado. Distintos experimentos han tratado de analizar las causas posibles que determinan este comportamiento moral. Así, mediante la utilización de novedosas técnicas de neuroimagen se han intentado establecer bases neuronales de la agencia moral en humanos. La influencia de las emociones en la toma de decisiones morales ha sido evidenciada por algunos experimentos y han sido objeto de la publicación de algún libro relacionado. Al parecer, pues, hemos adquirido códigos y mecanismos para montar, sobre una primera impronta emocional, los razonamientos y juicios morales rápidos y con ellos una respuesta social inmediata.
Existiría, pues, una ética universal que puede formularse sobre bases neurológicas, que seguiría un imperativo adaptativo dirigido a la supervivencia y protegiendo al grupo cercano.
Podría afirmarse, como parece confirmar el experimento con bebés de ocho meses recogido en este informe, que nacemos con una gramática moral, con una caja de herramientas que nos permite construir sistemas morales concretos y explicar la diversidad de culturas morales. En tal caso, como dice Camilo Cela, «no puede hablarse de un “código ético universal”, sino de una “tendencia universal a la aceptación de códigos éticos”» (Cela y Ayala, 2001, Caminos en la espesura. Senderos de la evolución humana. Alianza, Madrid, 2001, p 533)
Esto habría sido claramente seleccionado durante la evolución, y orientado hacia la supervivencia, aunque esta explicación de nuestro comportamiento moral resulta insuficiente si no integramos en la ecuación el libre albedrío fruto de la conducta inteligente y libre, que trazaría la línea hacia el progreso y no solo hacia la supervivencia. Y el progreso exige que la elección moral se dirija de forma constructiva hacia el bien propio y del grupo, lo que implica el reconocimiento y respeto de los derechos que nos asisten como humanos.
Como afirma López Moratalla, aunque la finalidad de las inclinaciones naturales del hombre está fuertemente atada, por hundir sus raíces en los sistemas instintivos de la supervivencia animal, sensible a las emociones básicas, al mismo tiempo y de forma inseparable, la vida de cada persona está liberada del automatismo de tales leyes, es decir, regida por la ley de la libertad. (López Moratalla N. Neuroética: La dotación ética del cerebro humano. Cuadernos de Bioética. 2015; XXVI(3):415-25).
Ester Bosch y Julio Tudela
Observatorio de Bioética
Universidad Católica de Valencia