Afortunadamente, el estudio no esconde que la familia numerosa, por lo general, disminuye el riesgo de aislamiento social entre las personas mayores, que es un factor de riesgo clave para el deterioro cognitivo y la demencia, y a menudo aumenta el nivel de interacción y apoyo social.
El pasado 22 de mayo, el diario Levante[1] se hacía eco de un estudio realizado por la Escuela de Salud Pública Mailman de la Universidad de Columbia y por la Universidad Paris-Dauphine. En dicho estudio, publicado en la revista científica Demography[2], se asegura que tener tres o más hijos adelanta hasta 6.2 años el deterioro cognitivo de los padres -tanto varones como mujeres- cuando se hacen mayores. Este efecto, se afirma, tiene que ver con el esfuerzo económico, el impacto laboral y el estrés que implica la crianza.
No podemos menos que imaginar al fundador de este Observatorio, el Dr. Justo Aznar (padre de 10 hijos), cuestionando este estudio desde el cielo al que marchó, con una edad avanzada, habiendo investigado y publicado hasta el mismo día de su partida con unas condiciones cognitivas que ya quisieran para sí la mayoría de los investigadores que conocemos, tanto «con» como «sin» descendencia.
Curiosamente, el estudio añade que este efecto es más acusado en el norte de Europa, donde los recursos sociales disponibles para las familias no se corresponden con su tamaño. A más hijos, por tanto, más gastos y responsabilidades, pero no más ayudas sociales. No dice, sin embargo, que estas ayudas son – como evidencian los Gráficos 1 y 2- mayores que las ofrecidas en los países del sur[3], de modo que las economías familiares no se resienten con la llegada de un nuevo hijo -ni por asomo- como lo hacen en estos últimos.
Gráfico 1. Gasto en prestaciones para familia e hijos en países europeos (Euros por habitante, 2015).
Fuente: Eurostat
Gráfico 2. Porcentaje de niños menores de 3 años que reciben cuidados formales pagados (por pagador, en 2016).
Cabe pensar, en consecuencia, que es taimado acusar a la alta fertilidad de los deterioros cognitivos en la vejez y que carece de sentido considerar la fecundidad de las familias como un posible factor de predicción de la cognición en la vejez, junto con otros factores como la educación o la ocupación. Lo que deteriora la salud, también la psíquica y la cognitiva son el estrés y la ansiedad que se derivan de la inseguridad y la vulnerabilidad socioeconómica, factores que tienen que ver más con las prioridades políticas que con el tamaño de las familias.
Los sesgos de la encuesta a partir de la cual se ha extraído esta conclusión
Los investigadores analizaron los datos de la Encuesta sobre Salud, Envejecimiento y Jubilación en Europa (The Survey of Health, Ageing and Retirement in Europe, SHARE por sus siglas en inglés)[4]. Share es un proyecto internacional e interdisciplinar, promovido por un consorcio de científicos de la Unión Europea y Estados Unidos en respuesta a la petición de la Comisión Europea de “examinar la posibilidad de establecer, en cooperación con los Estados Miembros, una encuesta longitudinal europea” para promover la investigación europea sobre el proceso de envejecimiento.
Los datos recopilados por SHARE incluyen diferentes variables de salud como la salud autopercibida, la funcionalidad física y/o cognitiva o el uso de los servicios de atención sanitaria. También datos de biomarcadores como el índice de masa corporal, la fuerza al soplar y los que pueden contenerse en una muestra de sangre seca. Incluye, además, variables relativas a la salud psicológica, al bienestar y a la satisfacción, variables socioeconómicas como la eventual actividad laboral post jubilación, las fuentes y composición de la renta, riqueza y consumo, la vivienda y la educación. Por último, incluye también variables sobre apoyo social como la atención y asistencia por parte de la familia.
Es importante señalar que los resultados se obtienen tras la aplicación de una serie de encuestas de carácter internacional (idéntica en contenido y formato para los participantes de en 27 países europeos más Israel), longitudinal (los mismos participantes a lo largo del tiempo, que se someten a entrevistas de una hora de duración cada dos años) e interdisciplinar (pues abarcan un gran número de variables que raramente se encuentran en una misma encuesta, lo que permite tener una visión global de la situación de los entrevistados y explorar la interacción entre ámbitos generalmente estudiados por separado). Concretamente, son 140.000 los individuos de 50 y más años sobre los que se practica el seguimiento y que ya han cumplimentado aproximadamente 380.000 entrevistas cuyas respuestas son analizadas con métodos econométricos avanzados, que se presumen capaces de desentrañar la causalidad de sus asociaciones simples.
A que los datos provengan de encuestas (a menudo con ítems de autopercepción y por tanto con un importante sesgo subjetivo) y a que su análisis sea estadístico (obviando, en consecuencia, que determinadas respuestas obedecen más a la intención de la pregunta que a una evidencia objetivable), se une que el proyecto, no podía ser de otra manera, tiene un patrocinador: la Comisión Europea a través del Quinto, Sexto y Séptimo Programas Marco y del Horizonte 2020 y, adicionalmente, el Instituto Nacional de Envejecimiento norteamericano. Por su propia naturaleza, estas instituciones aglutinan los intereses de los países europeos, que se expresan en los medios y en la financiación que aportan provenientes de sus presupuestos estatales.
En particular, en España, los fondos que se destinan al mismo son gestionados por el Ministerio de Ciencia e Innovación (con su correspondiente sesgo ideológico) y por el Banco de España (con su correspondiente sesgo economicista). En cada país participante, en efecto, existe un nodo científico, normalmente asociado o afiliado a una institución académica, que es el responsable de la implementación y supervisión de la encuesta en ese país. En España, el socio científico español responsable de la gestión, desarrollo y supervisión de la encuesta desde la primera ola es el CEMFI (Centro de Estudios Monetarios y Financieros), fundación del Banco de España dedicada a la formación de posgrado y a la investigación en Economía. El profesor responsable del equipo científico español en el CEMFI es Pedro Mira.
No deja de ser curioso, por último, que la coordinación central de la encuesta esté asignada a Axel Börsch-Supan, profesor del Munich Center for the Economics of Aging (MEA) del Max Planck Institute for Social Law and Social Policy. El sesgo total de este estudio, en consecuencia, es el economicista.
Causas sugeridas para el deterioro de la cognición como consecuencia la de paternidad numerosa
El estudio afirma que, a partir del tercer hijo, tener un hijo más suele implicar:
- Un coste económico considerable.
- Por los propios gastos que se derivan de la crianza.
- Por la reducción de los ingresos familiares al tener que reducirse las horas de trabajo remunerado para atender a la descendencia. Esta situación, además, afecta especialmente a las mujeres, con menos posibilidades de incorporarse o mantenerse en el mercado laboral, o con menos horas trabajadas y menores ingresos.
Como consecuencia -añade el estudio original y subraya el diario El Levante- crece la probabilidad de caer por debajo del umbral de la pobreza, disminuye el nivel de vida de todos los miembros de la familia y se generan preocupaciones e incertidumbres económicas que podrían contribuir al deterioro cognitivo posterior.
- Tener hijos es un factor de estrés.
- Que influye en los comportamientos de riesgo para la salud.
- Los padres con más hijos tienen menos tiempo para relajarse y para invertir en actividades de ocio cognitivamente estimulantes.
- Esto puede implicar la privación de sueño para el padre o la madre, con el consiguiente impacto en la salud.
No todo podía ser malo…
Afortunadamente, el estudio no esconde que la familia numerosa, por lo general, disminuye el riesgo de aislamiento social entre las personas mayores, que es un factor de riesgo clave para el deterioro cognitivo y la demencia, y a menudo aumenta el nivel de interacción y apoyo social, que puede ser protector contra el deterioro cognitivo a edades avanzadas.
Nuestra valoración ética
Que el vivir lleva asociado su carga dramática es un hecho incontestable. A las personas, en efecto, no nos basta con vivir sino que debemos “aprender a vivir” conquistando nuestra libertad -en una constante lucha contra los condicionamientos egocéntricos de nuestra naturaleza instintiva y contra las presiones de un ambiente social en ocasiones hostil- al efecto de poder elegir los fines y los medios que nos permitirán alcanzar lo que realmente anhelamos: nuestra plenitud personal y perfección[5], al logro de nuestra vida. Esta conquista es imposible sin la ayuda de las virtudes: la prudencia, que nos ayuda a elegir lo bueno tras una adecuada deliberación; la justicia, que nos mueve a buscar un bien que sólo es bien cuando es común, esto es, de todos y de cada uno; la fortaleza, que nos permite resistir a las presiones del entorno y de la época; y la templanza, que enfría los impulsos irracionales y alienta a tomar decisiones que no sean tan frías y cerebrales como las de una inteligencia artificial.
Convertir la paternidad en una decisión a tomar tras un cálculo utilitarista es lo propio de un software estadístico, en efecto, de una inteligencia artificial pero no un agente moral humano, que no actúa por causas siempre físicas y necesarias sino por buenas razones de conciencia. Razones que conminan a buscar el bien y evitar el mal tomando en consideración determinados principios que este estudio no parece tener en cuenta, como el del valor de la vida humana o el propio principio de justicia.
No obstante, no este lugar para detenernos en consideraciones tan profundas en su carga y tan extensas en su desarrollo. Nos limitaremos a afirmar que:
- El estudio reseñado se limita a correlacionar informaciones obtenidas en una serie de encuestas que evalúan la autopercepción de los sujetos entrevistados, y esto le resta valor objetivo.
- Muestra un claro sesgo economicista, que obedece a su propia financiación y a los organismos que se encargan de la interpretación de los datos. Que los problemas económicos afectan a la salud es algo que ya sabíamos. Pero concluir que los hijos son un problema económico y, por consiguiente, un problema para la salud nos parece malintencionado. Los hijos pueden recibirse como una suerte, como un don, como una alegría; la noticia de su concepción puede darnos un susto, considerarse un imprevisto o hacernos derramar una lágrima; son desde luego, una responsabilidad; también, y, sobre todo, en condiciones normales son el resultado del amor… pueden ser muchas cosas, pero, desde luego, no son un activo financiero ni una partida presupuestaria.
Llama la atención, en este sentido, que el estudio admita sin rubor que el deterioro de la salud cognitiva de los padres es más acusado en el norte de Europa, donde los recursos sociales disponibles para las familias no se corresponden con su tamaño. A más hijos, por tanto, más gastos y responsabilidades, pero no más ayudas sociales. Parece infame apelar a las dificultades económicas para la crianza de los padres de los países del norte de Europa cuando, como evidencian todos los datos disponibles y subraya quien fuera director del Instituto de la Tierra de la Universidad de Columbia (2002-2016) y asesor especial de las Naciones Unidas en relación con los Objetivos del Milenio y los Objetivos de Desarrollo Sostenible, el Dr. Jeffrey Sachs, son los países pobres los que no pueden equipar de infraestructuras a una población que se dobla cada generación, generando desafíos fiscales para mantener su desarrollo que implican la “extensión del capital” en lugar de su “profundización”[6]. En estos países el tamaño de la familia podría obligar a la reducción de parcelas agrícolas y de pastos, agotadas por la falta de barbecho, y obligando a la búsqueda de nuevos recursos como la deforestación y la explotación de los acuíferos que sume, todavía más si cabe, en la pobreza a quienes tienen la responsabilidad de la crianza. Eso sí es estrés, nos atreveríamos a afirmar, y no el de un matrimonio en un estado nórdico que se ve obligado a soportar la carga económica derivada de criar a un nuevo hijo.
- Del anterior punto se colige que, para los organismos políticos transnacionales, la familia numerosa ha sido siempre un problema en cualquier contexto. En los países ricos, porque las ayudas sociales no están en consonancia con el tamaño de las familias. En los países en desarrollo, se ha llegado a aducir que una población demasiado joven y pobre implica riesgos para la seguridad internacional y causa daños irreversibles a la sostenibilidad ecológica[7]. Ya desde los años 60 del pasado siglo, teóricos como Garret Hardin afirman que la ruina es el destino hacia el cual corren todos los hombres si se preserva la libertad de procreación, lo que constituiría algo así como un atentado contra los recursos comunes[8]. Más apocalípticos, si cabe, fueron los hermanos Paddock[9] y Paul Ehrlich[10], para quien no se trata de cuántas personas cabemos en condiciones razonables en el planeta, sino de cuántos podemos poblarlo viviendo como reyes. Ehrlich, precisamente, escribió a finales de los años setenta una obra con John Holdren, quien llegaría a ser asesor de ciencia y tecnología en el gobierno de Barack Obama, en la que sugería la conveniencia de controlar el tamaño de la población: esterilizando a la población añadiendo fármacos para la infertilidad en el agua y en el suministro de alimentos; legitimando los “abortos obligatorios” a partir del segundo hijo; introduciendo la licencia para tener niños y cuidarlos con eficacia; procediendo a la esterilización permanente de quienes ya han tenido muchos hijos o contribuyen al “deterioro general de la sociedad”; aprobando leyes que tipifiquen como delito tener más de dos hijos; y vigilando el cumplimiento de estas normas a través de organismos transnacionales, de una policía mundial o planetaria[11].
- No es difícil suponer que la reducción del tamaño de las familias puede tener, como consecuencia, la selección de hijos “sin defecto”. Los condicionantes de raza y salud ya son determinantes, de hecho, en muchos contratos de gestación subrogada[12].
- Por otra parte, los cálculos sobre futuribles propios del utilitarismo son mera fantasía carente de fundamento. Los avanzados métodos econométricos de la encuesta aspiran a anticipar las consecuencias a largo plazo de la descendencia numerosa sobre la salud cognitiva de los padres, pero para hacer estos cálculos aceptan suposiciones poco acreditadas, como que se pueden llegar a conocer todos los posibles estados globales del mundo que pueden darse en cualquier momento posterior a cada una de nuestras decisiones, entre las que se incluye la de tener o no tener un hijo más. Para saber esto, deberíamos ser capaces de anticipar todos los desarrollos globales posibles del proceso cósmico, lo cual es imposible, así como de anticipar el modo en que los demás reaccionarán a cada uno de nuestros actos, pues de ello dependen realmente sus consecuencias. ¿Cómo puede influir en nuestros hijos saber que, si han nacido, es sólo porque no nos resultaron gravosos? ¿Cómo integrarán que, para sus padres, su salud cognitiva en la vejez es más importante que su propia vida o la de sus eventuales hermanos no nacidos? ¿Cómo afectará a los padres, desde una perspectiva moral, social y psíquica a medio y largo plazo, mirar más por su propio bienestar que por la vida de un hijo? ¿Qué bien hace a al hombre considerar al hijo como un proyecto personal, asumible en mayor o menor medida por criterios presupuestarios, que como el fruto del encuentro amoroso de sus padres, como un bien que vale por sí mismo, un ser único que es alguien y no algo, un quien y no un qué al que aceptar o rechazar? ¿Cómo de felices son los padres abiertos a la vida y cómo contribuye esa felicidad a su esperanza de vida?
- Los cálculos que refiere el estudio reclaman, en definitiva, una mejor y más cuantiosa ayuda a la paternidad, no su reducción.
- El cálculo utilitarista, además, parece olvidar que hay consecuencias de orden biológico, y no sólo psicosocial, que convierten la maternidad en una ayuda a la salud de la gestante. Entre ellas, la presencia de los llamados «progenitores celulares», asociados al embarazo, en la sangre materna en una proporción de 2 a 6 células por mililitro. Estos «progenitores» son, en realidad, células madre de la sangre del feto y de la placenta transferidas a la circulación materna. Éstas, por ser pluripotenciales, se duplican de acuerdo con su propio código genético pudiendo crear cualquier tipo de célula, incluidas las epiteliales. A la presencia de estas células fetales en los tejidos maternos y viceversa, es decir, a la coexistencia en un solo individuo de dos poblaciones celulares originadas en individuos genéticamente distintos, se le denomina microquimerismo fetal. Con todo, lo significativo del microquimerismo fetal es su papel para la salud de la madre, pudiendo influir en su recuperación tras una lesión, un trasplante y algunas enfermedades[13]. Estas células del hijo, por tanto, podrían pasar a la madre para salvarla en caso de necesidad. Y esa capacidad persiste durante décadas, no limitándose solo al intercambio entre la gestante y el hijo. También algunas células de los hermanos mayores y de la abuela materna podrían transferirse al feto por haberse incorporado, en su momento, al organismo materno[14],[15]. No parece que esta transacción de progenitores celulares, mayor cuanto mayor es la descendencia, pueda calificarse de otra manera que como un gran beneficio para la salud de la madre.
- Apelando a criterios demográficos, son muchas las objeciones que se pueden presentar a la afirmación de la disminución de la salud cognitiva de los padres de familias numerosas. En primer lugar, si sobre ésta influyen los factores económicos, como repetidamente apunta el estudio reseñado, convendría no olvidar las teorías del bono demográfico. Conforme a ésta, aquellos países en los que una parte considerable de su población es joven impulsarán el crecimiento económico como consecuencia de la mayor proporción de trabajadores, de la acumulación acelerada del capital y del reparto de los gastos de la dependencia entre un mayor número de contribuyentes.
En segundo lugar, la reducción de las tasas de natalidad ha comprometido seriamente el reemplazo generacional conduciendo a Occidente, y se podría decir que al mundo entero en base a los datos demográficos que actualiza el Banco Mundial[16], a un invierno demográfico sin precedentes (ver Gráficos 3 y 4) con consecuencias previsibles entre las que destacan:
- Menos población activa y más envejecida. Alargamiento de la edad de jubilación. No parece muy conveniente para la salud de los adultos mayores…
- Desequilibrios y carencias en dotaciones públicas por el desvío de fondos hacia el pago de pensiones.
- Desequilibrios en la inversión y ahorro familiar por el incremento de las tasas sociales. Esto, a su vez, dificultará la posibilidad de sostener a nivel particular planes privados de pensiones ante la previsible minoración de las dotaciones públicas.
- Disminución de las rentas disponibles, por retraso del momento de recibir la herencia o por destinar la misma al sostenimiento de aquellos de quienes se espera.
- Nuevos desafíos económicos por el aumento del gasto sanitario y farmacéutico.
- Desequilibrios en la estructura familiar por la convivencia de tres generaciones.
- Problemas de vivienda.
- Déficit de profesionales sanitarios.
- Creciente número de “personas realmente mayores” (de 85 años y más).
- Probablemente, todo lo dicho concurra en un recrudecimiento de las campañas que presenten la eutanasia como un deber moral o social.
Gráfico. 3. Pirámides de población de la Unión Europea entre 2016 y estimada en 2080 (% de la población total).
Fuente: Eurostat (online data codes: proj_18np).
En la Figura 1, se destacan con color sólido los datos de población de 2018, mientras la previsión de población en la Unión Europea para el año 2100 se muestras con la línea delimitada y sin fondo. Como se observa, el número de adultos en edad de trabajar/cotizar decrece como consecuencia de la caída de la natalidad. Dado que la esperanza de vida crece, lo que estos datos anticipan es, bien un descenso de las contribuciones -que iría en detrimento de la salud y el bienestar de los adultos mayores- bien un incremento de la carga fiscal de los trabajadores que contribuiría a la autopercepción del pensionista como una carga para la comunidad, como un lastre, al tiempo que generaría un estrés en el cotizante que, a buen seguro, repercutiría a largo plazo en su salud cognitiva. Parece, en consecuencia, que el invierno demográfico es ciertamente más lesivo para ésta que la crianza generosa de familias numerosas.
Gráfico 4. Estructura de la población en la Unión Europea por edades entre 2019 y estimada 2100 (% sobre el total de la población).
Fuente: Eurostat (online data codes: demo_pjanind and proj_19ndbi).
La figura 2, en línea con la información aportada por la primera gráfica, muestra el progresivo incremento del porcentaje de población adulta mayor y la alarmante merma de la población en edad de trabajar y de los menores que, llegado el día, deberán reemplazarla. Esta situación, en términos de coberturas sociales, es literalmente suicida.
A la vista de lo expuesto, entendemos que se hace necesario exigir más rigor argumentativo y científico antes de atreverse a hacer afirmaciones como las que sugiere el estudio reseñado y que difunde el diario Levante.
Enrique Burguete
Observatorio de Bioética
Instituto de Ciencias de la Vida
Universidad Católica de Valencia
[1] https://www.levante-emv.com/tendencias21/2022/05/22/tamano-familia-influye-envejecimiento-cerebral-66313152.html
[2] Does Childbearing Affect Cognitive Health in Later Life? Evidence From an Instrumental Variable Approach. Eric Bonsang; Vegard Skirbekk. Demography 9930490. DOI:https://doi.org/10.1215/00703370-9930490
[3] https://blog.funcas.es/las-prestaciones-sociales-para-familias-e-hijos-en-europa/
[4] https://www.share.cemfi.es/
[5] MELENDO y MILLAN-PUELLES, Dignidad: ¿una palabra vacía?, Eunsa, 1996, pp. 56- 61
[6] SACHS, J. D. (2008) Commonwealth: Economics for a Crowded Planet. New York, The Penguin Press.
[7] Idem
[8] HARDIN, G., «The Tragedy of Commons» en Science, v. 162 (1968), pp. 1243-1248.
[9] Paddock, W., Paddock, P. (1967). Famine – 1975! America’s Decision. Who Will Survive? Boston: Little, Brown and Company
[10] Ehrlich, P. (1968). The population bomb. New York. Ballantine Books.
[11] Ehrlich, P.; Ehrlich, A.; and Holdren, J. 1977. Ecoscience: Population, resources, environment. San Francisco, CA: Freeman.
[12] Burguete, E.: “Revolución sexual y neovitalismo. Los servicios gestacionales en la reconfiguración social, como reproductoras, de las personas queer”, Cuadernos de bioética, 2019, vol. 30, núm. 99, pp. 159-170.
[13] O´Donogue, K.: “Fetal microchimerism and maternal health during and after pregnancy”, Obstetrics Medicine, 2008, vol. 1, núm. 2, pp. 56-64.
[14] Boddy, A., Fortunato, A., Wilson, M., & Aktipis, A.: “Fetal microchimerism and maternal health: A review and evolutionary analysis of cooperation and conflict beyond the womb”, Bioessays, 2015, vol. 37, núm. 10, pp. 1106–1118.
[15] Baldessari, M.: “Subrogación y pobreza”, cit., p. 341.
[16] https://datos.bancomundial.org/indicador/SP.DYN.CBRT.IN