En España, la prescripción de opioides también ha crecido, pero con unos índices muy inferiores a los norteamericanos.
En los últimos años, EEUU y Canadá, han sufrido un aumento alarmante en el uso de opioides. Ante este crecimiento, el pasado mes de septiembre en España, Sanidad publicó un plan preventivo para mejorar su uso crónico no oncológico.
Estos medicamentos, que deben ser recetados por el médico y son utilizados como analgésicos potentes, están indicados más frecuentemente en tratamientos post operatorios o para el dolor crónico.
Éstos son susceptibles de crear adicción en tratamientos prolongados y, aunque son bien tolerados, no están exentos de efectos secundarios. Dosis elevadas pueden disminuir la frecuencia cardiaca y respiratoria, pudiendo causar, incluso, la muerte.
Casi el 30% de los estadounidenses, que los consumen bajo prescripción médica, lo hacen de manera inapropiada (ver aquí).
Un estudio español, financiado dentro del Plan Nacional sobre Drogas y llevado a cabo por David Pere Oró, afirma que “el origen de la crisis norteamericana es producto de la imbricación de factores políticos, socioculturales y psicosociales que estimularon el empleo de opioides”.
La literatura científica señala la carta de Porter y Jick, publicada el 10 de enero de 1980 en el New England Journal of Medicine, como una de las causas más genuinas de la crisis actual relacionada con los opioides. Esta carta evidenciaba que la adicción a opioides era poco frecuente. Tuvo una gran difusión y contribuyó a la epidemia de analgésicos opioides en Norteamérica. Cuando se constataron las limitaciones de los datos facilitados en ella -se refería exclusivamente a pacientes hospitalizados- ya era demasiado tarde y la idea de la inocuidad de los opioides se había generalizado, facilitando su abuso.
Según Pere Oró, “banalizar su uso puede provocar la adicción. Debemos construir una representación social que los conceptualice como fármacos con capacidades terapéuticas, pero sin omitir sus riesgos”.
En España, la prescripción de opioides también ha crecido, pero con unos índices muy inferiores a los norteamericanos. En relación a los fármacos opioides, en España se constata un aumento del 83,59% en su consumo en cuestión de siete años, de 2008 a 2015. La familia de opioides más consumida es la de «otros opioides (tramadol y tapentadol)» seguida de los «derivados de la fenilpiperidina» (fentanilo). La percepción de seguridad y eficacia asociada a los opioides posibilita su banalización. Su empleo fútil se traduce en malos usos y sobre prescripción. El riesgo de adicción a opioides, especialmente a las presentaciones de fentanilo de liberación inmediata, representa un reto para la sanidad española.
Juana Sánchez Jiménez, responsable del Grupo de trabajo de Dolor de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG) y directora del centro de salud de Daroca en Madrid, explica que EEUU y España “somos países muy distintos respecto a la legislación y al sistema sanitario que tenemos. En España, la prescripción y dispensación de estos medicamentos está muy regulada, llegando a tener que notificar, cada año, los movimientos de estos analgésicos a la Agencia Española de Medicamentos. Los opioides deben tener siempre un único prescriptor y debe ser un médico que conozca muy bien al paciente (…). El dolor es un problema serio en las sociedades desarrolladas. Los opioides y todos los fármacos tienen que ser administrados o vigilados por una persona que sepa que no puede aumentar la dosis a su gusto o libre albedrío”.
Según el mencionado estudio de Pere Oró, las principales diferencias entre EEUU y España está en sus muy diferentes sistemas nacionales de salud, junto a otros factores entre los que cabe destacar:
- La desvirtualización de la imagen inocua de los opioides.
- En España solo pueden comercializarse los fármacos autorizados por la AEMPS, después de confirmar los niveles de calidad, eficacia y seguridad adecuados. En EEUU, los mecanismos de autorización de fármacos y control de la industria farmacéutica son más laxos.
- En España está prohibida la publicidad de fármacos considerados especialidades que requieran prescripción médica para su dispensación.
- En EEUU el paciente es tratado como cliente, dentro de su sistema ultraliberal, a diferencia de España, donde la sanidad no es un producto de consumo y existen estrictos controles en el gasto farmacéutico, mayoritariamente financiado por el estado.
- En España, saber que otros médicos pueden acceder a la historia clínica de los pacientes, sirve como método de autovigilancia.
Julio Tudela
Paloma Aznar
Instituto Ciencias de la Vida
Observatorio de Bioética
Universidad Católica de Valencia