La Asamblea Nacional francesa acaba de aprobar por unanimidad (142 votos a favor y ninguno en contra), una ley que prohíbe las “terapias de reorientación” sexual que traten de imponer la heterosexualidad a lesbianas, gays, bisexuales y transexuales. Además, anuncia sanciones de hasta tres años de prisión y multas de hasta 45.000 euros a quien trate de imponer una orientación sexual o de género (ver más).

«No hay nada que curar. Ser uno mismo no es un delito, no debemos intentar cambiar la identidad de género o la orientación sexual» de las personas, ha afirmado la ministra francesa de Igualdad y Diversidad, Elisabeth Moreno. Asimismo, la ministra califica las llamadas terapias de conversión de «bárbaras» y el sufrimiento «muy a menudo deja marcas permanentes en los cuerpos y las mentes» (ver AQUÍ).

El presidente de Francia, Emmanuel Macron, celebró en su cuenta de Twitter la aprobación de la ley, asegurando que “estas prácticas indignas no tienen cabida en la República. Ser uno mismo no es un delito, porque no hay nada que curar”.

Esta posible Ley, que aún debe tramitarse en el Senado, ha despertado movilizaciones en el país, apoyadas por las redes sociales, donde un colectivo de “víctimas” de la reorientación lidera la iniciativa.

Francia no es el primer país que pretende prohibir las “terapias de conversión”. Países Bajos y Reino Unido están tomando medidas parecidas. También Canadá ha aprobado un proyecto de ley en este sentido. En cambio, países como Japón, Suecia y Gran Bretaña y algunos estados de EEUU, han modificado sus posturas al respecto incluyendo muchas más restricciones a la aplicación de los tratamientos de transición de género por la falta de evidencia científica que los avale y el alto riesgo que suponen para los pacientes. (ver aquí).

Valoración Bioética

Las afirmaciones, tanto de la ministra francesa Elisabeth Moreno como del presidente Macron acerca de que “no hay nada que curar”, no se sostienen si se toman en cuenta las evidencias científicas relacionadas con los casos de disforia de género. Con elevada frecuencia, la disforia que en si misma supone un proceso doloroso para el que la sufre, necesitado de atención y tratamiento, aparece asociada a otros trastornos que pueden originarla o agravarla. Ignorarlos, evitando cualquier diagnóstico previo, supone introducir riesgos inasumibles en los pacientes afectados que tras los procesos de transición, experimentan un agravamiento de sus síntomas y un empeoramiento de su calidad de vida, de su disforia y de los trastornos previos que pudieran existir. Estos síntomas pueden tardar en presentarse varios años después de la intervención, y ello ha promovido que muchos especialistas de diversos países como hemos mencionado, estimen que la relación riesgo beneficio de estas intervenciones sea desfavorable, máxime cuando se llevan a cabo prematuramente al comienzo de la adolescencia. La irreversibilidad de muchos de estos procesos puede dejar secuelas permanentes en los afectados, como recogen algunas experiencias de arrepentidos.