Entre los debates bioéticos de actualidad, se encuentra el que mantienen los defensores y los detractores del enhancement o mejora neurocognitiva. Ésta consiste en el incremento de nuestro potencial cognitivo por encima de nuestra dotación natural, mediante el uso de fármacos estimulantes, de la estimulación magnética transcraneal, de interfaces cerebro-computadora e incluso de modificaciones genéticas.
Quienes se oponen a estas mejoras sostienen: a) que el acceso a las tecnologías de enhancement es selectivo y restringido (Sandel, 2007) y atenta, en consecuencia, contra la meritocracia y el principio de justicia; b) que reducen a la irrelevancia a la formas tradicionales de florecimiento personal que tienen su base en la adquisición de hábitos virtuosos, en el autodominio y en la imitación a los mejores; y c) que amenazan nuestra evolución como especie y ponen en peligro prácticas culturales significativas (Fukuyama, 2002).
Quienes se muestran a favor de las mismas subrayan, sin embargo, la exigencia de la creciente competitividad profesional de las sociedades contemporáneas. Y frente a los argumentos de sus opositores en relación al principio de justicia, proponen la creación de fondos a gran escala para la implantación universal de biomejoras, similares a los que se destinan a la implantación de la educación universal y gratuita, para garantizar la igualdad de oportunidades (Bostrom & Sandberg, 2009).
Estudios recientes
Una publicación (Racine, Sattler, & Boehlen, 2021) trata este asunto, concluyendo que el estancamiento de los argumentos en debate se debe a la falta de evidencias sobre el impacto real de estas mejoras en términos mensurables de eficacia y seguridad en todos los ámbitos de la vida.
Gran parte del interés del artículo radica en la aplicación, como guía heurística para el juicio moral, del modelo ADC (Agente-Hecho-Consecuencia) que estructura la investigación y el debate en torno a estos tres componentes interrelacionados. En el caso de la mejora cognitiva, los “agentes” serían tanto los usuarios y los no usuarios como los potenciales usuarios y los potenciales no usuarios de las tecnologías de mejoramiento. Éstos, conforme a sus motivaciones e intenciones, serán juzgados como virtuosos o no virtuosos. Por «hechos» deberá entenderse el uso (o el no uso) de la mejora cognitiva, así como los métodos específicos de mejora cognitiva utilizados, que pueden ser juzgados como “correctos” o “incorrectos”. Las «consecuencias», se refieren a los resultados individuales y sociales del uso de una mejora cognitiva. Estos pueden ser juzgados como «buenos» o «malos», o por tener efectos positivos o negativos en el agente u otros (Dubljević, 2013).
Valoración desde los resultados y consecuencias
Respecto de las consecuencias (resultados psicológicos y sociales reales de la mejora cognitiva en el mundo real), el estudio concluye que están mal documentados e interpretados desde un punto de vista científico básico (Grewal et al, 2020). En primer lugar, porque los efectos de mejora no dependen sólo del ingrediente activo o de la tecnología específica utilizada, sino de factores personales difícilmente mensurables y altamente variables. Además, lo que se cumple en entornos controlados no siempre se cumple en entornos del mundo real, por lo que se requerirían estudios más amplios desde la psicología social, la economía, y otras disciplinas para valorar, a medio y largo plazo, los efectos del uso o desuso de uno u otro medio sobre el agente, sobre los afectados directamente por su acción y por la comunidad social en su conjunto. Una valoración que, además, no debería versar sólo sobre los aspectos particulares de la cognición, sino también sobre aspectos relacionados con el beneficio económico, la disminución de estrés y otros indicadores de bienestar.
No hay que olvidar, tampoco, que aunque los resultados obtenidos por el uso de las nuevas tecnologías de mejoramiento cognitivo son equivalentes a los obtenidos a través de otros métodos como el uso de los servicios de un tutor, los usuarios de la mejora podrían comportarse o ser tratados de manera diferente debido a los efectos secundarios del tratamiento o a determinadas percepciones sociales asociadas con el método escogido. Se hace necesario, por tanto, ampliar los estudios sobre los resultados psicológicos y sociales de los potenciadores cognitivos en el mundo real. Esto, por sí sólo, no resolverá los debates bioéticos salvo si estos se producen, exclusivamente, desde una perspectiva consecuencialista. Pero sí podría ayudar a objetivar las expectativas del mejoramiento cognitivo y a estar atentos a los riesgos que podrían entrañar determinadas sustancias y tratamientos.
Valoración desde los “hechos” o métodos
Respecto de los “hechos” (uso o no de la mejora cognitiva y métodos empleados o desechados para su consecución), el debatereproduce el viejo duelo entre el utilitarismo y la deontología. Para algunos bioeticistas, lo que importa son los resultados obtenidos con independencia del camino empleado para conseguirlos (Savulescu, 2005). Para otros, en cambio hay métodos intrínsecamente condenables (Sandel, 2004) con independencia de los resultados. También en este caso, el artículo subraya la inexistencia de análisis comparativos rigurosos sobre el impacto de los diferentes métodos de mejora en contextos sociales, psicológicos y conductuales de la vida real. Y es evidente que, desde un punto de vista sociológico y psicológico, el potencial de los efectos ambientales, sociales y psicológicos es importante a la hora de valorar la corrección o la incorreción de las nuevas tecnologías de mejora del rendimiento.
El estudio concluye la necesidad de estudios comparativos entre las tecnologías de mejora cognitiva y los métodos más convencionales de mejora, que no se circunscriban a sus efectos directos sobre la mejora cognitiva, sino también a otros efectos periféricos como la autoeficacia, la autoestima, o la motivación para trabajar al máximo rendimiento en contextos individuales o grupales. Pero, en el mundo real, no es fácil separar la intención que se esconde tras una acción de su naturaleza y de sus consecuencias reales. En cualquier caso, los autores del artículo proponen, como meta, lograr un mejor equilibrio entre el miedo a la innovación y la pulsión hacia la innovación. Ambas actitudes deben ser corregidas y reevaluadas permanentemente con ayuda de la evidencia científica.
Valoración desde los “agentes” y sus motivaciones
El artículo muestra que, para la reflexión bioética, la motivación de los agentes morales es crucial. En lo que nos ocupa, la valoración ética podría ser diferente si el uso del enhancement cognitivo se plantea con objetivos lucrativos y egoístas (como obtener ventajas en una oposición o en el examen de ingreso a la Universidad) o con objetivos altruistas.
Es sabido, además, que las acciones motivadas por su valor intrínseco, por convicción personal o por su contribución al florecimiento personal, son más satisfactorias que las motivadas por la expectativa de una recompensa externa. Puede ocurrir, por ejemplo, que quien renuncie a una mejora cognitiva para obtener una alta calificación académica obtenga más autosatisfacción que quien sí la acepto y, una vez lograda la calificación deseada, ponga en duda si el mérito le corresponde a la técnica de mejoramiento o a su propio talento.
Los autores del artículo señalan que, en cualquier caso, la mejora cognitiva impulsa las funciones cognitivas, pero no incrementa necesariamente la motivación hacia la realización tareas arduas o aburridas. Todavía más: una consecuencia involuntaria de la motivación inducida biomédicamente podría ser la disminución de la motivación intrínseca para realizar tareas y, consecuentemente, una cierta dependencia farmacológica que minaría la autosatisfacción (Bavelier et al, 2019).
Nuevamente, los autores subrayan la ausencia de estudios sobre el impacto de las tecnologías de mejora en la motivación de los agentes. Si añaden, no obstante, que los usuarios de drogas potenciadoras de la cognición tienden a estar motivados por las mejoras que podrían ofrecer a su rendimiento laboral o académico, a pesar de su carácter dudoso. Por motivaciones, en definitiva, extrínsecas y ajenas a la autoestima, a la autoeficacia y al florecimiento personal. Como también que el estrés, el bajo rendimiento, la precaria motivación intrínseca y otros factores tienden a aumentar la disposición para el uso de potenciadores.
El juicio ético de los autores del artículo es, también en esta ocasión, equidistante. Por un lado, subrayan la estrechez de miras de quienes sostienen la necesidad de la mejora cognitiva en orden al bienestar humano derivado de la reducción del estrés, el incremento del rendimiento y otros factores similares (Savulescu, 2005). Pero, por el otro lado, también critican a quienes reducen el juicio sobre la ética de la mejora solo a sus aspectos motivacionales, sin considerar sus consecuencias de mejora (Sandel, 2004). A su juicio, haría falta un análisis más holístico e integrador que tuviese en cuenta los factores situacionales, psicológicos, sociales y de otro tipo, pese a la dificultad que entraña el estudio de las motivaciones in situ y pese a que arrojar luz sobre estos asuntos podría aliviar o agravar la preocupación de muchos sobre la posibilidad de que los potenciadores cognitivos cambien radicalmente la estructura de la motivación humana y frustren los ideales clásicos de excelencia y florecimiento.
Nuestra valoración
La frontera entre la terapia y el mejoramiento es difusa. El empleo de herramientas de mejora cognitiva para acercar el rendimiento de quienes padecen una disfuncionalidad cognitiva a los parámetros que la naturaleza establece para el ser humano no es sólo ético, sino que constituye una obligación para las neurociencias y la medicina. Sin embargo, la pretensión transhumanista de llevar nuestra naturaleza más allá de sí misma es controvertida y peligrosa. Controvertida, porque su carácter consecuencialista se invalida a sí mismo cuando, para mejorar al ser humano, se ponen en riesgo las condiciones de su libertad y de su excelencia y florecimiento personal. Peligrosa, porque los métodos de mejora cognitiva no han sido suficientemente estudiados más allá de sus resultados a corto plazo.
Enrique Burguete
Observatorio de Bioética
Instituto Ciencias de la Vida
Universidad Católica de Valencia San Vicente Mártir
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