Reino Unido aprueba el primer estudio sobre la COVID-19 en el que se va a infectar a gente sana.

Se proyecta incluir en una primera fase a 90 candidatos de entre 18 y 30 años, a los que se les administrará la cantidad suficiente de virus para que se infecten, y así poder evaluar en ellos la eficacia de distintas vacunas y fármacos. Las pruebas empezaran las próximas semanas (el anuncio se hizo el 17-II-2021) y el Gobierno Inglés aportará 33,6 millones de libras (39 millones de euros) para financiar estas experiencias. El proyecto ha recibido el visto bueno del Comité de Ética del país. A los jóvenes voluntarios se les indemnizará con 5.180 euros al año. La variante del virus que se les administrará es la generalmente denominada “variante británica”.

Dudas bioéticas

Sin duda, este tipo de experiencias, aun estando aprobadas por un Comité de Ética, plantean objetivas dudas bioéticas.

Aunque estudios similares ya se han llevado a cabo con vacunas contra la malaria, la fiebre tifoidea, el resfriado común o la gripe, en este caso la dificultad ética más evidente es que la COVID-19 es una enfermedad para la que por el momento no hay cura y, sobre todo, porque sus efectos a largo plazo son aún desconocidos. Aunque el ministro de Sanidad británico, Kwas Kwarteng, afirma que los ensayos se llevarán a cabo bajo estricta supervisión médica y que son necesarios para adquirir conocimientos indispensables para combatir la COVID-19 y favorecer un más rápido desarrollo de nuevas vacunas.

A nuestro juicio esta práctica cosifica a los voluntarios, lo cual es contrario a la dignidad que tienen como personas humanas. Habría que preguntarse si jóvenes pudientes económicamente, se han prestado a esta práctica o solamente lo han hecho aquellos que necesitan los 5.000 euros. Sin duda, aunque estas experiencias hayan sido aprobadas por el Comité de Ética de ese país, pensando en el bien común, parece que, para alcanzar un objetivo médico y social, no pueden utilizarse personas humanas como cobayas. (Ver más AQUÍ).