La principal causa de mortalidad por enfermedades no contagiosas, sigue siendo las enfermedades cardiovasculares.

El tratamiento de estas enfermedades se centra especialmente en detener la progresión de la enfermedad o en mejorar el daño del miocardio ya ocasionado, pues apenas existen medidas terapéuticas que las puedan revertir.

Una posibilidad que en los últimos años ha adquirido un relieve especial es la terapia celular, aunque ésta siga estando sometida a debate.

Hasta hace poco tiempo se pensaba que el tejido cardiaco no era capaz de regenerarse, pero investigaciones más recientes parecen confirmar que el 1% al 2% de los cardiomiocitos (las células cardiacas) se renueva anualmente, aunque esta capacidad regenerativa va disminuyendo con la edad.

En relación con todo ello, en un artículo reciente se revisa el tema, especialmente en lo que hace referencia a la terapia celular. En efecto, utilizando células troncales y otras terapias celulares se puede mejorar la función cardiaca de los pacientes cardiovasculares e incluso reparar en parte la lesión cardiaca producida, pues los datos más recientes publicados sobre este tema lo apoyan, aunque el mayor debate se plantea alrededor de en qué medida se da la implantación y diferenciación de las células pluripotentes trasplantadas para que el trasplante pueda tener efectos clínicos valorables. En este sentido se comprueba que revisando los ensayos clínicos más recientes se confirma la posible mejora funcional de la función cardiaca, pero muy limitadamente, pues la medida de mejora en los diversos estudios es solamente del 5%.

En cuanto a que tipo de células se utilizan para el trasplante celular, en los trabajos iniciales se usaron células troncales adultas, obtenidas por aspiración de la médula ósea, espacialmente de células mononucleares. En una etapa posterior se utilizaron células progenitoras cardiacas, y más recientemente se han usado células cardiacas adultas reprogramadas, especialmente células iPS, exosomas o microRNA, e incluso biomateriales que puedan estimular la diferenciación y capacidad regenerativa de las células utilizadas.

Tras revisar los numerosos estudios realizados en este campo clínico, los autores concluyen que en las dos últimas décadas se han llevado a cabo importantes esfuerzos para poner a punto una terapia celular que puede ser útil en las enfermedades cardiovasculares, pero que los resultados no son aún muy eficaces para poder ser aplicados en la clínica cardiovascular.

Sin embargo, todos estos estudios han servido para seguir avanzando en este campo terapéutico, especialmente impulsando los ensayos clínicos de fase II y III que en este momento están en marcha.

De todas formas, parece ser ésta una esperanzadora posibilidad para el tratamiento de las enfermedades cardiovasculares.