La noticia publicada en el diario «El País» sobre un ofrecimiento de eutanasia a un enfermo de coronavirus de avanzada edad, sobrepasa lo mas inhumano imaginable. ¿Hasta qué punto se puede despreciar el sufrimiento de los seres humanos? No hemos tenido conocimiento de un acto humano más despreciable.
Acaba de aparecer en el diario «El País» un recopilatorio de estremecedoras historias que deja la tragedia de la pandemia. Se tratan de cartas de lectores de este periódico, donde cuentan sus duras experiencias tras perder a un familiar de avanzada edad tras infectarse con coronavirus.
En concreto, la más dura es la que transcribimos a continuación y que esconde una propuesta de eutanasia encubierta por parte de un hospital español acogiéndose a una saturación en los hospitales.
Nuestra opinión
Como hace unos días reflejamos en nuestro artículo ¿Cómo utilizar los recursos sanitarios en circunstancias de crisis?, «pandemias como el coronavirus, pueden plantear un dramático desequilibrio entre medios disponibles y necesidades de atención por parte de la población. El tremendo dilema de decidir quién puede ser el destinatario de los medios o de la atención médica imprescindible, debe dirimirse siguiendo estrictamente criterios bioéticos bien fundamentados. La aplicación de otros criterios de forma discriminatoria, como la edad del paciente u otras circunstancias como trastornos psíquicos, demencia o cualquier otra forma de discapacidad o dependencia, no sería aceptable bioéticamente, pues implicaría proceder en contra del respeto a la dignidad que todo ser humano posee independientemente de sus circunstancias, y se alejarían del criterio básico de selección basado en las posibilidades de supervivencia sin graves secuelas».
Facilitar la eutanasia como un medio para solucionar los problemas del coronavirus nos parece del todo inaceptable e inhumano, e incomprensible en una sociedad que dispone de medios para tratar a los enfermos con toda la dignidad que merecen como seres humanos. Como ya hemos dicho otras veces, «no hay que eliminar el dolor eliminando al paciente, hay que eliminar el dolor del paciente».
Todos asistimos desde hace meses, al debate político que se nos ofrece sobre la actual pandemia, al cual no queremos añadirnos, pero lo publicado en el diario «El País» sobrepasa lo mas inhumano imaginable. ¿Hasta qué punto se puede despreciar el sufrimiento de los seres humanos? No hemos tenido conocimiento de un acto humano más despreciable.
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Mi padre es médico de familia de Madrid. Contrajo el coronavirus al principio de la epidemia, y se lo pegó sin darse cuenta a mi abuelo, recién operado de un cáncer de piel.
Mientras mi padre estaba en cuarentena, mi abuelo empeoró. Y como en los hospitales no trataban a gente tan mayor, mi padre tuvo que viajar 20 kilómetros, con fiebre, para ocuparse de él en su casa. Estaba tan malito que cuando mi padre pidió opinión a sus compañeros de trabajo para ver qué opciones tenía, su respuesta fue breve: “Te preparamos una inyección, y se la pones cuando ambos decidáis. Con el estado de agonía en el que está y la saturación que tienen ahora los hospitales, no se puede hacer más”.
Así que ahí estaba mi padre, con coronavirus, sentado al lado de mi abuelo, también con coronavirus. Debatiéndose ambos entre decir “sí” a la aplicación de la eutanasia de hijo a padre o esperar a que la agonía siguiera su curso.
Mi abuelo tomó la segunda opción. Murió al cabo de una semana y media, pero lo hizo en su casa y al lado de su hijo, no en un hospital de campaña sin nadie de su familia que le acompañara hacia la otra vida.
Eso sí, de démosles el Premio Princesa de Asturias. No se quiere reconocer, pero la medicina española está ética y moralmente devastada