La mortalidad infantil evitable constituye, en pleno siglo XXI, el indicador más elemental de la brecha de inequidad que separa a países y comunidades. De acuerdo con los datos más recientes de la Organización Mundial de la Salud (OMS), las muertes de niños y adolescentes rondaron en todo el mundo la cifra de 6,2 millones en 2018. La inmensa mayoría de estas muertes (85%) se producen antes de la edad de cinco años y se concentran en las regiones más pobres del planeta como África subsahariana. Para esta región, las consecuencias de la mortalidad infantil van mucho más allá de una tragedia personal. Un estudio publicado en 2015 por cuatro académicos africanos en la revista BMC Public Health estimaba en más 150.000 millones de dólares las pérdidas asociadas a la mortalidad de los menores de cinco años en un solo año (2013). Esta cifra es casi el triple de toda la Ayuda Oficial al Desarrollo recibida por el continente africano ese mismo año. En menos de dos décadas (2000-2018), el esfuerzo concertado de la comunidad internacional y los países más afectados, ha logrado reducir en un 49% las muertes de niños menores de cinco años (ver mas AQUÍ).
Se reduce la mortalidad de los niños menores de cinco años
Por OBSERVATORIO DE BIOETICA UCV|2020-03-12T11:23:47+01:0012 marzo, 2020|BIOÉTICA PRESS, Breverías, Medicina materno-fetal|
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