The Washington Post ha estado investigando desde 2006 la epidemia de opioides en EEUU que ha devastado las comunidades y se ha cobrado la vida de más de 200.000 personas en todo el país desde 1996.
En un reciente artículo se analiza el conflicto surgido en EEUU con la publicidad y prescripción de analgésicos opioides, por la manipulación informativa detectada en su promoción y los sesgos en cuanto a la fiabilidad de los datos suministrados referentes a los riesgos y efectos secundarios que estos tratamientos pueden conllevar.
La cuestión surge hace doce de años aproximadamente, cuando el gobierno federal de EEUU sancionó al laboratorio Purdue Pharma con una multa de 634 millones de dólares por etiquetar erróneamente su exitosa píldora OxyContin, como más segura y menos adictiva que otros analgésicos.
Previamente, este mismo laboratorio ayudó a cambiar la tendencia en la prescripción de opioides a través de una extensa campaña de marketing que persuadió a la comunidad médica de que la adicción era rara y que debería extenderse su uso para evitar que los pacientes sufrieran innecesariamente, según documentos relacionados con un caso federal histórico en Cleveland.
Abogados relacionados con este caso argumentan que otros fabricantes de medicamentos continuaron la comercialización agresiva de opioides, incluso después de la multa de Purdue, lo que provocó un aumento de las sobredosis de opioides. El número de píldoras hechas con oxicodona, el ingrediente principal en OxyContin, aumentó de 2.5 mil millones en 2006 a 4.5 mil millones en 2012, un aumento del 80 por ciento.
Desde 2016, The Washington Post ha estado investigando la epidemia de opioides que ha devastado las comunidades y se ha cobrado la vida de más de 200,000 personas en todo el país desde 1996.
El Washington Post y su investigación sobre la epidemia de opioides
El 15 de julio, se hizo pública una base de datos inédita de la DEA (Administración para el Control de Medicamentos) estadounidense, que controla la fabricación, distribución, dispensación y uso de los fármacos analgésicos en los Estados Unidos. Fue el resultado de una acción civil iniciada por casi 2.000 ciudades, pueblos y condados, alegando que casi dos docenas de compañías farmacéuticas conspiraron para saturar la nación con opioides (ver AQUÍ).
El análisis de la publicación ofrece los siguientes datos:
- Las compañías farmacéuticas más grandes de los Estados Unidos distribuyeron 76 mil millones de pastillas de analgésicos a base de oxicodona e hidrocodona en todo el país entre 2006 y 2012. Solo seis compañías distribuyeron el 75 por ciento de las píldoras durante este período.
- La cantidad de píldoras consumidas aumentó un 51 por ciento entre 2006 y 2012, pasando de 8.4 a 12.6 mil millones. Los estados que recibieron las mayores concentraciones de píldoras por persona y año fueron: West Virginia, Kentucky y Carolina del Sur.
- Las tasas de mortalidad por opioides se dispararon en las comunidades inundadas con este tipo de analgésicos. La tasa nacional de mortalidad por opioides fue de 4.6 muertes por cada 100,000 habitantes. Pero los condados en los que se habían distribuido más píldoras por persona incrementaron en más de tres veces esa tasa en promedio.
- Cientos de millones de píldoras opioides terminaron en el mercado negro, según los registros judiciales, documentos de la DEA y acuerdos legales en casos administrativos revisados por The Post. Incluso cuando se alertó a las compañías de clínicas o farmacias de dolor sospechosas, algunos distribuidores continuaron enviando medicamentos.
Situación actual
En 2018 y 2019, el Washington Post se centró en el analgésico sintético fentanilo, el último fármaco involucrado en la crisis de los opioides, que, según su información, se cobró la vida de unos 30.000 pacientes en ese periodo. La adicción a opioides había derivado en el consumo de heroína, lo que a su vez creó una gran demanda de fentanilo, que es 50 veces más potente que la heroína. Si continúa esta tendencia, la cifra anual de muertes por fentanilo pronto se aproximará a la provocada por armas o accidentes de tráfico.
Conclusión
En los últimos tres años, el mencionado diario ha revelado posibles responsabilidades de mala conducta en la cadena de suministro de los medicamentos implicados, que afectaría a fabricantes, distribuidores, farmacias, médicos y la propia DEA.
El informe reveló los movimientos ocultos destinados a debilitar los intentos de la DEA de detener el abuso y denunció cómo las compañías farmacéuticas y distribuidoras involucradas en la cadena de suministro, incluso después de que fueron advertidas sobre envíos sospechosos, continuaron inundando el mercado con analgésicos.
Noticias como la actual ensombrecen la eficacia de fármacos como los opioides, que correctamente prescritos, dispensados y administrados suponen una alternativa terapéutica eficaz en el tratamiento del dolor crónico o de elevada intensidad que no responde al tratamiento con otros analgésicos. Su aplicación en cuidados paliativos supone un instrumento eficaz en el control de los síntomas refractarios que acompañan a los pacientes con enfermedades graves, en estado terminal o no, y contribuyen a combatir las tendencias eutanásicas que, desconociendo la eficacia analgésica de los opioides, piden suprimir la vida de los pacientes con dolor o sufrimiento intenso no controlado.
Julio Tudela
Observatorio de Bioética
Instituto de Ciencias de la Vida
Universidad Católica de Valencia
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