Se abre de esta manera la puerta a la terapia génica prenatal.
Investigadores del Hospital Infantil de Filadelfia (CHOP) y de la Universidad de Pensilvania han publicado en Nature Medicine la primera prueba de concepto de la posibilidad de utilizar la edición genética CRISPR para corregir enfermedades intraútero.
Con esta estrategia, han logrado corregir en ratones la tirosemia tipo I, una enfermedad hepática letal, causada por una mutación en el gen Fah que bloquea la ruta catabólica de la tirosina. Los ratones sobrevivieron a la etapa neonatal en buen estado de salud, conservando la edición genética realizada. Además, no se observaron efectos no deseados off-target.
Entre las ventajas de la edición genética prenatal, el feto, al ser inmunológicamente inmaduro, tolera mucho mejor el producto transgénico y no presenta respuesta inmune frente al vector viral mediante el cual se administra CRISPR. Además, el pequeño tamaño implica una mayor relación de nivel de vector por peso y las células de múltiples órganos son altamente proliferativas y accesibles. Finalmente, la edición intraútero ofrece la posibilidad de dirigirse a los genes antes del inicio de la enfermedad, lo cual es crítico para las enfermedades con alta morbilidad y mortalidad prenatal o perinatal.
Desde el punto de vista ético, estas experiencias en principio se podrían incluir dentro de la edición genética somática, por lo que no tendrían las negativas implicaciones de la edición genética germinal, como son la fecundación in vitro, manipulación y destrucción de embriones, riesgo de mosaicismo, o mayores riesgos de aberraciones genéticas que, además, serán transmisibles de generación en generación. Por ello, y dadas las importantes aplicaciones médicas de esta estrategia, nos parece que su desarrollo es muy positivo. No obstante, es necesario realizar más estudios en modelos animales para mejorar la seguridad antes de poder aplicar la edición genética prenatal en humanos, y descartar con certeza la contribución transgénica a la línea germinal del individuo tratado. Los autores del trabajo comentan también la necesidad de probar otros vectores menos peligrosos que los virus, como las nanopartículas lipídicas.
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