Alfie Evans o Charlie Gard no son unos casos concretos y especiales en Reino Unido. Son la punta del iceberg de una política sanitaria en la que se han producido más víctimas silenciosas. Niños condenados a morir y familias destrozadas que han visto como retiraban a sus pequeños el soporte vital pese a la oposición de los padres, a los que habían impedido otro tratamiento en un hospital diferente. Es el caso por ejemplo de Isaiah Haastrup, un pequeño que murió el pasado 7 de marzo en el hospital King´s College de Londres, pero que fue enterrado este 31 de mayo, tres meses después, debido al contencioso entre la familia y el hospital. El pequeño Isahiah sufría daños cerebrales profundos. Nunca salió del hospital. Nació en dicho centro y fue precisamente en el parto donde se produjo la lesión por la que finalmente fue desconectado. La familia atribuyo el hecho a una negligencia del hospital y éste no admite su culpa, pero sí pidió disculpas por una atención no del todo correcta.
Se sigue retirando el soporte vital a algunos niños muy enfermos en contra de la opinión de sus padres
Por OBSERVATORIO DE BIOETICA UCV|2018-07-20T10:13:02+01:0020 julio, 2018|BIOÉTICA PRESS, Breverías, Eutanasia|
Deja tu comentario
Debe iniciar sesión para escribir un comentario.