Al igual que ocurre en otros mamíferos, como ratas o macacos, el correcto desarrollo social y cognitivo de los bebés humanos depende del contacto físico con sus madres o cuidadores. Los niños criados en orfanatos, donde acostumbran a recibir poca atención, muestran retrasos en el crecimiento, altos niveles de estrés y desordenes de comportamiento. Sin embargo, se desconoce si los estímulos afectivos, o su ausencia, pueden afectar a los hijos a nivel molecular.
Ahora, un grupo de investigadores de la Universidad y el Hospital de Niños de la Columbia Británica, en colaboración con la Universidad de California, en San Francisco y el Instituto Canadiense para la Investigación Avanzada, han examinado la relación entre el contacto físico recibido en edades tempranas y la metilación del ADN. Esta modificación epigenética marca ciertas partes de los cromosomas con moléculas que actúan como interruptores y controlan la actividad de cada gen, pero sin alterar la información que contiene. Con los años, estas señales se acumulan y permiten determinar la edad de un órgano o tejido. Según los resultados del estudio, aquellos niños que recibieron poca atención muestran un envejecimiento epigenético más lento que podría comportar retrasos en su desarrollo. Además, también se observaron cambios en el patrón de metilación de algunos genes.
En el trabajo, publicado en la revista Development and Psychopathology, se estudian 94 niños sanos residentes en la Columbia Británica. Los investigadores pidieron a los padres que monitorizaran el comportamiento (cómo lloraban, dormían o comían) de los bebés de cinco semanas de edad. También anotaron el tiempo que pasaban con sus hijos y les proporcionaban contacto físico. Cuando los niños cumplieron cuatro años, los científicos tomaron muestras de su ADN frotando el interior de sus mejillas.
El análisis muestra diferencias entre los niños que recibieron una gran cantidad de contacto físico y los que no. Concretamente, los investigadores observan alteraciones en el patrón de metilacion de cinco regiones específicas del ADN. Dos de ellas eran especialmente relevantes, pues afectan a genes relacionados con el sistema inmunitario y el metabolismo. Además, la «edad epigenética» fue menor de la esperada en los bebés que experimentaron mayor angustia y recibieron poco contacto. Se desconoce aún el modo en que estos cambios epigenéticos afectan al desarrollo y a la salud de los niños, aunque se cree que las consecuencias podrían ser perjudiciales. El deseo de los investigadores es seguir con su estudio, pues, de confirmarse, su hallazgo podría ayudar a que los pequeños más desfavorecidos recibieran mayor atención (ver más AQUÍ).
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