Amélie Rezza comenta en un reciente artículo, cual es el uso actual de las células iPS, entendiendo por tal las células adultas reprogramadas siguiendo la técnica propuesta por Yamanaka.

Tras la puesta a punto de estas células, se pensó que podrían transformar la terapia celular. La idea era diferenciar células iPS a partir de células adultas de un paciente en células del tipo de las que en ese paciente están alteradas, para poder corregir la alteración genética y reintroducir las células corregidas en el órgano afectado.

En este sentido se aplicó la técnica a pacientes mayores con degeneración macular de retina, pero el ensayo se detuvo cuando se encontraron alteraciones genéticas en el segundo paciente que se introdujo en él. En lo que alcanza nuestro conocimiento no se ha vuelto a iniciar ningún nuevo ensayo clínico con células iPS. Como comenta Rezza, por ahora las células iPS han revolucionado más el banco del laboratorio que la cama de los enfermos.

Pero, aunque las iPS han fallado, o están fallando, en la clínica, se están usando en una gran variedad de disciplinas, como puede ser la biología regenerativa y del desarrollo, neurociencias, cardiología, hepatología, desarrollo de modelos de enfermedades y aplicaciones farmacológicas, permitiendo importantes avances en la elucidación de los mecanismos patogénicos de numerosas enfermedades, tales como Alzheimer y Parkinson.

También se han producido importantes avances para la obtención de células de diversos tejidos tras obtener células iPS de donantes sanos o de pacientes para derivar de ellas hepatocitos y cardiomiocitos, para valorar nuevos fármacos, aunque una objetiva dificultad es que la mayoría de las células iPS obtenidas muestran signos de inmadurez, pareciéndose más a células fetales que a células adultas diferenciadas, por lo que se requiere el desarrollo de nuevos protocolos técnicos para solventar estas dificultades.

Adicionalmente a estas limitaciones, es importante reconocer que todavía no se conoce bien el proceso de reprogramación, lo que dificulta su aplicación clínica.

Ante estas dificultades y otras, como puede ser el riesgo de que se desarrollen procesos tumorales en las células obtenidas a partir de las iPS, se plantea un evidente desafío tecnológico para intentar alcanzar todas las expectativas, especialmente clínicas, que las células iPS despertaron a partir de su descubrimiento en 2006.