La circuncisión masculina como tratamiento preventivo en recién nacidos ha estado en el centro del debate científico durante muchos años. Las razones para promover la circuncisión masculina preventiva en niños han sido la reducción de la incidencia de infecciones del tracto urinario (en los primeros seis meses de vida, UTIs), de cáncer de pene, del VIH/SIDA y de otras enfermedades de transmisión sexual. Sin embargo, las intervenciones preventivas neonatales, que implican una violación de la integridad corporal del niño, presentan varias cuestiones éticas. En un reciente artículo se revisa la literatura con respecto a la circuncisión, como medio para prevenir las enfermedades del tracto urinario, el cáncer de pene, la transmisión de VIH/SIDA y otras enfermedades de transmisión sexual y las complicaciones de esta práctica en el período neonatal. La muy limitada reducción de la incidencia de las enfermedades del tracto urinario y la incertidumbre en cuanto a la función preventiva de la circuncisión masculina en recién nacidos en relación con el cáncer de pene, la infección de VIH/SIDA y otras enfermedades de transmisión sexual, hace que sea difícil justificar la circuncisión masculina de tipo preventivo en neonatos. Por otra parte, los conflictos que plantea la circuncisión masculina del recién nacido derivan del hecho de que, como una intervención preventiva, se requieren criterios de evaluación que no son comparables con los criterios de los tratamientos terapéuticos.  Puesto que la circuncisión masculina preventiva determina una alteración permanente del cuerpo, algunos autores creen que puede ser utilizada sólo en los sujetos que son capaces de dar su consentimiento válido. En el caso de un recién nacido, “el mejor interés del niño” debe ser el estándar de referencia, pero la circuncisión masculina con carácter preventivo en niños recién nacidos no parece satisfacer este estándar.