‘Es responsable de más de 150 enfermedades, muchas de las cuales afectan al sistema músculo-esquelético y al sistema nervioso central, y no tienen curación’
Según la hipótesis endosimbiótica, la mitocondria fue hace unos 1.500 millones de años una bacteria o célula procariota fagocitada por otra a la que proporcionaba energía en forma de ATP; la célula hospedadora le ofrecía un medio estable y nutritivo. Con el tiempo, y en lugar de integrarse en el núcleo, esa invasora se especializó como central energética y redujo su ADN hasta los 37 genes actuales. «¿Por qué tenemos todavía ADN mitocondrial?», se preguntaba en febrero de este año en Cell Systems Ben Williams, del Instituto Whitehead de Investigación Biomédica. «Es como si tuviéramos una biblioteca central con todos los libros, pero diez de ellos los conserváramos por algún motivo especial en un lugar aislado», al amparo de incendios, inundaciones o robos.
A pesar de esa milenaria convivencia en todos los organismos multicelulares, la mitocondria sigue ocultando misterios. Es responsable de más de 150 enfermedades, muchas de las cuales afectan al sistema músculo-esquelético y al sistema nervioso central, y no tienen curación. El año pasado, Gran Bretaña aprobó el llamado reemplazo mitocondrial, aun sin luz verde para su uso en la clínica, del que resultarían embriones triparentales: espermatozoide paterno, ADN nuclear materno sin mitocondrias defectuosas que se transfiere a un óvulo de donante enucleado y con mitocondrias sanas. Durante los últimos meses ha habido un gran debate, bioético y científico, sobre una técnica aún poco ensayada y que alteraría la línea germinal.
Algo, además, que parece tan sencillo en el papel no lo es en el laboratorio. En mayo pasado, el equipo de Dieter Egli, de la New York Stem Cell Foundation, publicaba en Cell Stem Cell (ver AQUÍ) unos experimentos en los que se observó que los escasos niveles de ADNmt enfermo (mutado) que siempre se arrastran con el ADN nuclear hacia el óvulo de donante pueden acabar imponiéndose sobre el ADNmt sano de ese óvulo, con el riesgo de que pervivan las patologías hereditarias que se intentan soslayar. Egli sospecha, según se informaba en Nature, que ese resurgimiento ocurre porque una mitocondria replicaría su ADN más rápidamente que el resto, quizá por las diferencias entre las dos poblaciones de ADNmt.
Ante la posibilidad de que prevalezca ese ADNmt mutado, la Autoridad de Fecundación Humana y Embriología del Reino Unido, que supervisa las aplicaciones clínicas de reemplazo mitocondrial, ha aconsejado investigar a fondo el problema antes de dar su beneplácito. Paul Knoepfler, de la Universidad de California en Davis, declaraba el mes pasado en The Scientist que «mientras no se clarifique el riesgo de esa pequeña contaminación, sería irresponsable el uso clínico de la técnica».
La autonomía mitocondrial, que le permite entre otras habilidades fragmentarse en masa ante una amenaza, según publicó en enero en Science un equipo de California, o explotar los mecanismos de control regulador de la célula para sus propios intereses evolutivos, como apuntaba la semana pasada Maulik Patel, de la Universidad de Vanderbilt, en Cell Metabolism, hace difícil predecir cómo evolucionarán esos embriones triparentales.
El equipo de José Antonio Enríquez, del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares, en Madrid, publicó a comienzos de este mes en Nature un ensayo en el que constataron que cambiando el ADNmt de los ratones se desencadenaban una serie de mecanismos adaptativos que permitían un envejecimiento más saludable. Los resultados subrayan la importancia de seleccionar bien la variante de ADNmt escogida en el reemplazo mitocondrial. «Los riesgos potenciales de este procedimiento no deben ser ignorados», señalaba Enriquez. «Al igual que en los trasplantes de órganos o en las transfusiones sanguíneas, se deben elegir donantes compatibles también en el trasplante de mitocondrias».
José Ramón Zárate. (Diario Médico, 18/07/2016).
*Foto: www.medic.ula.ve
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