En el Master de Bioética que se imparte en nuestra Universidad Católica, un tema fundamental es el del “Estatuto biológico del embrión humano” y ello porque demostrar que el embrión humano temprano, desde la fase de blastocisto, es un ser biológico de nuestra especie y no un informe conglomerado de células, es crucial para poder argumentar en su defensa y así determinar que cualquier técnica que implique destruir ese embrión es bioéticamente inaceptable. Entre estas técnicas está la obtención de células madre embrionarias, por lo que su uso para experimientación biomédica es éticamente muy negativa.

Para sustentar nuestra tesis de que ese embrión temprano es un ser vivo de nuestra especie, un argumento que utilizamos es el denominado “dialogo entre el embrión humano y su madre”, es decir la comunicación que se establece entre el embrión temprano, ya desde su tránsito por la trompa de Falopio, hasta que se implanta en el útero materno.

Hasta ahora, y en lo que a nuestro conocimiento alcanza, dicho diálogo es fundamentalmente bioquímico e inmunológico, pero ahora, y tras la publicación de un interesante trabajo en Development (142;3210-3221,2015), que recoge unas experiencias realizadas por investigadores del Instituto Valenciano de Infertilidad (IVI), dicho dialogo se amplía al área genética.

El que el embrión humano temprano pueda establecer ese dialogo biológico con el endometrio uterino, es decir con su madre, es una prueba muy sólida, para poder afirmar que ese embrión temprano no es un conglomerado celular sin ninguna organización, sino un ente biológico organizado capaz de establecer el “dialogo Materno-embrionario” que comentamos, lo que constituye una prueba más de que un embrión temprano es un ser vivo de nuestra especie

El diálogo materno fetal

Pero, ¿en qué consiste dicho dialogo del embrión humano y su madre?

Durante el viaje por la trompa de Falopio y su implantación en el endometrio materno, el blastocisto, es decir el embrión temprano, produce y segrega una serie de compuestos bioquímicos, mensajeros que actúan sobre dicho endometrio para facilitar su implantación; es como si dijéramos que el embrión avisa a su madre de que está llegando al lugar de anidación en su útero para que ésta se prepare, es decir para que adecue el entorno donde se va a implantar su hijo.

Pero, a su vez el endometrio materno produce y segrega otros compuestos en el fluido endometrial en el que el embrión se incluye, que son fundamentales para su implantación, entre ellos diversas integrinas (β3, α4 y α1),  interleuquinas, como la interleuquina 1, también chemocinas  (IL8,MCP-1), leptina y la gonadotrofina coriónica humana (hCG).

También en ese dialogo materno fetal se da otro hecho biológico, que igualmente sustenta la naturaleza de ser vivo organizado del embrión temprano. En efecto, cuando un cuerpo extraño se introduce en nuestro cuerpo, éste reacciona rechazándolo. Es lo que ocurre algunas veces con los trasplantes. Es un mecanismo biológico para defenderse de posibles peligros externos.

El embrión es un ente biológico extraño a la madre, pues la mitad de su contenido genómico procede del padre. Pero en esta circunstancia, y para facilitar la implantación del embrión, de su hijo, la madre elimina la reacción inmunológica que rechazaría al hijo, para así facilitar su implantación. Es ésta, otra importante faceta de ese dialogo materno-embrionario, como describimos en un reciente artículo nuestro (link inmunidad materno-fetal).

Pero ahora, y con lo publicado en el artículo de Development que aquí comentamos, ese dialogo bioquímico e inmunológico se amplía al campo genético, al comprobarse que elementos incluidos en el fluido, secretado por el endometrio, y que embebe al hijo durante su proceso implantatorio, pueden modificar la expresión genética del hijo.

Esto tiene importantes consecuencia biomédicas y bioéticas. Desde el punto de vista biomédico esta interrelación genética podría predisponer al embrión a padecer trastornos, tanto metabólicos como genéticos, es decir podría aumentar el riesgo de que el hijo pudiera padecer algunas enfermedades, como diabetes de tipo 2 o condiciones biológicas que pudieran incrementar el riesgo de padecer algunas enfermedades, como la obesidad.

Pero esta interrelación entre madre e hijo también se podría dar en la fecundación in vitro  cuando se utilizan óvulos donados, es decir no de la madre, o cuando se recurre a lo que se ha venido en denominar “madres de alquiler”. En la primera circunstancia, en los embriones implantados procedentes de la fecundación de óvulos donados se podría modificar la expresión génica de su genoma por el influjo de los mensajes maternos, es decir se incorporaría información en el genoma del hijo procedente del endometrio materno por lo que, y de alguna forma, y muy parcialmente, llegaría a constituirse un embrión modificado genéticamente por el influjo de la madre biológica.

Pero por otra parte, en el caso de las madres de alquiler, éstas también podrían influir en el genoma del hijo, es decir, se podría establecer lazos biológicos con el hijo gestado, mucho más allá de los que el embarazo propicia.

En ambas circunstancias, al modificar la expresión del genoma del hijo, la relación entre la donante de óvulos o la madre de alquiler, con el hijo nacido, se implementaría sustancialmente, lo que sin duda podría crear más problemas biológicos y sociales de los que estas prácticas conllevan en el momento actual.

Es decir, un muy interesante trabajo que, a nuestro juicio, viene a apoyar la naturaleza humana de ese ente biológico que es el embrión humano temprano y que abre novedosas perspectivas, especialmente en el campo de la fecundación in vitro y la gestación subrogada.

justo aznar Definitiva   julio-tudela

Justo Aznar y Julio Tudela

Observatorio de Bioética

Universidad Católica de Valencia