Es esta una pregunta que con relativa frecuencia se plantea en la clínica ginecológica y que ahora se ha vuelto a plantear  ante dos casos recientes. Uno el de Marlen Muñoz, en Texas; el otro el de Robyn  Berson, en la Columbia Británica (Canadá).

Muñoz tenía 33 años y un embarazo de 14 semanas, cuando fue declarada muerta utilizando criterios neurológicos. Berson tenía 32 años y un embarazo de 22 semanas. Dos ejemplos que pueden servir para plantear la cuestión que estamos debatiendo. En la primera el feto se hallaba muy lejos de ser viable. La segunda en la frontera de la viabilidad ¿Qué hacer en cada caso?

Parece ser que experiencias previas muestran que es muy poco probable poder mantener un embarazo de más allá de 100 dias a partir de la fecha  en la que se ha declarado neurológicamente muerta a la madre. Es decir, no es fácil alcanzar la viabilidad del feto, aunque se puede conseguir. En cambio, sí que es posible si el embarazo está próximo a las 20 o 21 semanas, según se manifiesta en el artículo que comentamos  (Journal Medical Ethics 14; 48-49,2014).

Por ello, a juicio de los autores del trabajo,  si el embarazo es de 24 semanas o está próximo a esta fecha, y los familiares están convencidos que la madre desearía continuar con el embarazo, la opción más ética es mantener el soporte vital a la embarazada para tratar de prolongar el embarazo hasta que el feto pueda ser viable.  Cuando el embarazo es de menos semanas, los autores ya no están tan convencidos en prolongarlo, aunque estiman que para tomar esta decisión habría que tener en cuenta cualquier declaración que la madre hubiera hecho previamente a su situación de muerte cerebral neurológica.

Nuestra valoración ética

Nuestro criterio es que se debe intentar proporcionar a la mujer los soportes vitales necesarios para tratar de que el embarazo  se prolongue hasta que el feto pueda tener una razonable probabilidad de vivir.

En el caso de Marle Muñoz, esta fue desconectada el 26 de enero de 2014, es decir a las 22 o 23 semanas de embarazo, momento en el que el feto, aunque reducidas, ya tenía posibilidades de seguir con vida.