Autor: Francisco José Soler Gil

Colección Ensayos-ciencia

Ediciones Encuentro S.A., Madrid – 2013 (332 págs.)

El autor, Francisco José Soler Gil, doctor en Filosofía por la Universidad de Bremen y miembro del grupo de investigación de astrofísica de la Universidad  Técnica de Dortmund ha publicado varios libros de los que destacamos “Lo divino y lo humano en el universo de Stephen Hawking (2008)” y “Discovery or construction? Astroparticle physics ande search of physical reality (2012).”

El libro se divide en tres capítulos y termina con unas “Reflexiones finales”, teniendo un extenso  apartado de “Referencias”  bibliográficas.

En la Introducción expone su punto de partida para emprender esta obra, que la consideramos de gran valor intelectual y de un riguroso análisis científico, afirmando “…No sólo no creo que exista ninguna incompatibilidad con la fe en Dios, sino que considero que los datos de la realidad natural que nos aportan las ciencias actuales encajan de un modo notable con las viejas y venerables doctrinas teológicas sobre el mundo y sobre el hombre”.

Describe a continuación lo que entiende como “mitología materialista de la ciencia”. Primero se refiere al significado de la palabra mito, según el diccionario: “representación deformada o idealizada de alguien o algo que se forja en la conciencia colectiva” y afirma que lo que le gustaría poner de manifiesto, en los capítulos que siguen, es que la lectura materialista de la ciencia posee en nuestro tiempo los rasgos del mito. Se trata de una representación deformada de la ciencia, en la que se intenta hacer pasar por conclusiones científicas comprobadas lo que no son más que interpretaciones particulares formuladas a partir de datos científicos, los llamados “resultados de la ciencia”,  que ocupan un lugar preeminente en la consciencia colectiva  de nuestras sociedades occidentales, teniendo como efecto separar, por medio de un muro infranqueable, el discurso científico del discurso religioso. Soler afirma más adelante que La doctrina de la creación y la antropología teísta se presenta así como discursos simbólicos, que se intenta hacer coexistir pacíficamente con la supuesta imagen científica (mito) del cosmos y el hombre”.

El autor pasa después a exponer la experiencia personal de sus primeros años de estudio en que quedó “empapado de la mitología materialista”  y afirma que, “no creo que se le pueda pedir a un muchacho de quince años que, al leer un estudio sobre el origen de la vida, o sobre la teoría de la evolución, discrimine entre el contenido científicamente comprobado que se trasmite ahí y la carga filosófico-interpretativa que acompaña esos contenidos. ¿Acaso no había demostrado la ciencia que el universo existe por sí mismo, que el despliegue de los seres vivos evolucionó al acaso, o que la sensación de libertad no es más que un engaño desmentido por los estudios del cerebro? ¿Cómo se podrían compaginar estos resultados patentes con la idea de un universo creado por un Dios racional, que ama sus criaturas,  y que busca el diálogo y la comunión con el hombre?” Termina la introducción con una frase, a nuestro juicio acertada, “Una de las causas que dificultan hoy la transmisión de la fe a los jóvenes, bien podría hallarse en el agudo contraste  entre las clases de religión y las clases de ciencia en los institutos de enseñanza secundaria.”

El primer capítulo está dedicado desmontar el mito de que la teoría de la evolución constituye una teoría atea. El autor comprueba la inconsistencia de esta afirmación y presenta varias interpretaciones teístas de esta teoría, basadas en los últimos avances de la ciencia, describiéndolas y dando su opinión. Hace, también, un análisis detenido del llamado “Diseño inteligente” que lo considera incompatible con la ciencia y la teología. Afirma después, “No son las teorías científicas las que deben ser cuestionadas para defender la existencia de Dios, sino las lecturas materialistas de las mismas”.

El segundo capítulo titulado “Cerebro, mente y libertad”,  estudia cuidadosamente los mitos materialistas basados en las más recientes teorías y concluye así, “El pensamiento materialista se apoya en la neurociencia  para afirmar, como si de un resultado científico se tratara, que la mente es una realidad completamente subordinada al soporte material…La lectura materialista de las neurociencias, hoy por hoy, es un mito”.

En el tercer capítulo “Teísmo, Materialismo y Cosmología”,  se examina los diferentes modelos de universo que investiga la cosmología física actual: el modelo cosmológico estándar de la Gran Explosión, las diversas propuestas de la cosmología cuántica y el multiuniverso, mostrando la actitud defensiva de los mitos materialista, dada la solidez de la cosmología tradicional. Soler afirma finalmente, “Pero sí creo justificada la sospecha que la cosmología física constituirá una fuente permanente de problemas para la cosmovisión materialista”

En las “Reflexiones finales” Soler manifiesta, entre otras consideraciones, “La matriz cultural cristina fue el ambiente en el que pudo brotar la ciencia moderna. Pues bien, las reflexiones anteriores sugieren que la ciencia no sólo necesitó de la religión para su nacimiento, sino que posiblemente requiere en todo momento, como soporte de su apuesta por la racionalidad del mundo, y por la capacidad humana para desvelar esa racionalidad.”

Este ensayo presenta los mitos materialista de la ciencia, reduciéndolos a interpretaciones particulares y mostrando el efecto que provocan de crear un muro infranqueable entre la fe y la ciencia que solo se superará si se distingue entre la teoría científica en sí y su lectura materialista.

Recomendamos su lectura, sobretodo, para aquellos que enseñan religión o ciencias en todos los ámbitos educativos y para los lectores que se interesen en desmontar los mitos de la ciencia materialista, más allá de su credo o posición filosófica.