En un reciente trabajo publicado en Nature Biotechnology (32; 741-742, 2013), un equipo de la Universidad de Londres, ha obtenido a partir de células madre embrionarias de ratones células sensibles a la luz producidas artificialmente en placas de Petri. Posteriormente transfirieron las células producidas a retinas de ratones adultos, que padecían distintas enfermedades de la retina, pudiendo comprobar una positiva evolución de los mismos después del trasplante. Un aspecto interesante es que las células trasplantadas permanecían en buen estado tres semanas después del trasplante, comprobándose además que generaban conexiones nerviosas, lo que sugiere la posibilidad de que las células trasplantadas puedan integrarse en el sistema óptico de la retina.

Aunque esta experiencia está realizada en ratones, podría ser un paso importante hacia el posible tratamiento de graves enfermedades retinianas  especialmente la degeneración macular asociada a la edad,  que como se sabe puede condicionar importantes pérdidas de visión  e incluso ceguera.

Conviene destacar que estas experiencias aunque han sido realizadas con células madre embrionarias por ser éstas de ratones no presentan ninguna dificultad ética. Otra cosa sería si se planteara llevarlas a cabo con células madre embrionarias humanas, que sí que tendrían graves limitaciones éticas, por lo que habrá que plantearse vías alternativa para producirlas.

En relación con ello, nos parece muy atractivo otro trabajo publicado en Cell Report (4; 271-286, 2013), el pasado 25 de julio, en el que un grupo de investigadores catalanes y de la Universidad de Elche, desarrollan un método para regenerar células de retina lesionadas mediante una técnica que no requiere el uso de células madre embrionarias,  y que esencialmente consiste en trasplantar células madre de la médula ósea del propio paciente, modificadas metabólicamente.

Aunque dicha técnica aún se encuentra en una fase experimental y consecuentemente preliminar, y únicamente se ha llevado a cabo en animales de experimentación, no cabe duda que puede abrir una puerta a su posible uso en la clínica humana, aunque para ello aún haya que recorrer importantes pasos experimentales y clínicos.

Justo Aznar