A lo largo de la historia se ha intentado superar las limitaciones humanas me­diante la técnica. La novedad del siglo XX ha sido la de pretender extirpar todas las deficiencias, el sufrimiento, la enfermedad, e incluso la muerte. Este poder ha sido atribuido sucesivamente a la máquina (el futurismo), a la información genética (el eugenismo) y a la información electrónica (el posthumanismo). En todos los casos, se ignora la distinción entre deficiencias inevitables, ontológicas —como la realidad de la muerte— y deficiencias evitables, sociológicas, como las muertes debidas a circunstancias como carencia de agua potable, de fármacos, guerras o cualquier otro tipo de violencia. El modo debido de afrontar las deficiencias humanas es tratar de erradicar las causas evitables de las mismas y de comprender al mismo tiempo el sentido de las que no pueden ser evitadas, como ocasión para la autosuperación y la apertura a la trascendencia (Jesús Ballesteros. Cuadernos de Bioética. XXII, 2012 (1a)).