Al contrario que el aborto, la eutanasia es un tema complejo, con numerosas definiciones técnicas y muchos casos límite o con dilema ético.
A pesar de que hace más de 25 años que existe el primer modelo de Documento de Voluntades Anticipadas (DVA) promovido por una asociación favorable a la eutanasia, Derecho a Morir, que fue difundido en 1986, y que desde 2002 está disponible en todo el país, sólo el 0,3% de los españoles lo han suscrito. Este documento no ha sido muy promocionado, salvo por los medios de comunicación afines a entidades pro-eutanasia.
Solo tres años después, la Conferencia Episcopal Española emitió su propio modelo, que actualizó en 2011. Tradicionalmente, los españoles han confiado en el personal médico que les atiende y también han delegado de forma natural en sus familiares para representarles en el proceso de enfermedad grave. El individualismo imperante está cambiando esa tendencia, tanto entre los pacientes como entre los médicos, provocando una pérdida de la antigua confianza mutua. Las ideas en favor de la existencia de “vidas que no merecen la pena ser vividas” y el terror frente al sufrimiento y la muerte están modificando los hábitos de tratamiento (sin contar con criterios economicistas de eficacia que tiendan a infratratar a los incurables).
En el fondo, comparar los dos DVA primeros y principales, el propuesto por la asociación pro-eutanasia “Derecho a Morir” y el de la Conferencia Episcopal española, supone poner frente a frente dos cosmovisiones: cristiana y nihilista. La primera afirma que la vida no es propiedad nuestra sino de nuestro Creador (seríamos como unos arrendatarios de la misma), la segunda nos otorga la propiedad plena de nuestra existencia, suprimiendo el concepto de sacralidad de la vida; la primera establece la dignidad inherente de la vida, la segunda la subordina a una serie de características; la primera pone límites a la actuación terapéutica en función de unos preceptos morales superiores, la segunda la somete a la voluntad del sujeto (no bien informada, por cierto, en los DVA).
Los DVA actuales se inclinan principalmente, y cada vez más, hacia la opción nihilista, de momento sólo frenada por la prohibición legal de la eutanasia activa y los preceptos de la “Lex Artis” médica, que prohíbe al médico proporcionar medios de muerte o aconsejarla al paciente, basándose en la deontología hipocrática. Pero estas barreras tienen todos los visos de eliminarse en un futuro, como ya ha sucedido en países como Holanda y Suiza, y otros que están siguiendo sus pasos (Infocatolica, 25-VII-2013).
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